La mayoría de nosotros tiene un concepto romántico de la Edad Media. Nos imaginamos caballeros andantes en la Mesa Redonda del rey Arturo, castillos, señores y damas, trovadores ambulantes y las cruzadas para liberar la Tierra Santa. Pero estas imágenes sólo se crearon en la última etapa del período medieval. A decir verdad, la mayor parte de la Edad Media — unos ochocientos años — fue grandemente un período de oscuridad espiritual y cultural.
En los siglos IV y V, tribus germanas del norte de Europa invadieron el Imperio Romano de Occidente y poco a poco destruyeron el gran estado imperial, hasta que finalmente lo transformaron en un grupo de reinos feudales. La brillante civilización que había tenido el Imperio Romano se desmoronó en un período de ochocientos años de ignorancia sombría. No es de extrañar que durante esta época el mundo haya casi perdido su asidero con la verdad de la Biblia.
Al final del segundo siglo d.C., la civilización clásica había llegado a su fin. El Imperio Romano estaba en decadencia, debilitado por la corrupción, la desintegración económica y la amenaza siempre presente de ser invadido por los bárbaros. Los emperadores se volvieron más despóticos que nunca, imponiendo el servicio militar obligatorio y pesados impuestos. Y perseguían a los cristianos periódicamente, como lo habían hecho casi desde el principio.
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