Desde Muy Joven me resistí a aceptar muchas de las actitudes que prevalecen en la sociedad; especialmente no podía aceptar que fuera necesario el sufrimiento humano.
Eso me indujo a indagar diferentes caminos psicológicos y religiosos. Siendo estudiante de secundaria, mis amigas y yo usábamos anfetaminas por la creencia de que éstas mejoraban nuestro rendimiento intelectual. Ese fue el inicio que me llevó a usar y depender de la marihuana durante 20 años, hasta que comencé a cuestionarme porqué lo hacía. La razón más importante que encontré fue que sentía que aumentaba mi inteligencia, dándome más lúcidez y conectándome más con mi vida interior.
Cuando empecé a estar insatisfecha con esta justificación, le pedí a Dios que me liberara de esta dependencia. En ese momento conocí la Ciencia Cristiana a través de una muy querida amiga. Empecé a estudiar el Padre Nuestro, con su interpretación espiritual de Ciencia y Salud (véase pág. 16—17). La frase que dice: "Santificado sea Tu nombre" y la interpretación "Unico adorable" me iluminó. Me ayudó a ver que sólo debía poner a Dios delante de mí, pues El es el Unico adorable. Encontré "la declaración científica del ser" (ibid., pág. 468) y leí las palabras: "No hay vida, verdad, inteligencia, ni sustancia en la materia". Diariamente pensé en este concepto. Como resultado, no me sentí con la necesidad de fumar por varios meses, ni aun pensé en hacerlo.
Entonces un día que fui a visitar a unos amigos, estos quisieron fumar conmigo. Me atemoricé. Pensé: "Hágase tu voluntad, y no la mía". En ese momento sentí una gran confianza. Cuando llegó el cigarro de marihuana a mí, dije muy calmadamente: "Muchas gracias, no fumo".
Volví a casa con un sentimiento maravilloso de libertad y de indescriptible gozo que ninguna droga me había otorgado. Supe que había sanado. Eso fue hace tres años y no solamente no he usado drogas sino que la Ciencia Cristiana también me guió a dejar de usar medicinas homeopáticas y de otros tipos.
Yo había tenido una creencia muy arraigada de que necesitaba de aspirinas para combatir unos frecuentes y fuertes dolores de cabeza, y las compraba por cajas. La libertad que me dio el estudio de la Ciencia Cristiana, y la inspiración espiritual que obtuve con ella, me liberaron de los dolores de cabeza y de toda necesidad de tomar aspirinas.
Actualmente soy miembro de La Iglesia Madre. Mi gratitud a Dios es inmensa. El guía mis pasos en cada momento, y El conoce todas mis necesidades. Agradezco a la Ciencia Cristiana por brindarme tanta luz y comprensión.
Río Negro, Argentina
