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Malapráctica: un ingrediente ajeno a la oración sanadora

Del número de noviembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi Amiga Se reía mientras describía el fracaso de su sopa. La comida favorita de su familia era la sopa de quingombó, una sopa espesa y picante que incluye mariscos, verduras y arroz. Había estado preparándola todo el día, agregándole los condimentos apropiados y disfrutando de una atmósfera apetitosa mientras hervía a fuego lento en la cocina. Pero poco antes de la hora de comer, su esposo, antes de tiempo y en un deseo impulsivo de colaborar, agregó una lata de sardinas a la sopa. Desafortunadamente, desde ese momento toda la olla de sopa tuvo gusto a sardinas. Para su gusto, la sopa estaba incomible, y cenaron huevos revueltos.

Me reí con ella. Pero al mismo tiempo recordé una curación espiritual que casi había sido frustrada por un ingrediente indeseable. Creía que había sanado rápida y completamente de una enfermedad por medio de la oración en la Ciencia Cristiana. Pero persistía un espasmo abdominal ocasional, que resultaba muy molesto. Durante esta época salí a caminar; me sentía gozosa por la belleza de la zona, y sentía una inmensa gratitud por la mejoría, cuando repentinamente un dolor agudo me recordó nuevamente que la curación no era completa.

Durante unos momentos me quedé quieta, escuchando y orando para recibir inspiración. Calladamente vino a mi pensamiento la palabra malapráctica. Instantáneamente el dolor se desvaneció, y nunca regresó. ¿Qué había ocurrido? Gran parte de la curación ya había sido efectuada afirmando en oración la perfección de Dios y de Su imagen, el hombre. Luego, como las sardinas en la sopa, había tenido un pensamiento ajeno a la curación espiritual. Esto amenazaba con impedir que se completara la curación. En ese momento no pensé que estaba tratando con la malapráctica en el sentido de una maldad específica dirigida hacia mí. Más bien era la resistencia impersonal del materialismo a la práctica de la curación espiritual y a la demostración de la perfección que Dios le dio al hombre. Era un ataque a la eficacia y la precisión de la oración.

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