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La identidad ¿es sexual o espiritual?

Del número de noviembre de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mucha Controversia Y confusión gira en torno al tema de la homosexualidad. Una de las razones de que el tema tenga tanta trascendencia es que incide en lo emocional, pues mucha gente considera que es un aspecto muy importante de su verdadera identidad.

Un programa de noticias que vi por televisión analizaba este punto a través de entrevistas hechas a un biólogo, a un psicólogo y a un pastor. Muy pronto resultó obvio que los tres tenían opiniones completamente diferentes sobre el tema. El biólogo sostenía que la homosexualidad es una característica genética, determinada antes del nacimiento. El psicólogo consideraba la homosexualidad como una conducta provocada por el tipo de relación que existió entre el niño y su padre o su madre durante su crecimiento. El pastor pensaba que era un aspecto de la naturaleza del hombre como pecador, que es una tentación que debe resistir, aunque la inclinación persista.

Me resultó interesante observar que las tres versiones de la "verdad" se contradecían una a la otra. (En realidad, existen considerables discrepancias en cada uno de esos campos.) Pero había un punto en común. Todas esas teorías tenían como premisa la creencia de que el hombre es básicamente material.

Mirándolo desde afuera, parecería que al menos este punto podía aceptarse como verdadero. Pero sería imposible reconciliar este enfoque con la revelación bíblica de que el hombre es la imagen y semejanza de Dios.

Aunque esta afirmación contradice los sentidos materiales, la verdadera naturaleza del hombre, como semejanza del Espíritu divino, de ningún modo podría ser material. (Por esa razón toda conclusión basada en la creencia de que el hombre es material, es inherentemente errónea.) Puesto que es la semejanza de Dios, el hombre no puede ser definido en términos sexuales; es un ser espiritual y no sexual. Ser espiritual significa que no somos creados ni gobernados por el impulso físico. Somos el efecto y el objeto totalmente satisfecho del Amor divino, Dios. Nuestra verdadera naturaleza no se compone de características genéticas ni es moldeada por las experiencias, sino formada por cualidades espirituales que expresan eternamente a Dios.

A lo largo de toda su vida en la tierra, Cristo Jesús ilustró la verdadera identidad del hombre como linaje espiritual de Dios, como idea de la Mente divina. Desde su nacimiento virginal hasta su resurrección de la tumba y su ascensión más allá de toda existencia material, dio pruebas de su naturaleza espiritual y de su dominio sobre las teorías y condiciones materiales que niegan la inocencia y totalidad del hombre. Y demostró esta naturaleza inherente al Cristo con el fin de enseñarnos la verdad acerca de todos nosotros.

Es posible que nuestro ser espiritual parezca en estos momentos abstracto o fuera de nuestro alcance, pero la verdad es exactamente lo opuesto. Jesús nos prometió que en la medida en que sigamos sus enseñanzas nos liberaríamos del temor, de la enfermedad y del mal, tal como él lo hizo. Por lo tanto, es importante seguir sus directivas. Cada uno de nosotros, cualquiera sea su presente situación, puede comenzar a hacerlo. Y la Ciencia del Cristo — que está aquí para que toda la gente la estudie y la practique — nos ayuda a llevarlo a cabo.

Todos podemos sentirnos felices cuando logramos despojarnos de las penurias que nos ocasiona la creencia de que somos criaturas físicas. Pero nos seducen por los aparentes placeres que nos daría la creencia de que somos físicos, y entonces nos resistimos a aceptar nuestra identidad semejante a Dios. Pero si deseamos liberarnos de los sufrimientos de la carne, debemos abandonar la creencia de que el placer depende de la carne. En realidad, se ha comprobado una y otra vez que cuando empleamos nuestra energía para tratar de encontrar cosas buenas y placer en la materia, terminamos inevitablemente, en la insatisfacción y el sufrimiento.

Esto se debe a que tanto la materia, como el pensamiento y la manera de vivir basados en la materia, son por naturaleza, decepcionantes e ilusorios. Puesto que Dios es el único origen del bien y del poder genuinos — tal como lo probó Jesús — todos logramos aprender que en realidad, la materia no puede proporcionar todo lo que promete. Tal vez en un comienzo parezca que sí, pero con el tiempo vemos cuán inestable e insustancial es la sensación material, al igual que la materia. Por otra parte, todas las cosas buenas, o sea, la alegría, la paz, el amor y la salud verdaderos, están eternamente a nuestro alcance para que las expresemos y experimentemos ahora mismo, en la proporción en que nos apartamos de un sentido material del ser y nos encaminamos hacia la verdad espiritual y luchamos por vivir de acuerdo con ella.

Esta decisión requiere valor y persistencia porque los hábitos e inclinaciones materiales pueden resultar muy rebeldes. Los sentidos materiales niegan continuamente al ser espiritual. Argumentan que el sexo es una necesidad que no podemos negar y que nos da gusto identificarnos con la sexualidad. Pero tarde o temprano, nuestro deseo de liberarnos de las limitaciones y dolores del materialismo, y nuestro creciente amor por la bondad y pureza de la espiritualidad, nos ayuda, paso a paso, a efectuar este cambio.

Obviamente, tenemos que recorrer un largo camino antes de poder demostrar en su totalidad la naturaleza inocente y espiritual que, según Jesús nos enseñó, nos pertenece. Pero podemos empezar en este mismo momento a expresar una moralidad basada en lo espiritual. Las cualidades morales, tales como la honestidad, la mansedumbre, la compasión y la templanza, nos conducen fuera del materialismo, hacia el reconocimiento de la espiritualidad que ya es inherente a nuestro ser, enriqueciendo nuestra vida con mayor alegría, paz, salud y amor.

La Biblia — nuestro "libro y guía" para descubrir y demostrar esta espiritualidad — nos proporciona los lineamientos morales que sustentan nuestros pasos hacia el Espíritu e incluye la norma de que las relaciones sexuales deben guardarse sólo dentro de la santidad del matrimonio entre un hombre y una mujer.

En uno de los capítulos de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana Christian Science (crischan sáiens), se refiere extensamente al matrimonio. Ella afirma lo siguiente: "El matrimonio es la provisión legal y moral para la generación de la especie humana. Hasta que la creación espiritual se discierna intacta, hasta que se perciba y se comprenda y el reino de Dios haya venido como en la visión del Apocalipsis — en la cual el sentido corporal de la creación fue lanzado fuera, y su sentido espiritual revelado desde el cielo — el matrimonio continuará, sujeto a reglas morales que aseguren virtud creciente".Ciencia y Salud, pág. 56.

La unión de un hombre y una mujer, con la única finalidad de tener hijos, es en realidad el propósito de la sexualidad humana. Es sabido que la procreación, no es el único factor que motiva la sexualidad en todos los matrimonios. Pero el matrimonio proporciona un "refugio seguro" donde hombres y mujeres pueden ir demostrando en forma progresiva su ser espiritual cada vez mejor, al mismo tiempo que crían a sus hijos. Los cónyuges de un matrimonio, fortalecen su relación y su amor cuando aprecian más profundamente su propia identidad espiritual y la de su esposo o esposa, en lugar de centrarse en los placeres sensuales, que son pasajeros y egoístas. El afecto y un profundo interés en el bienestar de cada uno también pueden existir entre dos individuos del mismo sexo, pero el hecho de que la relación sexual entre homosexuales no permite la posibilidad de concebir un hijo, establece una razón fundamental que no puede justificarse, a pesar de lo correcta que pueda ser la relación desde otro punto de vista.

Una relación entre dos hombres o dos mujeres o entre un hombre y una mujer sin estar casados y que incluye actividad sexual, puede, sin embargo, incluir una gran dosis de verdadera solicitud, respeto, buen humor y un propósito compartido de hacer una contribución útil a la sociedad. Los que se involucran en ese tipo de relación, pueden pensar que resulta muy gratificante y satisfactoria en muchos aspectos. Asimismo, alguien que se encuentra en esa situación, puede no comprender que no es correcta la actividad sexual en esas circunstancias.

La Biblia nos ofrece el siguiente consejo: "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios". 1 Juan 4:1. Podríamos preguntarnos: "¿Este deseo procede de Dios? ¿Acaso eleva mi pensamiento en dirección al Espíritu y hacia la expresión de la bondad pura o me induce a descender a un sentido de mí mismo dominado por lo físico? Esta manera de actuar, ¿me ayudará, en mayor medida, a tener la Mente del Cristo, que me da dominio sobre el temor y el pecado?" Si cedemos a una intuición honesta y espiritual acerca de lo que es mejor, podemos tener confianza en que estamos en el camino correcto. En realidad, aunque estemos absolutamente seguros de que nuestra posición es la correcta, si no posee el respaldo divino, tarde o temprano el Cristo nos despertará para que veamos que estábamos equivocados y nos guiará para dejar de lado ese deseo y esa actividad.

En una relación, se debe valorar y respetar todo aquello que es de Dios. Lo que debe desaparecer es el egoísmo y la expresión sexual inadecuada. Tal vez continuemos manteniendo una amistad muy estrecha, pero iremos descubriendo que la naturaleza de esa relación va cambiando hasta que deja de incluir la relación sexual. O tal vez nos sintamos impulsados a terminar con esa relación. Entonces, pueden presentarse amistades diferentes que estén basadas en un afecto genuino, libre de inclinaciones sensuales.

Tanto los casados como los solteros, todos debemos atenernos a normas que "aseguren virtud creciente" y descubrir que expresar nuestra individualidad espiritual, completa y perfecta, es una verdadera satisfacción que puede obtenerse en este preciso instante. Finalmente, tal como lo dijo Jesús: "En la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo". Mateo 22:30. La verdadera naturaleza de cada uno de nosotros, es totalmente espiritual, pero sea cual fuere el punto al que hayamos llegado actualmente en la demostración de nuestra identidad real, el Cristo, la Verdad, que Jesús ejemplificó, nos respalda y nos ayuda a elevarnos cada vez más alto.

El poder del Cristo nos libera del temor, de la soledad, de la falta de autoestima, de la confusión acerca de nuestra identidad o del egoísmo que nos esclaviza dentro de una conducta inmoral que, inevitablemente, trae inestabilidad y sufrimiento. Cuando alguien lucha por vencer la sensualidad — sea un homosexual o un heterosexual — el ceder a las verdades que enseñó Jesús purificará sus deseos y le ayudará a encontrar un afecto dulce, satisfactorio y moral. Si alguien está luchando con el sentimiento de que tendría que haber nacido con otro sexo, el Cristo, la Verdad siempre presente, llevará a ese individuo a ver con mayor claridad la identidad espiritual del hombre, creado perfecto y establecido permanentemente por Dios. El percibir que Dios no comete equivocaciones y que la Mente perfecta no puede crear ideas contradictorias, ayudará a los hombres a sentirse más tranquilos y más conformes con su masculinidad y a las mujeres con su femineidad. Y cuanto más obedecemos a Dios, permitiéndole que alimente, discipline y espiritualice nuestros afectos, tanto más cercanos nos sentimos del Amor divino y reconocemos más nuestra plenitud inherente.

Es muy reconfortante saber que durante este proceso, cuando fallamos, el Cristo nunca nos abandona; nunca está fuera de nuestro alcance si nos sentimos temerosos, solitarios o desamparados; por el contrario, está siempre con nosotros, mostrándonos cada vez con mayor claridad, el tierno amor que Dios siente por nosotros y eso nos trae esperanza y fortaleza.

Quizás parezca un verdadero desafío aceptar que el hombre no es, básicamente, sexual, especialmente con tantos mensajes contradictorios fomentados con gran convicción por diferentes grupos y teorías. Pero cuando descubrimos que la razón fundamental de todo impulso sensual que trata de identificar la naturaleza de una persona, procede del falso concepto de que el hombre es material, tenemos la clave para resolver este problema. Puesto que la identidad genuina es totalmente espiritual y semejante a Dios — y no está determinada por la herencia, el ambiente o el pecado — la sensualidad en cualquiera de sus aspectos nunca es algo verdaderamente natural para nadie.

Cuando uno progresa en el entendimiento acerca de lo que significa ser el hombre de Dios, la falsa atracción del sensualismo y del sentimiento que sugiere "yo soy así", inevitablemente se desvanece. Sentimos el gozo puro y la libertad de conocer la identidad que Dios nos otorgó. Y nos damos cuenta de que los demás reconocen y valoran esa identidad, lo que conduce a relaciones amorosas satisfactorias y morales.

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