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Recuerdo viviente: pensamientos sobre la vida

Del número de noviembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Monumento A los Veteranos de la Guerra de Vietnam en la ciudad de Washington con los nombres de más de 58.000 soldados estadounidenses caídos, grabados en el lustroso mármol negro; el Arco del Triunfo en París con sus innumerables placas recordatorias y la llama encendida eternamente en la tumba del soldado desconocido; la Guardia Nueva en Berlín, Alemania, donde se observa y recuerda a los soldados muertos con la enorme Piedad de Käthe Kollwitz; estas tres estructuras evocan tanto a personas famosas como desconocidas que ya no están con nosotros. Casi ninguna persona que visite estos monumentos puede permanecer indiferente ante la atmósfera de estos lugares. Muchas personas permanecen en silencio; otras expresan abiertamente su tristeza o pesar.

Particularmente en estos días de noviembre en que recordamos en forma especial a los veteranos, bien vale la pena reexaminar lo que es la vida realmente. Dios es Vida, y esta Vida no está limitada por el nacimiento o la muerte. Se manifiesta eternamente en el hombre, la expresión pura de Dios.

Si nos embargaran pensamientos de pérdida y dolor, no tenemos que ceder a estos sentimientos. Más bien, podemos encontrar consolación y aliento al afirmar la presencia del amor de Dios y comprender la naturaleza verdadera del hombre. La existencia del hombre es puramente espiritual; no tiene nada en común con un concepto mortal y material del ser. No puede ser herida ni destruida por la guerra, la enfermedad o el crimen, porque el hombre creado por Dios es perfecto, completo y eterno. El primer capítulo del Génesis declara que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza. Este hombre expresa perfectamente la Vida divina; refleja la individualidad divina de su creador.

Puesto que Dios es bueno y la fuente de la vida, el hombre — Su creación — puede experimentar sólo lo que procede de esta causa buena: alegría de vivir, salud, fortaleza y santidad. El desaliento, la aflicción, la angustia y la pérdida no provienen de esta fuente. Esos sentimientos no pertenecen al hombre perfecto creado por Dios. Mediante la Ciencia Cristiana, a través del estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, llegamos a entender que tales discordancias son sombras que indican una manera mortal de ver las cosas. No tienen un origen verdadero. Al alejarnos de estas imágenes a veces imponentes pero siempre falsas, y atesorar el ser verdadero del hombre, que es inmortal, honramos a aquellos más allegados y queridos para nosotros.

En la epístola de Pablo a los Filipenses en el Nuevo Testamento, podemos ver cómo rendir tributo a los logros de las personas. Escribe: “Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros”. Filip. 1:3. ¿Acaso esto no nos alienta a ver a cada persona como la idea de Dios, a reconocer siempre que cada uno es en verdad la expresión de la perfección, y de este modo respetar y valorar las cualidades que Dios otorga a todos, estén o no con nosotros actualmente?

Al mantener en nuestra consciencia la unidad del hombre con Dios, superamos los pensamientos falsos de separación y pérdida, y evitamos aceptar la muerte como algo inevitable. Cristo Jesús nos instruyó que no nos preocupáramos por la muerte ni que la toleráramos al ceder a la amargura, sino que la venciéramos. Debido a que él se vio uno con Dios, su Padre, pudo decir con completa convicción: “El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios”. Mateo 10:7, 8.

No se puede concebir ninguna estructura conmemorativa ya sea de piedra, mármol o acero que le haga total justicia a las obras de Cristo Jesús, o que pueda dar testimonio de su ejemplo de curación, perfección y reconciliación. Con todo lo que pudiera significar para muchos cristianos un monumento de esa índole, no representaría su verdadera grandeza, que vive en nuestros corazones y mentes.

Por medio de la revelación de las leyes de la vida y la perfección, la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, hizo notar nuevamente a la humanidad la inmortalidad y eternidad del ser. Y nos mostró cómo conmemorar la vida de Cristo Jesús al tener siempre renovada gratitud por sus obras y expresando esta gratitud mediante nuestras acciones. Cada uno de los libros que escribió lleva el sello de la Cruz y la Corona en el que está inscrito este precepto: “Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios” (véase Mateo 10:8). Le hacemos justicia a este precepto al reconocer a Jesús como nuestro Modelo, y al esforzarnos por emular su ejemplo por medio de la curación y la redención de nuestra vida diaria. Cada curación, cada victoria sobre el pecado, la enfermedad, la carencia y el temor, magnifica y honra la vida de Cristo Jesús.

La Sra. Eddy creó un marco apropiado para esto al fundar su Iglesia. Respecto a esto, ella escribe en el Manual de La Iglesia Madre: “En una reunión de la Asociación de Científicos Cristianos celebrada el 12 de abril de 1879, a moción de la Sra. Eddy, se acordó: — Organizar una iglesia destinada a conmemorar la palabra y las obras de nuestro Maestro, la cual habría de restablecer el Cristianismo primitivo y su perdido elemento de curación”.Man., pág. 17.

Esta Iglesia no es un monumento convencional que busca impresionar a otros por su esplendor exterior o arquitectura ostentosa, sino que es una Iglesia que se funda en la vida de Cristo Jesús y cuya sustancia es la devoción y la humildad de sus miembros.

El esforzarse por tener curaciones y ser redimidos — elemento vital de la Iglesia de Cristo, Científico — conduce al desarrollo espiritual y al progreso de cada individuo. Quien acepta a Cristo Jesús como el Mostrador del Camino y sigue sus directivas, adquiere dominio sobre las pretensiones de la materialidad que tan a menudo se manifestarían como carencia y vacío. El gozo de la vida y la gratitud por las experiencias compartidas con los demás puede llenar la consciencia y transformarse en fuente confiable de fortaleza, aun en momentos de sombría reflexión.

En una sección del Manual de la Iglesia, la Sra. Eddy especifica que en los Estados Unidos no se celebrará la Pascua de Resurrección de una manera especial para recordar la resurrección de Jesús. Nos indica lo que debe ser un recuerdo inspirado por Dios: “Las sagradas palabras de nuestro amado Maestro: ‘Deja que los muertos entierren a sus muertos’ y ‘Sígueme tú’ instan al diario esfuerzo cristiano de manera que los vivientes ejemplifiquen a nuestro Señor resucitado”.Ibid., Art. XVII, sec. 2.

¿Qué luz tan gloriosa brilla cuando los días de recordación nos impulsan a ver a cada persona como la idea eterna y espiritual de Dios, reflejando la Vida que no conoce muerte!

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