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El poder reformador de las Escrituras

Esta serie ilustrada que se publica en el Heraldo trata sobre la dramática historia de cómo se desarrollaron las Escrituras en el mundo a lo largo de miles de años. Se concentra en los grandes reformadores que escribieron y tradujeron la Biblia. Muchos dieron su vida para hacer que la Biblia y su influencia reformadora estuviera al alcance de todos los hombres y mujeres.

La Edad Media: mil años sin la Biblia

Primera parte

Del número de noviembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


UN COMENTARIO ACERCA DE LA EDAD MEDIA

La mayoría de nosotros tiene un concepto romántico de la Edad Media. Nos imaginamos caballeros andantes en la Mesa Redonda del rey Arturo, castillos, señores y damas, trovadores ambulantes y las cruzadas para liberar la Tierra Santa. Pero estas imágenes sólo se crearon en la última etapa del período medieval. A decir verdad, la mayor parte de la Edad Media — unos ochocientos años — fue grandemente un período de oscuridad espiritual y cultural.

En los siglos IV y V, tribus germanas del norte de Europa invadieron el Imperio Romano de Occidente y poco a poco destruyeron el gran estado imperial, hasta que finalmente lo transformaron en un grupo de reinos feudales. La brillante civilización que había tenido el Imperio Romano se desmoronó en un período de ochocientos años de ignorancia sombría. No es de extrañar que durante esta época el mundo haya casi perdido su asidero con la verdad de la Biblia.

LA PERDIDA DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO — Y DE LA BIBLIA

Al final del segundo siglo d.C., la civilización clásica había llegado a su fin. El Imperio Romano estaba en decadencia, debilitado por la corrupción, la desintegración económica y la amenaza siempre presente de ser invadido por los bárbaros. Los emperadores se volvieron más despóticos que nunca, imponiendo el servicio militar obligatorio y pesados impuestos. Y perseguían a los cristianos periódicamente, como lo habían hecho casi desde el principio.

Pero para el siglo IV, el reino del emperador romano Constantino señaló un cambio radical en la relación del cristianismo con el estado. La noche antes de una importante batalla contra su rival Maximino II, una visión le dijo a Constantino (que siempre había adorado al dios sol) que pusiera un monograma cristiano en los escudos de sus soldados. Al día siguiente ganó la batalla y su actitud hacia el cristianismo cambió para siempre. Empezó a conceder a los cristianos favores especiales, les devolvió sus propiedades y les garantizó la libertad religiosa. Al final de su vida, Constantino mismo fue bautizado como cristiano.

El apoyo de Constantino le dio nueva fortaleza a la Iglesia. Pero también introdujo problemas de largo alcance para el cristianismo, especialmente cuando Constantino trasladó su capital de Roma a Bizancio y le dio el nombre de Constantinopla en honor a sí mismo. Este traslado creó un vacío de poder en Roma, que fue rápidamente llenado por una sucesión de papas fuertes que crearon una especie de “monarquía papal“.

Durante toda la Edad Media, este papado fue la autoridad gobernante a la que estuvo sometida toda la cristiandad de occidente. Los papas asumieron no sólo el control religioso sino también el secular sobre mucho de lo que fue el mundo romano. En realidad, la Iglesia medieval era una iglesia-estado, que tenía poder absoluto para imponer impuestos, convocar ejércitos, elaborar leyes y castigar a los ciudadanos que violaban sus leyes.

Con la secularización de la Iglesia, el estudio de la Biblia disminuyó dramáticamente. En forma gradual, las enseñanzas doctrinarias de la Iglesia reemplazaron a la Biblia en los corazones de los cristianos. A medida que la gente perdía contacto con las Escrituras, se fueron alejando cada vez más de ciertas prácticas cristianas, tales como leer la Biblia en voz alta en los servicios de la iglesia, predicar el evangelio y practicar la curación espiritual. Al mismo tiempo el verdadero texto de la Biblia fue corrompido.

LA CORRUPCION DE LA BIBLIA LATINA VULGATA

La traducción de Jerónimo de la Biblia — completada a principios del siglo V — fue un texto mucho mejor que el de su antecesora, la entreverada Biblia “Antigua Latina”. Sin embargo, por un par de siglos el mundo romano se resistió a aceptar la Vulgata, aferrándose al texto de la Antigua Latina por considerarlo más puro y santo que la versión de Jerónimo. Por esta razón, la gente insistió en cambiar, o “corromper”, la Vulgata a medida que se difundía por Italia y el sur de Francia hacia Alemania, Irlanda, Inglaterra y España. Algunos copistas, al recopiar la Vulgata, insertaron las conocidas palabras de la Antigua Latina en el texto de Jerónimo, según lo consideraron apropiado. Otros continuaron usando como base el texto de la Antigua Latina, pero insertaron algunos pasajes de Jerónimo.

Fue esta triste situación que impulsó al autor y monje romano Casiodoro a tratar de estandarizar el texto de la Vulgata en el siglo VI. Por eso sacó una nueva Biblia que se mantuvo lo más cerca posible de las palabras originales de Jerónimo y de las antiguas Escrituras hebreas.

Desafortunadamente, si bien esto mejoró la versión de la Vulgata, no fue popular. En su lugar, fue otro texto que produjo Casiodoro — uno que era muy inferior — el que terminó teniendo amplia circulación. De hecho, el abate británico Ceolfrid se lo llevó a Inglaterra a comienzos del siglo VIII. Allí fue copiado nuevamente — con todas sus equivocaciones y corrupciones — en otro manuscrito conocido como Codex Amiatinus. Y en esa forma se conoció en los monasterios de toda Europa.

La Vulgata también fue muy corrompida en España. Jerónimo mismo originariamente había dado su texto a unos copistas españoles que habían ido a Jerusalén para copiar su Biblia en el año 398. Pero los textos que copiaron no incluyeron algunas de las últimas y mejores revisiones de Jerónimo. Jerónimo puede haber enviado algunas de estas revisiones a España más tarde, pero jamás fueron incorporadas al texto de la Vulgata allí. Por eso, durante los siguientes dos siglos, la versión española de la Vulgata se apartó aun más del original de Jerónimo. Con el tiempo, circularon tantos textos defectuosos en España que era difícil distinguir cuáles eran los fidedignos.

CARLOMAGNO TRATA DE REFORMAR LA VULGATA

Durante el reino del rey franco Carlomagno, casi todos los monasterios importantes en Europa tenían un monje irlandés residente para guiar sus estudios bíblicos. (Los monasterios irlandeses se especializaban en estudios griegos y hebreos.) Carlomagno apoyaba fuertemente esto porque creía que el mejorar el texto de la Biblia traería orden y cultura a su vasto reino.

Alentados por Carlomagno, dos grandes eruditos dedicaron sus talentos a corregir la Vulgata. El primero fue Theodulf, obispo de Orleans y uno de los teólogos más brillantes del Imperio Franco. Con el patronato de Carlomagno, Theodulf produjo varios manuscritos de la Vulgata exquisitamente iluminados.

El otro erudito en estudios bíblicos que trabajó para revisar la Vulgata durante el reino de Carlomagno fue Alcuino, quien fuera consejero religioso del rey por muchos años. Nacido y educado en York, en Bretania, conoció a Carlomagno en el año 781 y pronto se transformó en el tutor real del soberano y abate de Tours en Francia. Carlomagno comisionó a Alcuino para que revisara tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento.

Usando los textos que había traído de Inglaterra, Alcuino entrenó a los monjes bajo su supervisión para que corrigieran errores de gramática y puntuación y volvieran a las palabras originales de Jerónimo. Produjo una cantidad de Biblias de un solo tomo, muchas de las cuales estaban ricamente decoradas. Pero éstas estaban llenas de comentarios en los márgenes hechos por Alcuino, los cuales explicaban la teología de los Padres de la Iglesia. Luego eruditos posteriores incorporaron sus comentarios en el texto. Esto corrompió aun más a la Vulgata.

Mary Trammell, nuestra Redactora Adjunta, es especialista en estudios bíblicos, y William Dawley, nuestro Redactor de Secciones Especiales, es un periodista con mucha experiencia.

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