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La naturaleza del hombre

Del número de abril de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Esta Usted Buscando curación?

A menudo se identifica la curación con "ser sano". Uno de los conceptos sanadores más amplios en la Ciencia Cristiana es el que afirma que la naturaleza del hombre es la expresión sana e indivisible de Dios.

Mary Baker Eddy, quien expone la Ciencia divina de la curación en su descubrimiento de la Ciencia Cristiana, hace una declaración que es básica para comprender con eficacia la verdadera naturaleza del hombre. Ella escribe: "¿No es un hombre metafísica y matemáticamente un número uno, una unidad y, por lo tanto, un número entero, gobernado y protegido por su Principio divino, Dios?"Pulpit and Press, pág. 4.

Considere que Dios es el Principio divino del ser, la Vida misma. Puesto que Dios es el único creador y es infinito, de una manera individual Su reflejo necesariamente manifiesta, cualitativamente, la totalidad de Su ser como una unidad completa o representativa de El. Una unidad implica ser intacto, entero, un todo indivisible. Por ser la semejanza de su fuente, cada hijo de Dios, de un modo preciso e individual, manifiesta la totalidad de Dios, que es Todo y lo sabe todo.

Los problemas corporales que deseamos sanar son los efectos subjetivos de creer que el hombre es una máquina biológica personal, compuesta de distintos sistemas y órganos materiales, a veces saludables y a veces enfermos, jóvenes y después viejos. Se supone que estas máquinas son propensas a males en parte; por ejemplo, un sistema digestivo puede dejar de funcionar bien mientras que las funciones motoras siguen operando adecuadamente.

Este sentido falsificado de lo que es el hombre es exactamente lo opuesto al hombre verdadero, espiritual, creado a la imagen y semejanza de Dios. Cristo Jesús claramente se refirió a esta verdad cuando dijo: "No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente". Y dijo: "Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo". Juan 5:19, 26.

La Sra. Eddy explica en detalle la naturaleza del hombre como reflejo espiritual cuando escribe en Ciencia y Salud: "Dios es el creador del hombre, y permaneciendo perfecto el Principio divino del hombre, la idea divina o reflejo, el hombre, permanece perfecto. El hombre es la expresión del ser de Dios". Más adelante en la misma página continúa diciendo: "Las relaciones entre Dios y el hombre, el Principio divino y la idea divina, son indestructibles en la Ciencia; y la Ciencia no conoce ningún alejamiento de la armonía ni retorno a ella, sino mantiene que el orden divino o ley espiritual, en que Dios y todo lo que es creado por El son perfectos y eternos, ha permanecido inalterado en su historia eterna".Ciencia y Salud, págs. 470—471.

Como sucede con los números enteros en las matemáticas, cada uno de nosotros, como expresión individual del Principio divino, la Vida, tiene una identidad muy particular. Tenemos nuestro propio sitio en el esquema de todas las cosas, es decir, un propósito ordenado por el Principio que nadie más puede cumplir, así como una relación con cada una de las otras ideas de Dios basada en el Principio. El Principio que es Dios mantiene la integridad de cada expresión de Dios.

La verdad espiritual nos reeduca, corrige el concepto equivocado acerca del hombre de que es una fracción, que germina materialmente, que se desarrolla y luego decae. La Verdad revela la condición genuina del hombre, que es la imagen completa, siempre en desarrollo, de todo lo que constituye el Espíritu divino. La comprensión de que el hombre es indivisible anula la aceptación irreflexiva de la mentira mortal de que la vida no es nada más que un cambalache; que comenzamos como un bebé incompleto que, si bien es inocente y puro, carece de experiencia, sabiduría, criterio y paciencia. Este niño parece que tiene que entregar sus cualidades puras para comprar aspectos de su madurez posterior. Sin embargo, mediante la Ciencia Cristiana, descubrimos que nosotros y nuestros hijos tenemos el derecho divino de expresar compleción inalterable. El hombre refleja totalidad espiritual por ser la imagen de un Padre-Madre ilimitado. Esta integridad de la verdadera identidad puede ser demostrada en nuestra experiencia a medida que la comprendemos y la vivimos. Una vez que el Cristo, la idea verdadera de filiación, abre el pensamiento a esta posibilidad, puede empezar a manifestarse la demostración de nuestra verdadera naturaleza.

No puede haber ninguna inconsistencia entre una unidad individual y el todo que ésta representa. El darse cuenta de esto tiene el respaldo de la autoridad del Cristo, la Verdad, y nos habilita para obtener dominio sobre el proceso mortal de envejecimiento. A medida que captamos el hecho espiritual de la totalidad del hombre, podemos ayudar a los niños a expresar más independencia y confianza, y aquellos llamados "viejos" encuentran que sus capacidades permanecen más constantes y normales, libres de deterioro y decrepitud. No es necesario perder la vitalidad para preservar la fortaleza, ni la flexibilidad para disfrutar de estabilidad.

La integridad imperturbable del Espíritu divino asegura la integridad del hombre porque es Su idea. Puesto que la fuente es eternamente perfecta, su manifestación no puede ser menos. Santiago lo expresa exquisitamente: "Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación". Sant. 1:17.

Debido a la practicidad que caracteriza a la Ciencia Cristiana, las magníficas verdades espirituales se pueden aplicar a las minucias de la vida diaria, hasta para la curación de lo que se denomina un resfriado común. Tuve una curación de ese tipo un día al aplicar las mismas verdades que se encuentran en este artículo. Me sentía horrible, ¡lo que menos parecía era un todo armonioso! La ignorancia mortal me estaba sugiriendo que había caído prisionera de un cuerpo material que podía tener una parte enferma mientras que el resto estaba normal; que yo podía estar bien un día y enferma al siguiente.

Tomé la Biblia y se abrió en la epístola a los hebreos, donde leí: "Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía". Hebr. 11:3. Muy bien, pensé, tengo la autoridad de la Biblia para saber que soy, en realidad, una idea, que reflejo sustancia espiritual, no material, como parece verse. No estoy más sujeta a una condición material, un resfrío, de lo que lo está el número uno en las matemáticas o la nota "mi" en la escala musical. Comprendí que una idea es eterna; no está enmarcada por el tiempo, no pasa por diferentes condiciones en diferentes etapas de su existencia.

Después consideré en oración la naturaleza de la fuente que determina mi condición inmutable. En la Biblia, en el libro de Isaías, el autor pregunta: "¿Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo, con tres dedos juntó el polvo de la tierra, y pesó los montes con alabanza y con pesas los collados?" Isa. 40:12. En oración sentí un orden tangible, una economía perfecta, donde no podía haber exceso, ni deficiencia; tuve una vislumbre del equilibrio y la pureza del Principio divino. Sabía que éste era el Principio de la totalidad de mi ser en ese mismo momento, separado de la falsa evidencia material que mostraba lo contrario. Dios no podía ser la causa de parte de mi ser, haciendo normal esa parte. ¡Mi habilidad para moverme estaba bien! ¡Mi moralidad estaba intacta! Mientras que otra causa gobernaba mi habilidad para respirar. El hombre no está constituido de muchas partes, sino que es un todo, una unidad.

Instantáneamente, la cabeza y el pecho se descongestionaron. No fue como si alguna sustancia hubiera drenado o sido expulsada. La única forma que conozco de explicarlo es que de pronto percibí que la experiencia era una ilusión. En un momento el resfriado era una convicción concreta que resultaba en una enfermedad; al momento siguiente no era aceptado ni en el pensamiento ni en el cuerpo. Percibí que el hombre como idea — una idea completa y entera, la expresión del Principio perfecto — sólo es influido y gobernado por las leyes sustentadoras del Principio, el Amor, no por los caprichos de la materia. La comprensión de la totalidad de Dios y de que Su idea espiritual está siempre intacta ¡me había sanado!

¿Puede una idea pura ser impura en parte? ¿Puede el Principio ser ordenado y caótico a la vez? Cristo Jesús demostró a la humanidad que el hombre es una totalidad al probar que el hombre no está creado de partes materiales, capaz de ver pero no de oír; capaz de amar pero no de caminar. Con visión espiritual Jesús vio más allá de toda la pretensión de la fragmentación física. Las cualidades y atributos divinos reflejados que constituyen al hombre espiritual no deben ser considerados "partes" sino aspectos de una unidad integrada que nunca funciona mal, nunca falla. Las cortaduras, las fracturas de huesos, la doble personalidad o cualquier otra forma de división no tienen que ser aceptadas como la verdadera condición del hombre.

La realidad es, en efecto, la unidad espiritual, la totalidad; no carece de nada. En vista de que es inexpugnable e indivisible, el hecho científico es que porque podemos ver, podemos oír. Porque podemos oír, podemos ser activos. Porque podemos ser activos, somos inteligentes. Porque somos inteligentes, somos amorosos. Porque somos amorosos estamos empleados espiritualmente. Porque estamos empleados espiritualmente, tenemos provisión. El hombre es una idea compuesta e íntegra, y la ley de Dios lo sostiene y mantiene intacto.

En verdad, entonces, no somos una entidad material gobernada por el cerebro y compuesta de partes separadas; somos la completa e intacta semejanza espiritual de Dios. La comprensión de esta idea correcta acerca del hombre tiene el efecto práctico de devolver la salud y la integridad al enfermo y al pecador. La verdad de que cada individuo no puede ser menos que completo, nos da fuerzas para esforzarnos por expresar más y más la superioridad que Dios nos dio sobre las pretensiones tanto del pecado como de las condiciones físicas aquí y ahora mismo.

Al igual que nosotros somos la causa de cada aspecto de nuestro reflejo en un espejo, Dios es la causa de cada aspecto de Su reflejo, el hombre y el universo. El hombre, como reflejo, no puede ser parte espiritual y parte material o parte mortal y parte inmortal. La integridad del Principio divino es una ley de eliminación de estas inconsistencias ilusorias. El hombre está, como enseña la Ciencia Cristiana, "... gobernado y protegido por su Principio divino, Dios"; es cabal, santo y libre de condiciones físicas.

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