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Mejores momentos en el trabajo

Del número de octubre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estabamos Hablando Del típico día de trabajo que tenemos cada uno de nosotros. Mi amiga me contó las exigencias que tenía y yo le expliqué un poco de mis responsabilidades. Luego me habló de alguien de su oficina quien, según dijo, “está preparada para salir siempre corriendo”. Ella trabaja para dos gerentes en una empresa y difícilmente puede atender todas las exigencias; el trabajar fuera de hora no es una excepción. Me dijo que hace un buen trabajo y logra superar todas las exigencias del día, pero con mucha dificultad.

Cuando las cosas en el trabajo parecen llevarnos al límite, podríamos preguntarnos si no es tiempo de hacer un gran cambio. Quizás deberíamos buscar un trabajo en otra empresa. Nuevos gerentes, una nueva ubicación, una carrera totalmente nueva, tal vez hagan que las cosas funcionen mejor. En algunos casos esto puede ser verdad. Pese a todo, ya sea que un cambio de trabajo sea el mejor paso o no, algo a considerar es cuánto puede cambiar nuestro actual trabajo en un simple momento.

Podría parecer poco realista pensar que lo que se necesita cambiar pueda cambiarse en un período de tiempo tan corto. ¿Qué sucede con la enorme cantidad de cartas que hay que escribir, el supervisor que no puede supervisar, el hastío, las exigencias? ¿Acaso todo eso va a cambiar de repente? No, probablemente no en un momento. Pero la manera en que realizamos las tareas y enfrentamos los desafíos que tenemos, puede cambiar rápidamente y producir un gran cambio.

El éxito, el equilibrio, la serenidad en nuestro trabajo dependen en gran parte de lo que nosotros aportamos al trabajo y no tanto de lo que el trabajo nos aporta. Podemos preguntarnos: ¿Tenemos la inteligencia que necesitamos? ¿La autoridad? ¿La paciencia? ¿La fortaleza? ¿La habilidad? Si pensamos, como hacemos frecuentemente, que somos hombres y mujeres ordinarios, mortales que recurren a una mente mortal y limitada para hacer el trabajo que debemos hacer, entonces nos sentiremos probablemente deficientes.

¡Qué regocijo es saber que no tenemos que pensar así de nosotros mismos!, porque no es como realmente somos. En este preciso momento podemos cambiar nuestro punto de vista a un nivel más elevado; podemos ver que se manifiesta más vitalidad, prontitud, dominio, gracia — más de toda la gama de cualidades que provienen de Dios — en nuestra vida. Eso es, en realidad, porque todo nuestro ser proviene de El. Dios es el Espíritu siempre presente y el hombre es Su linaje espiritual, Su semejanza. Nuestra identidad, nuestra inteligencia, todo lo que es bueno, tiene su origen en Dios. Si entendemos lo que de hecho somos — Su verdadera expresión — veremos cuán imposible es que nos coloquen en un cargo, o que tengamos que realizar una tarea, donde no tengamos los recursos que necesitamos.

El familiarizarnos con esos recursos, con todo lo que Dios es y hace, y aprender cómo Cristo Jesús los utilizó, nos puede demostrar cómo los momentos difíciles a lo largo de nuestro día pueden convertirse en oportunidades para reformar y sanar. Por ejemplo, un comentario bíblico sugiere que parte del primer capítulo del Evangelio según Marcos nos cuenta los hechos que sucedieron en un solo día del ministerio de Jesús, de la mañana a la noche. Véase Marcos 1:21–24. ¿Cómo se enfrentó a las exigencias?

Ese día en particular, mientras estaba enseñando en la sinagoga, hubo un gran alboroto. Un hombre con “un espíritu inmundo” se dirigió a él con cólera, profiriendo acusaciones. Luego, en la casa de su anfitrión, Jesús se encontró con una mujer que tenía fiebre. Por la noche, le presentaron muchas personas que estaban enfermas y poseídas, todas deseosas de recibir su ayuda. ¿Un día malo? De ninguna manera. Estuvo lleno de oportunidades para sanar. Jesús aprovechó cada momento de su trabajo, aun en momentos de grandes desafíos: como el hombre en la sinagoga, la suegra de su anfitrión y toda la gente enferma que vino a él, todos se beneficiaron con lo que él aportaba a su trabajo: un entendimiento de su relación inseparable con Dios. En cada momento él tenía lo que necesitaba, y el resultado era la curación.

La crónica de las actividades de Jesús en este lugar en particular relata también las tempranas horas del día siguiente, y arroja luz acerca de cómo se preparaba el Maestro para realizar sus próximas actividades. Leemos: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. Marcos 1:35.

La oración es una excelente forma de comenzar el día de trabajo, sin importar qué tipo de exigencias enfrentamos. Es una forma de refrescar los descubrimientos de la inteligencia y el amor de Dios. Y, por otro lado, la oración abre y amplía nuestro punto de vista del hombre, y así encontramos que, en verdad, somos realmente seres ilimitados, que lo expresan a El. Pertenecemos a Dios, y la Ciencia Cristiana muestra justamente cuán importante y práctico es saber esto. Vemos mucho más lo que somos capaces de hacer como linaje de la Mente perfecta, pensando activa e incisivamente y estando siempre alertas. Nos volvemos más prudentes y pacientes a medida que despertamos a nuestra verdadera naturaleza como la expresión del Amor divino. Encontramos la sabiduría y el valor necesarios para satisfacer las exigencias morales.

La oración eleva nuestros pensamientos por encima de las injusticias en la escena humana y nos brinda nuevas perspectivas acerca de Dios y de Su gobierno justo y perfecto sobre el hombre. Entonces, si vemos los problemas que enfrentamos en el trabajo (o aquellos que toda la empresa pueda estar enfrentando), se vuelve obvio que los caminos y medios mundanos realmente no son suficientes para traer el cambio fundamental que se necesita. Ese cambio es una perspectiva espiritual, una calidad más elevada de pensamiento, que trae consigo reforma y curación; arroja nueva luz sobre nuestra relación con Dios y sobre los vastos recursos que El da al hombre; revela que es correcta la dirección particular que debemos tomar, o abre una nueva. Eso es lo que la oración genuina trae a nuestro trabajo, como ninguna otra cosa puede hacerlo.

Y entonces, fundados en el punto de vista inspirado que obtenemos a través de la oración, tenemos mucho que esperar de nuestro día de trabajo. ¿Acaso esto significa tener menos desafíos? Quizás no. ¿Más difíciles? Tal vez. Sea lo que sea lo que nos esté esperando, tendremos la completa seguridad de que el orden divino está presente y en operación, y que tenemos todo lo que necesitamos para hacer lo correcto y ser buenos, en todo momento.

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