Cristo Jesus Acababa de hacer su declaración radical de que Dios lo había enviado para ser "la luz del mundo". Entre sus oyentes, se encontraban los que aparentemente estaban preparados para aceptar la misión de Jesús. Jesús les dijo que si ellos seguían sus enseñanzas como verdaderos discípulos, conocerían "la verdad". Y esta verdad, afirmó el Maestro, por su misma naturaleza "os hará libres".
No obstante, era evidente que había otros que no deseaban escuchar el verdadero significado del mensaje de Jesús. No hacía mucho que Jesús por medio de su persuasión moral y su autoridad espiritual, había convencido a los escribas y a los fariseos de que no mataran a una mujer que había sido sorprendida en una transgresión de la ley que comúnmente era castigada apedreando a la culpable. Sin embargo, en ese momento, la multitud se preparaba para apedrear a Jesús, debido a que hablaba abiertamente acerca de su eterna relación con Dios. Pero según dice la Biblia, "Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue" (véase Juan, cap. 8).
Entonces, ocurrió algo muy significativo: "al pasar" Jesús se encontró con un hombre que era ciego de nacimiento. El hecho de que ese hombre hubiese llegado al mundo en ese estado impulsó a los discípulos de Jesús a preguntar la razón de su ceguera. Trataban de atribuirlo a algún pecado que el hombre o sus padres hubiesen cometido. Pero Jesús rechazó esas posibles causas y, en cambio, señaló a sus discípulos la oportunidad que se había presentado "para que obras de Dios se manifiesten [en el hombre]".
Luego, Jesús volvió a hablar acerca de su misión de ser "la luz del mundo". Envió al hombre a lavarse a un estanque cercano, y el hombre regresó "viendo". Había sido sanado. En realidad, se había dado testimonio de las obras de Dios, y el hombre alabó a Dios delante de los fariseos (véase Juan 9:1—33).
¿Qué había ocurrido? ¿Qué era lo que había producido esa curación y tantas otras que Jesús y sus discípulos llevaron a cabo? ¿Qué es lo que hoy en día le imparte poder a la curación cristiana tal como se practica en la Ciencia Cristiana? La respuesta se encuentra en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras de Mary Baker Eddy. Este libro, el libro de texto de la Ciencia Cristiana, brinda el significado espiritual de la Santa Biblia y revela las verdades fundamentales de Dios y de nuestra relación con El, como sus hijos e hijas siempre amados. Ciencia y Salud también explica el Principio divino y las reglas de la curación cristiana que han permitido a miles de personas entender las leyes de Dios en las que se basaba el ministerio sanador de Jesús, para que de esta manera pudiesen comenzar a cumplir con el llamado que hizo el Maestro a sus seguidores de ir por todo el mundo predicando el evangelio y "[sanando] enfermos".
Entre las numerosas declaraciones existentes en Ciencia y Salud, que explican cómo se lleva a cabo la curación espiritual, las siguientes observaciones, destacan dos elementos que son esenciales para seguir el ejemplo de Jesús: la verdad absoluta y el amor puro e imparcial. La primera es parte de la respuesta que el libro de texto da a la pregunta: "¿Qué es el hombre?" y dice así: "Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos. Así Jesús enseñó que el reino de Dios está intacto, que es universal y que el hombre es puro y santo".Ciencia y Salud, págs. 475—477.
El entendimiento, la percepción y la afirmación de la verdad absoluta acerca del hombre como semejanza espiritual de Dios — como reflejo sagrado del Alma divina, la manifestación pura de la Vida, infinita — es el aspecto fundamental de la curación metafísica. La naturaleza perfecta del hombre verdadero, como expresión de un Dios totalmente perfecto, debe ser comprendida en todo su contexto y en todas sus demandas espirituales para la vida humana. Esta perspectiva, esta comprensión de que el ser del hombre es perfecto en Dios y a la cual se llega por impulso divino, ejerce una influencia poderosamente transformadora y curativa en el pensamiento y, por lo tanto, sobre el cuerpo. Cuando el Cristo, la Verdad, eleva el pensamiento por encima de las creencias enfermizas y pecaminosas acerca de la identidad de uno mismo, no sólo mejoran las condiciones morales, sino que ese mismo impulso divino establecido en la consciencia alimenta y restaura el cuerpo físico. La transformación del pensamiento a través de una percepción inspirada de la verdad absoluta, siempre tiene un efecto sanador sobre las condiciones del cuerpo, que son esencialmente la objetivación del pensamiento mismo. La verdad eterna e incontaminada acerca de Dios y el hombre, sana.
No obstante, existe otro elemento esencial en la tarea de curación: el Amor. Este elemento se hizo muy evidente en el ministerio de Jesús, pues la Biblia alude repetidas veces a la misericordia, ternura y compasión del Salvador. Y esto nos conduce a la segunda de las dos observaciones de Ciencia y Salud que se mencionaron anteriormente acerca de cómo se demuesta la curación cristiana. Esta declaración aparece en el capítulo dedicado específicamente a "La práctica de la Ciencia Cristiana". La Sra. Eddy escribe: "Si el Científico Cristiano atiende a su paciente por medio del Amor divino, la obra sanadora se realizará en una sola visita, y la enfermedad se desvanecerá en su estado original, la nada, como el rocío ante el sol de la mañana".Ibid., pág. 365.
¿No fue acaso esto lo que Jesús demostró con tanto éxito al contemplar la verdad absoluta de cada individuo y amando incondicionalmente a toda la creación de Dios? El sanó —en una sola visita— al hombre que había nacido ciego, a una mujer que había estado inválida durante dieciocho años, a un muchacho epiléptico, e incluso volvió a la vida a una jovencita que había muerto a causa de su enfermedad, y muchos otros casos más. La verdad absoluta no existe, ni puede existir, si no expresa el calor del amor de Dios. Una supuesta verdad, sin amor verdadero, sería como un río sin agua o una selva sin árboles o un día sin la luz del sol. Sería algo vacío, carente de significado y oscuro. Pero la verdad absoluta, la realidad no adulterada acerca de Dios y el hombre, nunca carece de significados y propósitos infinitos. Nunca es abstracta ni fría. Es tiernamente cálida, práctica, tangible, vital, y da vida.
Cuando con humildad seguimos los pasos de Jesús, una evaluación honesta de nuestra experiencia individual seguramente nos revelará en qué aspecto necesitamos todavía progresar para poder ser un testimonio más pleno de la naturaleza del hombre como reflejo del Amor y la Verdad divinos. En un artículo titulado "El camino", la Sra. Eddy escribe: "El camino es la Ciencia divina absoluta: andad por él; mas recordad que la Ciencia es demostrada paso a paso, y que nuestra demostración se eleva sólo en la medida en que nosotros nos elevamos en la escala del ser".Escritos Misceláneos, pág. 359.
Cuando hemos aceptado la llamada de Jesús de continuar en su palabra, expresar el amor de Dios se convierte en algo natural y al hacer esto estamos "conociendo" de manera demostrable la verdad. Estamos probando verdaderamente el poder presente de la realidad divina que se revela a sí misma en nuestra vida diaria. A través del amor puro, nos estamos elevando "en la escala del ser", y al comprender la verdad absoluta, nuestra demostración también debe elevarse. Estamos transitando por el camino de la curación del Cristo.