Las Estadisticas Y los valores sociales abundan en datos en contra del padre o madre de familia solo. A menudo, aun en un hogar constituido por ambos padres, el cuidado de la familia recae a veces con más peso sobre los hombros de uno solo de ellos. Ahora bien, acaso sólo por el hecho de que aparentemente nos regimos por una definición estereotipada, ¿es necesario someternos a las frustraciones o al desamparo que la acompañan? ¡No! La solución adecuada es recurrir a Dios.
La Biblia está llena de relatos de personas con problemas familiares que necesitaban soluciones espirituales. En 2 Reyes, leemos acerca de una sunamita cuyo hijo se enferma mientras se encuentra en el campo con los segadores, y muere. 2 Reyes 4:8–37. La mujer entra en acción sin pedir ayuda alguna. Le dice a su marido que va a visitar a Eliseo, el varón de Dios. Ella conoce bien la santidad de Eliseo; le había preparado un aposento para huéspedes para que él lo utilizara cada vez que estuviese de paso por la ciudad, y Eliseo le había profetizado que ella tendría ese hijo. La sunamita no pierde tiempo en discutir con su esposo ni en culparlo por haber permitido que el niño permaneciera bajo un sol tan fuerte. Ella está resuelta a no aceptar el cuadro de muerte. Antes bien, ensilla una asna, se aparta de la triste evidencia física, y acompañada de un siervo, parte en busca de la ayuda de Eliseo, el sanador espiritual. Para ella, darse por vencida no es una opción.
Cuando se aproxima a Eliseo, el profeta envía a su siervo para preguntarle cómo se encuentra su familia. Ella le responde: “Bien”. Parece conocer que hay un poder superior al que ella puede recurrir. Aunque sus emociones se apoderan de ella al llegar junto a Eliseo, su receptividad y su firmeza al volverse en busca de la ayuda divina abren el camino para la curación. Ella le dice a Eliseo: “Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré”. Eliseo la sigue hasta su casa, y por medio de una profunda oración, vuelve a su hijo a la vida.
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