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Un mirar de luz

Del número de noviembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Tal Vez Pensemos que "ver" y "mirar" son prácticamente lo mismo, pero en el Diccionario de Sinónimos Barcia en español, encontré que hay una diferencia entre los dos términos. "Ver" se relaciona con los sentidos; "mirar" se refiere a las ideas, a los sentimientos, a la fe. La vista representa un atributo y una función; la mirada tiene un aspecto más espiritual. Podríamos decir que los ojos "ven"; el sentido espiritual "mira".

Esto me hizo comprender dos ideas que Cristo Jesús incluyó en sus enseñanzas. Aunque él no estaba hablando en español, ¿acaso no podría haber tenido presente algo de la diferencia que existe entre ver materialmente y discernir espiritualmente cuando dijo: "¿Teniendo ojos, no veis?" Marcos 8:18.

En su Sermón del Monte, que dirigió a todos sin discriminación, declaró: "Vosotros sois la luz del mundo". Mateo 5:14.

Cristo Jesús sabía y deseaba transmitir a todos la simple, y aun así grandiosa, verdad de que puesto que el hombre es la imagen y semejanza de Dios, sólo puede mirar a las cosas de una manera espiritualmente iluminada. La "luz" que el hombre tiene e irradia aniquila las pretendidas exigencias de un ego material, o "yo" personal, y abre nuestros ojos a la espiritualidad genuina del hombre, en la cual no existe defecto, pecado ni enfermedad.

El estudiante de la Ciencia Cristiana se esmera por mirar constantemente el bien en sí mismo y en sus semejantes, tanto los que están cerca como los distantes. Esto también se aplica a aquellos que sólo conoce a través de la televisión, la radio y los diarios.

Ante los informes de los medios de comunicación sobre el crimen, la pobreza y otros problemas, puede ser mucho más agradable contemplar un hermoso atardecer, la transformación de un capullo en una flor, la gratitud y afecto que nos manifiestan a nosotros y a otros. Pero nuestra Guía, la Sra. Eddy, exige más de nosotros cuando escribe: "Debiéramos mirar con ojos piadosos el éxito momentáneo de toda villanía, la ambición irracional y la deshonrosa venganza. Esto también nos inducirá a ver a la persona bondadosa, sincera y justa, fiel a su conciencia y de honestidad irreprochable, como la única tela adecuada para tejer una existencia apropiada para la tierra y el cielo".Escritos Misceláneos, pág. 228.

La Biblia nos cuenta que Moisés, a través de la inspiración divina, convocó a doce hombres, un representante de cada tribu de Israel, y los envió como espías para explorar la tierra de Canaan e informarle acerca de la tierra y su gente. Véase Núm., cap. 13. Tenían que cruzar la zona árida de Neguev, al sur de Judea y subir el Monte Hebrón, desde el cual podrían observar la tierra, para ver si era buena o mala, si el terreno era fértil o no, si tenía árboles o no.

Cuando regresaron, trajeron frutos del lugar. El racimo de uvas que juntaron era tan grande que tuvieron que acarrearlo entre dos hombres. También recogieron granadas e higos. Estas frutas probaron a Moisés, a Aaron, y a toda la congregación que en la tierra realmente fluía "leche y miel", es decir, con abundancia. Pero los hombres también le dijeron al pueblo que los habitantes de esa tierra eran muy fuertes y eran gigantes. Las ciudades eran grandes y bien fortificadas. Todos sintieron el temor y el sentido de fracaso que los espías transmitieron.

¿Acaso esos mensajeros realmente "miraron" la realidad que Dios les estaba mostrando? No, ellos solo "vieron" lo que los sentidos materiales les sugirieron, y ese informe negativo retrasó por muchos años la entrada de los hijos de Israel a la Tierra Prometida.

Nosotros también podemos optar por ver solamente en términos materiales o, en vez de eso, ejercer nuestro discernimiento espiritual. Mediante la Ciencia Cristiana una mujer aprendió el gran valor de "mirar" espiritualmente.

Esta Científica Cristiana fue de visita a la casa de su madre acompañada de su pequeño hijo. En su camino de regreso a casa, un automóvil que venía en dirección contraria perdió el control y se metió en el carril opuesto provocando una seria colisión. Ella fue trasladada sin conocimiento a un hospital cercano.

Entre sus documentos, las autoridades del hospital encontraron el número de teléfono de la vecina de su madre que es una practicista de la Ciencia Cristiana. Cuando alguien llamó del hospital, la practicista escuchó el relato bien detallado de la condición de la joven. Oró para elevar su pensamiento al grado de que le permitiera "mirar" la situación con visión espiritual y percibir la idea perfecta de Dios, en lugar de lo que le presentaban los sentidos materiales. Ella sólo quería percibir al hijo espiritual de Dios, que permanece inalterado y quien, como la luz, no puede ser contaminado. Inmediatamente le vino al pensamiento una frase que la Sra. Eddy incluye en Ciencia y Salud: "Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección".Ciencia y Salud, pág. 424.

Cuando la practicista preguntó acerca del niño de la mujer, la persona que llamó dijo que no habían encontrado a ningún niño en la escena del accidente. Mediante la oración ella rechazó con firmeza la sugestión de que el niño se había perdido o faltaba. Estaba convencida de que el Amor divino cuida y protege de igual forma a cada una de Sus ideas en todo momento y bajo toda circunstancia.

Con la calma y seguridad que brinda el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana, la madre de la joven y la practicista fueron al hospital. La joven ya había recuperado el conocimiento, pero no recordaba lo que había sucedido. Aunque le habían limpiado algunas heridas que tenía en la cabeza, no le habían administrado medicina alguna. Puesto que quería cambiar de posición en la cama, la practicista la ayudó a incorporarse, y observó que aunque el cuerpo y las piernas de la mujer estaban cubiertos de pequeños pedazos de vidrio, no tenía ninguna herida.

Mientras tanto, la madre de la mujer dejó el hospital para buscar a su pequeño nieto. Orando, atravesó el parque que la separaba de la estación de policía, donde esperaba averiguar cómo encontrar a su nieto. De pronto, como un rayo de luz que lo iluminaba todo, unas amorosas palabras del Himnario de la Ciencia Cristiana le vinieron al pensamiento: "La voluntad de Dios se hará".Himnario, N.º 51. Esto le dio mucha paz.

Le indicaron que fuera al hospital de niños. Acompañada de su esposo encontró al niño sano y salvo. En el momento del choque, el niño había sido despedido por la ventanilla del auto. La gente que estaba cerca estaba tan preocupada por sacar a la mujer de los metales retorcidos del auto que nadie se percató de que el niño estaba a poca distancia de allí. Una pareja que pasaba con su motocicleta lo vio y lo llevó al hospital de niños. Ellos con mucho amor se quedaron con el niño hasta que la familia vino a buscarlo.

La mujer y el niño sanaron rápidamente de las raspaduras superficiales que tenían. Esta experiencia inspiró a toda la familia y los llevó con gozo a afirmar las palabras del Salmista: "Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro bajo la cubierta de tus alas". Salmo 61:4.

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