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Volvámonos a Dios en busca de respuestas

Del número de abril de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi Amiga Era una cristiana devota, dedicada por completo a ayudar a los demás. Se apoyaba en Dios porque es su Padre, listo para ayudarla en toda oportunidad.

Un día de desafíos fuera de lo común (y días así abundaban), ella se sintió agobiada, rechazada, y que nadie la comprendía. Sentada junto a ella, yo podía sentir lo oscura que era la nube de desaliento que llenaba la atmósfera.

Mientras la observaba con mucho amor, ella extendió su mano como buscando consolación de Dios. "¿Estás ahí?", preguntó a Dios con voz ansiosa. Luego se sentó y se quedó quieta.

"¿Qué te responde Dios?", le pregunté, y con una hermosa sonrisa me dijo: "Me está contestando: 'Sí, aquí estoy'. Eso me está diciendo el Padre".

En ese momento, lo que ocurrió me pareció demasiado poético, pero jamás lo olvidé.

Y hoy en día, en una época de la historia de la humanidad en que el pesimismo y la duda parecen ser tan profundos, me veo buscando a Dios para preguntarle esperanzada, al igual que mi amiga: "¿Estás ahí?". Y luego siento Su serena respuesta: "Sí, aquí estoy", y me invade una paz que me da las fuerzas que necesito para seguir adelante.

Por muchos años, he comprobado que Dios, el único poder supremo y el Principio divino de todo lo que es real y auténtico de verdad en el diseño eterno de las cosas, está siempre cerca para consolarnos y fortalecernos. Esto se debe a que Dios es Espíritu infinito y siempre presente. Podemos sentir que la presencia de Dios nos apoya y sostiene cuando consagramos a El todo nuestro corazón.

Jesús, el maestro cristiano, nos ha mostrado el camino. El ejemplificó al Cristo, la Verdad, la Palabra de Dios en acción. "No os dejaré huérfanos", les dijo a sus discípulos cuando necesitaban aliento. Y anteriormente había dicho: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros". Juan 14:18, 1, 2.

Cada uno de nosotros tiene hoy un lugar perfecto en el plan divino establecido y mantenido por nuestro Creador. Esta es la realidad espiritual de nuestro ser, y si escuchamos la voz del Padre y seguimos Su dirección, comenzaremos a ver en mayor medida que ese lugar se manifiesta humanamente. Percibiremos la manera de reflejar Su amor para beneficio de todos.

En la Ciencia Cristiana aprendemos una forma diferente de ver las cosas. No aceptamos el concepto general que se tiene del hombre como, básicamente, una entidad física y biológica, sujeta a todos los peligros que acompañan a la existencia material. Comprendemos que el hombre, en la Verdad eterna, no está definido por la materia o lo físico, sino por el Espíritu, su Creador.

En Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana escrito por la Sra. Eddy, encontramos estas palabras: "El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las Escrituras nos informan que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. La materia no es esa semejanza.. . El hombre es idea, la imagen, del Amor; no es físico". Y continúa definiendo al hombre como "lo que no tiene mente separada de Dios; lo que no tiene ni una sola cualidad que no derive de la Deidad.. ."Ciencia y Salud, pág. 475.

Usted y yo pensamos correctamente cuando reconocemos que no somos personalidades físicas, como el sentido material nos representa falsamente, sino que somos expresiones individuales del Espíritu divino, como la Mente perfecta sabe que somos. Comenzamos a abandonar las creencias destructivas de la vanidad mortal y del autodesprecio mortal. Nos esforzamos por reconocer el gobierno del único Ego divino y por someter todo lo que pensamos, decimos y hacemos al Principio de toda acción armoniosa, Dios.

Cuando aprendemos a dejar que el Principio divino gobierne nuestra consciencia de esta manera, esto actúa como una ley de acción perfecta y normal para cada una de las funciones de nuestra vida, una ley de armonía para nuestra asociación con los demás, una ley de provisión para toda necesidad. Dios no nos abandona.

Pero puede que a veces nos sintamos temerosos y llenos de dudas. Tal vez estemos enfrentando serios problemas que tengan que ver con nuestra familia, nuestro hogar, negocios o salud, que nos parezcan abrumadores y que no sepamos cómo resolver. Quizás nos sintamos solos y deprimidos, como mi amiga.

Entonces tenemos que volvernos al Padre, prestar atención a Su mensaje alentador, "Sí, aquí estoy", y confiar en El para que nos dé la respuesta que necesitamos. "¿A dónde huiré de tu presencia?", dice el salmista refiriéndose a Dios. "Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás". Salmo 139:7, 8. ¡Allí! ¡Aquí! ¡Dondequiera que estemos!

En el pasado, más de una vez me trató de invadir un profunda tristeza, y se presentaba la sugestión: "¿Crees que realmente tienes valor alguno? ¿Estás haciendo bien las cosas? Piensa qué sabio hubiera sido hacer las cosas así o asá". Luego, tendía a sentirme deprimida y temerosa por lo que el futuro me deparaba.

Estoy aprendiendo que en esos momentos debo buscar a Dios y hacer callar el clamor de todo sentido personal y mortal de identidad, que si lo permitiéramos, nos rociaría continuamente con pensamientos tristes y sin esperanza. A mi modo, le pregunto al Padre: "¿Estás ahí?" Y estoy siempre consciente de Su respuesta reconfortante. Luego, me levanto en el verdadero entendimiento de lo que El es — Amor, Vida y Mente divinos y siempre presentes — y de lo que soy yo como la propia idea espiritual de la Mente, satisfecha, útil y armoniosa. Esto me hace sentir segura de Su dirección y amor. Puedo agradecerle por la forma en que Su mano firme ha corregido los errores a través de los años y me ha sostenido en épocas de crisis. Es la oración que nunca falla.

"El hombre es la idea del Espíritu; refleja la presencia beatífica, llenando de luz el universo", escribe la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, en Ciencia y Salud.Ciencia y Salud, pág. 266. Cualquiera que sean nuestros antecedentes personales, podemos saber que puesto que en la Ciencia realmente reflejamos la presencia eterna, santa y beatífica, que es Dios, todos y todo en lo que pensamos puede ser bendecido. Podemos decir de nosotros mismos y de los demás: "Dios es la luz, y nosotros somos Su resplandor. Somos el resplandor que la luz está causando". Cuando vivimos de esta forma de acuerdo con nuestro verdadero ser, esta irradiación de la Verdad llega a todo el mundo con su poder sanador.

Podemos saber con certeza que la voz de la Verdad es oída. ¡Ella misma se hace sentir! Desenreda los nudos mentales, limpia las impurezas, consuela y sana. La soledad y la conmiseración propia son eliminadas cuando despertamos a una perspectiva más genuina y científica y reconocemos sus bendiciones. ¡La amargura y la hosquedad simplemente desaparecen! Entonces, podemos avanzar con más fuerza y gracia que antes.

En el libro de los Salmos encontramos la promesa del Padre para todos los que habitan "al abrigo del Altísimo", la consciencia de la santa presencia y poder de Dios: "Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación". Salmo 91:1, 15, 16.

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