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El poder reformador de las Escrituras

Esta serie ilustrada que se publica en el Heraldo trata sobre la dramática historia de cómo se desarrollaron las Escrituras en el mundo a lo largo de miles de años. Se concentra en los grandes reformadores que escribieron y tradujeron la Biblia. Muchos dieron su vida para hacer que la Biblia y su influencia reformadora estuviera al alcance de todos los hombres y mujeres.

El rey Jacobo encarga su Biblia

Segunda parte

Del número de noviembre de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


PARTICIPANTES DE LA CONFERENCIA DE LA CORTE DE HAMPTON


El rey Jacobo eligió con cuidado a los cuatro representantes puritanos que asistieron a la conferencia de la Corte de Hampton, invitando sólo a aquellos hombres que apoyaban a la iglesia Anglicana, excluyendo a los exaltados que pudieran oponerse a la clase de compromiso que se debía contraer para unificar la iglesia. Los cuatro puritanos que Jacobo invitó a la conferencia eran todos conocidos eruditos en la Biblia, hombres que aprobarían una nueva traducción de la Biblia en inglés. De hecho, dos de ellos, John Rainolds y Laurence Chaderton, más tarde desempeñaron funciones importantes en la traducción de la Biblia King James.

El encargado de la delegación de los puritanos era Rainolds, el líder del movimiento Puritano de Oxford. Era un conferenciante, escritor y predicador universitario muy renombrado, así como profesor de gramática y retórica griega, y se lo conocía como alguien "totalmente dedicado.. . al estudio de las Sagradas Escrituras".

Chaderton encabezaba el movimiento Protestante radical en Cambridge. Siempre tenía problemas con las autoridades de la Iglesia por violar las ceremonias tradicionales en la Universidad Puritan Emmanuel, donde él era profesor. Pero era un amable contemporizador y un ferviente anglicano muy influyente. Chaderton era además, un destacado erudito en la Biblia, que pasaba innumerables horas estudiando latín, hebreo y griego. Luego, transformaba esos conocimientos en sermones apasionados y realistas, que conmovían hasta las lágrimas a sus oyentes.

Los otros dos puritanos invitados a la conferencia, John Knewstubb y Thomas Sparke, eran también destacados universitarios. Knewstubb había escrito una serie de tractos puritanos dirigidos en contra de grupos extremistas como los católicos romanos y los llamados "Familia del Amor". Sparke también escribió panfletos controvertidos contra los católicos. Pero ninguno de ellos permitía que sus opiniones personales se interpusieran en el camino de su lealtad a la iglesia anglicana, y ambos eran fervorosos estudiantes de la Biblia.

Para equilibrar el grupo de los puritanos de la Conferencia de la Corte de Hampton, Jacobo invitó al arzobispo de Canterbury, John Whitgift, a ocho obispos y a otras diez autoridades de alto rango de la Iglesia inglesa. Aunque la mayoría de estos hombres se oponían enérgicamente al puritanismo, estaban dispuestos a corregir las "cosas equivocadas de la Iglesia".

Algunas de esas autoridades de la iglesia, eran versados eruditos en la Biblia y sin duda alguna, abiertos a la idea de una traducción nueva de las Escrituras. Más tarde, siete de ellos se unieron al grupo de traductores de la Biblia King James. El arzobispo Whitgift había deseado durante años una Biblia nueva, pero no había logrado obtener el apoyo de la reina Isabel para realizar el proyecto. Otro funcionario preocupado por el futuro de la Biblia en inglés, fue el obispo Thomas Bilson, que estaba indignado por lo que él llamaba "la vana exhibición hecha" por los católicos romanos en el Nuevo Testamento de Rheims. El obispo John Overall era conocido internacionalmente como profesor de hebreo y experto en el cautiverio de Babilonia.

Estaba también, por supuesto, el gran Lancelot Andrewes, deán de la Abadía de Westminster. Andrewes había sido premiado con una de las primeras becas para estudiar griego y hebreo, que ofrecía Cambridge y también era famoso por sus conocimientos de latín, caldeo, sirio y árabe, además de unas quince lenguas modernas. Andrewes vio que era inútil continuar utilizando la Biblia de los Obispos. Por eso, hacía ya mucho tiempo que en sus magníficos sermones metafísicos, no utilizaba el texto de la Biblia de los Obispos, reemplazándolo por la versión de Ginebra y por su propia traducción original de las Escrituras.

Quizás Andrewes, más que ningún otro de los asistentes a la reunión, valoraba el sueño del rey, de tener una Biblia ecuménica. Dentro de su corazón, era tan o más pacificador que el rey. No veía razón alguna para que sus compañeros cristianos se pelearan por la doctrina, y en una ocasión escribió: "Si la consciencia estuviese hecha de lo que está fuera de controversia, de lo que es sólo lo elemental para la salvación cristiana, entonces el camino de la paz sería que todas las partes estuviesen de acuerdo, aun en medio de las controversias". Era indudable, que Andrewes fue el predicador favorito del rey Jacobo, y era bien sabido que el rey tenía la costumbre de dormir con uno de los sermones de Andrewes, debajo de su almohada.

COMIENZA LA CONFERENCIA


La víspera de la conferencia, el rey ofreció una pequeña recepción a todos los participantes. Algunos de ellos habían estado en la Corte de Hampton desde hacía más de un mes, celebrando con alegría las fiestas de Navidad con el rey y ocupando las 1200 habitaciones adornadas pomposamente con ornamentos navideños. Pocos días antes, Shakespeare había presentado una de sus obras a los huéspedes allí reunidos.

El primer día de la conferencia, todos los participantes se reunieron en la cámara privada del rey. Luego de una breve introducción, el rey, sin ninguna ceremonia, excluyó a los cuatro representantes puritanos, de todas las actividades del día. A continuación, se reunió aparte con las autoridades de la iglesia y conversó con ellas en forma privada sobre las "quejas" de los puritanos. Para sorpresa de todos, Jacobo se manifestó a favor de la mayoría de estas quejas y como dijo luego Andrewes "representó maravillosamente el papel de puritano". Jacobo, obtuvo claros triunfos en puntos muy importantes para los puritanos.

Al segundo día de la conferencia, se les permitió finalmente a los puritanos, entrar en el debate. Todos quedaron escandalizados con sus túnicas turcas en lugar de sus vestiduras académicas. Era, obviamente, una protesta contra las tradiciones de la universidad y de la iglesia. De acuerdo con el informe de un testigo ocular, Jacobo les dedicó un "discurso conciso y dulce" y los invitó a exponer sus puntos de vista.

De inmediato, John Rainolds, el vocero del grupo, se arrodilló y suplicó por la causa de los puritanos, resumiendo todos los puntos de la Petición Milenaria. Jacobo se impacientó con Rainolds pero accedió a muchas de las demandas de los puritanos. El rey estuvo de acuerdo con las principales modificaciones del Libro de oraciones y de la liturgia de la iglesia. Sólo tres de las peticiones de los puritanos obtuvieron un rechazo absoluto.

La respuesta de los anglicanos a la presentación de Rainolds, fue mordaz. El obispo Bancroft de Londres lo atacó repetidas veces en defensa de las ceremonias y las jerarquías de la iglesia. Jacobo también insultó al grupo de Rainolds, calificando sus demandas como "muy vanas y frívolas". Lo hizo para impresionar a los obispos, a quienes no quería ofender.

EN DEMANDA DE UNA BIBLIA NUEVA


Cuando finalmente Jacobo habló de la necesidad de la unión y la paz dentro de la Iglesia, Rainolds vio la oportunidad de presentar un proyecto que guardaba en su corazón: "una nueva traducción de la Biblia". Luego, destacó que tal cambio podría ser una ventaja política para Jacobo. Rainolds prosiguió, citando varios versículos con traducciones equivocadas de Biblias anteriores en inglés, mostrando como cada una de ellas alentaba la desobediencia civil, algo que él sabía, era lo que Jacobo más temía.

Una de las traducciones equivocadas que citó Rainolds era de Salmos 105:28, donde el significado original en griego (Ellos no desobedecieron) alaba a los israelitas por haber obedecido a Dios a pesar de las pruebas que les impuso en Egipto. De acuerdo con Rainolds, la traducción de los Obispos, invierte el significado correcto y declara que los judíos "no fueron obedientes". Para Jacobo, esa traducción errónea era una manifiesta traición e implicaba que bajo ciertas circunstancias, una persona no debía obedecer a Dios, ni al rey, el representante de Dios en la tierra.

El obispo Bancroft, rápidamente objetó la propuesta de Rainolds refunfuñando que "si uno tuviera que tomar en cuenta cada cambio de humor de un hombre, la variación de las traducciones no tendría fin". Pero en cuanto vio que el rey estaba de acuerdo con Rainolds no habló nada más sobre el asunto.

Por su parte Jacobo, hizo que todos supieran que él pensaba que la Biblia nueva era una idea maravillosa. Dejó bien en claro que no le gustaba ninguna de las otras Biblias en inglés, aunque sentía que el texto de la de Ginebra era el "peor de todos". Dijo que las notas del texto eran "sediciosas", "peligrosas" y "traicioneras". Jacobo prosiguió citando muchas de las notas de la Biblia de Ginebra que fomentaban la "desobediencia a los reyes".

Entonces, apenas cinco minutos después de que Rainolds hubiera sugerido una traducción nueva de la Biblia, el rey encomendó que se comenzara de inmediato "una traducción uniforme". Y como si él ya lo hubiera planeado, delineó en el acto, la manera precisa en que debía llevarse a cabo su orden. Les dijo: "Esto lo deben hacer los hombres más eruditos de ambas universidades (Oxford y Cambridge); luego debe ser revisada por los obispos y por el más docto de la Iglesia". Después dijo que a continuación, la nueva Biblia sería "presentada al Concilio Privis, y por último.. . ratificada por su autoridad real.. ."

Jacobo se las ingenió para que este proyecto de la traducción agradara a la mayoría. Tanto los representantes de las universidades, como las autoridades de la iglesia y los consejeros privados, estaban sin lugar a dudas, muy contentos de ser incluidos en ese proyecto. El mismo Jacobo debió sentirse muy complacido por tener la última palabra para que se publicara la nueva traducción.

Luego, el rey explicó que esperaba que la nueva Biblia cumpliera con dos objetivos importantes. El primero de ellos, sería ayudarlo a unir la lamentable división que imperaba en la Iglesia de Inglaterra. El segundo objetivo, debería ayudarlo a asegurar sus prerrogativas reales, su permanencia en el gobierno de Inglaterra. Con estos objetivos en mente, estableció específicamente que la nueva Biblia y sus notas debían apoyar ambas instituciones: la monarquía y la organización de la iglesia.

Al día siguiente Jacobo concluyó la reunión, hablando solamente de la unidad y la hermandad de la iglesia y lo hizo de una manera tan conmovedora, que participantes de ambos bandos sollozaron. Sus palabras no estaban exentas de significado. Durante el siguiente año calendario, probó lo sincero que había sido con respecto a la unidad religiosa nacional, al llevar adelante su ambicioso proyecto de la Biblia con casi increíble rapidez y energía. Paso a paso, Jacobo siguió adelante con los planes que había planteado en la Corte de Hampton, para poner en marcha la nueva Biblia. Impulsó a los puritanos y a los anglicanos, a los liberales y a los conservadores, y a los líderes de la iglesia y de la universidad, a trabajar hombro con hombro para lograr "una traducción uniforme" de la Biblia. Al hacerlo, Jacobo mantuvo "una traducción uniforme" de la Biblia. Al hacerlo, Jacobo mantuvo vivo algo muy especial: el espíritu ecuménico de la Corte de Hampton.

(Este es el segundo artículo sobre la Biblia King James.)

Mary Trammell, nuestra Redactora Adjunta, es especialista en estudios bíblicos, y William Dawley, nuestro Redactor de Secciones Especiales, es un periodista con mucha experiencia.

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