Durante El Verano de 1993, fui a pasar una semana a un campamento para jóvenes Científicos Cristianos. La mayoría de mis amigos y yo decidimos ir a pescar. Mientras estábamos en la parte baja del arroyo buscando cangrejos, comenzamos a arrojarnos barro. Al correr con uno de mis compañeros tropecé con un alambre de púas. Al principio grité, y a continuación grité más fuerte que Dios es Amor. Todos los que estaban conmigo se calmaron y empezaron a orar. Me liberé del alambre de púas y volví a la boca del arroyo. Durante ese tiempo iba repitiendo el Padre Nuestro una y otra vez. El consejero limpió el corte y me puso una venda. Más tarde ese mismo día, me tiré por el tobogán al agua y la venda se me salió. El corte no se notaba mucho. Después, durante la semana desapareció totalmente.
En el transcurso de esa semana tuve que aprender a apartar mi pensamiento de la materia, hacia Dios. El amoroso cuidado que todos me brindaron en el campamento me ayudó mucho, y ese verano resultó ser el mejor año de campamento que tuve.
Barrington, Illinois, E.U.A.
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