Probablemente, Todos, En alguna ocasión, al vernos ante un problema, nos hemos rendido aun antes de intentar resolverlo. Resulta más fácil decir: "¡Es demasiado difícil para mí; nunca lo voy a entender; me es imposible hacerlo!"
Los que recién comienzan el estudio de la Ciencia Cristiana, quizás se sientan intimidados cuando conocen a otras personas que se han criado en la Ciencia, o que ya hace muchos años que la están estudiando. Cuando se presentan desafíos, uno quizás sienta la tentación de sentirse desvalido al pensar en que todavía tiene mucho por aprender o que la curación aún no está a su alcance.
No se desanime. Nuestra habilidad para sanar a través de la oración no se basa en cuanto sabemos; es, más bien, el resultado de la calidad de nuestro pensamiento, de tener un corazón abierto y honesto para recibir y comprender las sencillas verdades que nos revelan nuestra oración y nuestro estudio. Cristo Jesús, nuestro amado Maestro, nos instruye con estas palabras: "De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos". Mateo 18:3. Esta clase de pensamiento puro, inocente, propio de un niño — que es tan necesario para discernir y experimentar la armonía de la realidad espiritual — no depende de los años de estudio, sino que es inherente a nuestra verdadera naturaleza como hijos de Dios y, por lo tanto, está siempre a nuestro alcance.
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