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La alabanza a Dios que sana y salva

Del número de noviembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Alabanza A Dios nos salva de la oscuridad mental, tal como el temor y el desengaño. En el Antiguo Testamento el profeta Jeremías dice: "Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo: porque tú eres mi alabanza". Jer. 17:14.

La alabanza a Dios es la adoración y la oración eficaz. Esta alabanza nos libera del "Yo" que solo desea concentrarse en sí mismo. No podemos alabar a Dios cuando estamos demasiado ocupados en nosotros mismos. Cuando empezamos a alabar a nuestro creador, el "yo" humano cede al gran Yo soy, Dios, y las tensiones y las limitaciones desaparecen como la noche cede a la mañana. Pero esta alabanza a Dios no es una adoración material, un cántico meramente de labios; es de corazón, de un amor profundo a Dios, de un entendimiento de El, de gratitud, y, por lo tanto, es sincera. El hombre, que es la imagen y semejanza de Dios, como declara la Biblia, es creado para glorificar a Dios, y éste es nuestro verdadero ser.

El alabar a nuestro creador abre nuestro pensamiento a la influencia sanadora del Cristo, a la luz de la Verdad que nos guía de día y de noche, que transforma el pensamiento oscurecido, y lo ilumina con entendimiento espiritual, confianza y gratitud a Dios, el bien infinito.

Las enseñanzas de Cristo Jesús, comprendidas, no solo glorifican a Dios con un pensamiento puro y espiritualizado, sino que este entendimiento espiritual toca nuestra vida y sana conflictos, la enfermedad y el pecado; toda situación que ataque nuestra experiencia. Jesús veía al hombre con visión espiritual. El miró más allá de las apariencias. Cuando sanó al ciego de nacimiento, dijo: "No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él". Juan 9:3. ¿No es acaso cada curación una alabanza a Dios?

Cada día podemos estar conscientes de nuestra unidad con Dios, nuestro Padre. Jesús enseñó este hecho espiritual de la inseparabilidad del hombre con su creador, y podemos dar gracias por este hecho espiritual. Aun en la pena y el dolor, la alabanza fortalece nuestra fe y nos hace más humildes, pacientes, obedientes y abnegados. Esta expresión de gozo verdadero trae curación. San Pablo dice: "Regocijaos en el Señor siempre". Filip. 4:4. Alabando a Dios, tenemos dominio sobre toda situación adversa. Llegamos a amar más a nuestro prójimo y, de este modo, bendecimos más a la humanidad.

La alabanza a Dios muchas veces me ha ayudado a sanar el dolor y la aflicción, debido a que este reconocimiento de la supremacía y el poder de Dios me ha permitido sentir Su presencia y la influencia sanadora de esa presencia. Y esto ha disuelto la sensación de que el mal es una realidad obstinada y concreta. Me ha permitido probar que Dios, el bien, es en verdad el único poder y que el hombre está intacto, seguro bajo Su cuidado, a pesar de las apariencias o sentimientos que indiquen lo contrario.

He aquí un ejemplo de lo que quiero decir. Cuando nuestro negocio empezó a declinar, las bajas de las ventas eran alarmantes y los gastos excesivos. Insistíamos en que la causa de nuestros problemas era la falta de clientes en la temporada de vacaciones de verano. Después me di cuenta de que habíamos estado aceptando pensamientos negativos: crítica a la administración, descontento y desunión. Entonces empecé a orar, buscando una solución espiritual a esta situación. Pronto recibí una carta de una querida amiga, estudiante de la Ciencia Cristiana, quien, sin conocer nuestra situación, me demostró en su carta que la alabanza a Dios es el factor más importante en nuestra vida. Entendí este mensaje maravilloso y empecé a alabar a Dios de todo corazón y entendimiento, dándole a El gracias por la abundante e infinita provisión de recursos espirituales que todos tenemos por ser Sus hijos. En adelante contemplé al hombre como el hijo espiritual de Dios, nacido del Espíritu, del Amor divino, por lo tanto, completo, íntegro, bello y puro, que está siempre en los negocios de su Padre. Esto es alabanza en su sentido más elevado, un reconocimiento de la perfección espiritual del creador y la creación, una percepción de la existencia verdadera, más allá de lo que perciben los sentidos físicos. Esta clara visión de la realidad abre las puertas de la curación.

Comencé a ver este negocio con una perspectiva más clara. Esto despertó en mí cualidades divinas, como humildad, paciencia y, sobre todo, amor al prójimo. Empecé a encontrar formas de bendecir a cada cliente, a los empleados, a los proveedores y a los propietarios. Entendí que mi verdadera tarea era reflejar las cualidades que Dios ha otorgado a Sus hijos y alabar al único Dador de todo, Dios, el bien. Como resultado hubo mejores ventas y buenas relaciones, que se manifestaron poco a poco, de manera natural.

La Ciencia Cristiana alaba a Dios en su explicación de un Dios perfecto y de Su universo, incluso el hombre perfecto. Ilumina las Sagradas Escrituras, la Palabra de Dios que sana y salva.

Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana dice en Escritos Misceláneos: "Desde hace mucho tiempo ha sido de suma importancia considerar: ¿Cómo habrá de adorar la humanidad al más adorable, pero al que menos se adora — y dónde habrá de comenzar esa alabanza que jamás terminará? Creo oír por doquier el suave y dulce suspiro de ángeles que responden: 'Vivid de tal manera que vuestras vidas confirmen vuestra sinceridad y canten Su alabanza' ".Esc. Mis., pág. 106.

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