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El argumento en el tratamiento de la Ciencia Cristiana

Del número de abril de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Ceder Al Poder sanador de Dios por medio de la oración es uno de los aspectos fundamentales del cristianismo. La oración eleva el pensamiento a una altura donde se siente claramente la presencia de Dios, de la Verdad y el Amor; donde uno está consciente de la bondad omnímoda de Dios. Cuando el pensamiento cede a lo divino, se produce la curación.

Hay épocas en las que estamos tan conscientes del amor de Dios — tan en armonía con El — que la curación es instantánea. En otras ocasiones, podemos necesitar ayuda para percibir, con absoluta convicción, la realidad de la totalidad de Dios y del hombre como Su imagen. Es entonces cuando podemos orar utilizando como herramienta el argumento mental.

El argumento basado en la oración niega las sugestiones del sentido material (lo que los cinco sentidos físicos nos dicen) y afirma las verdades del sentido espiritual (lo que Dios nos dice). El sentido material insiste en que el hombre es un mortal frágil, sujeto a la enfermedad. El sentido espiritual trasciende lo que informa el sentido material y nos permite discernir la imagen de Dios, que es espiritual y perfecta, fuerte y libre, exenta de enfermedad. Cristo Jesús, el Metafísico por excelencia, nos dijo: "Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público". Mateo 6:6. Al comentar acerca del consejo de Jesús en Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: "Para orar como se debe, hay que entrar en el aposento y cerrar la puerta. Tenemos que cerrar los labios y silenciar los sentidos materiales. En el santuario tranquilo de aspiraciones sinceras, tenemos que negar el pecado y afirmar que Dios es Todo".Ciencia y Salud, pág. 15.

En la medida en que nuestro pensamiento esté basado en la evidencia espiritual, alcanzamos la salud y la armonía. El hecho es que sólo lo que el sentido espiritual informa es verdad, porque no puede haber nada opuesto al Dios infinito. El testimonio del sentido material sólo parece ser cierto, tal como en las matemáticas las respuestas incorrectas pueden parecer verídicas hasta que se conocen las respuestas correctas y su fundamento.

La oración que sana no es voluntad humana. La oración trae curación cuando está basada en una comprensión de lo que ya es verdad acerca de Dios y el hombre. No es un intento de hacer que la armonía sea real o de cambiar una situación mala en una buena. La oración sanadora tampoco es una forma de pensamiento positivo, que es producto de la mente humana y un esfuerzo por mirar "el lado bueno" de las cosas, mientras acepta el "otro lado", como algo presente y real. Es necesario que la oración esté basada en Dios, teniendo presente que el único poder o presencia es la Mente divina, Dios.

Jesús nos dijo: "Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres". Juan 8:31, 32. Nuestro conocimiento de la verdad en la oración es mucho más que una simple repetición de hechos espirituales y la declaración de que lo opuesto, los argumentos basados en la materia, no son verídicos. La oración que se dice mecánicamente no sana, porque está desprovista del amor a Dios y al hombre que es esencial para la destrucción del error. Para sanar, necesitamos sentir en cierto grado la compasión pura y la autoridad que el Maestro expresaba. Cuando nos volvemos a Dios con humildad en busca de las ideas que necesitamos para solucionar un problema, junto con las ideas nos llega el poder transformador del Amor divino. Al ceder a este Amor, se produce la curación.

Dios, el bien, está siempre presente y es todopoderoso, y no concede lugar ni momento para algo opuesto. Un opuesto a Dios sólo puede existir como suposición. Pero una suposición nunca es real. Por lo tanto, la realidad del argumento cristianamente científico se construye reconociendo que sólo hay un hecho, una realidad: la armonía que deriva de Dios.

Para ilustrar la verdad de que sólo hay una realidad — sólo un lado de la existencia — a saber, Dios, el bien, en cierta ocasión, la Sra. Eddy les dijo con certeza a sus alumnos en una de sus clases: "No hay dos — Mente y materia. Tenemos que poner fin a esa noción. Como comúnmente pensamos, nos imaginamos que todo estará bien si echamos algo en el platillo de la Mente, pero debemos comprender que a la Mente no se la echa en la balanza con la materia; sólo entonces estamos obrando de un solo lado y según la Ciencia".Escritos Misceláneos, pág. 280.

La oración, tal como la enseñó Cristo Jesús y se la comprende en la Ciencia Cristiana, reconoce que los síntomas físicos de enfermedad son meramente la objetivación de un estado mental falso. De manera que el argumento mental no se emplea para mejorar una realidad mala sino simplemente para corregir un concepto erróneo.

Argumentar a favor de los hechos espirituales y en contra de las suposiciones mortales corrige el pensamiento materialista y remueve la objetivación, sea ésta enfermedad o pecado. Dirigir la oración en contra de los síntomas físicos únicamente es ignorar el hecho de que éstos no son realmente la esencia del problema; su esencia es el pensamiento erróneo.

Si acaso conocemos el nombre de la enfermedad, es útil que en nuestro argumento afirmemos mentalmente que esta enfermedad (llamándola por su nombre) no es una realidad y, por lo tanto, no es parte de la verdadera identidad de la persona por la cual estamos orando. Sepamos o no su nombre, podemos igualmente rechazar tanto los sistemas y la supuesta causa de la enfermedad, como la creencia general en la enfermedad, apoyándonos en la realidad y el todopoder del bien.

El argumento mental muchas veces nos lleva a una curación rápida. De todos modos el sanador continúa dando tratamiento científico hasta que el pensamiento del paciente cede a la Verdad espiritual y al Amor, y el cuerpo manifiesta salud.

Cuando Cristo Jesús oraba, él percibía que se hallaba presente la perfección de Dios, como el Espíritu, la Vida y el Amor. Sabiendo que Dios está en este preciso instante en el punto mismo de la perfección, podemos comprender que la creación de Dios, el hombre, se encuentra ya mismo en el punto de la perfección, en un estado de perfecta armonía. Esta es la única realidad del ser. De este modo, nuestro argumento, basado en lo espiritual, afirma que el hombre es, en este preciso momento, armonioso y que no está luchando por lograr la perfección.

Recuerdo una curación de un repentino dolor agudo en la cadera. Recurrí a Dios mentalmente para hallar la verdad espiritual que necesitaba y me vino al pensamiento que yo había estado aceptando que una dolencia similar, de uno de mis amigos, podía ser real. Entonces, me di cuenta de que si aceptaba que una condición de enfermedad podía ser real para alguno de los hijos de Dios, no tenía ninguna base desde la cual reclamar ser eximido, puesto que todos somos hijos de Dios y, por lo tanto, o todos estamos eximidos, o no lo está ninguno. Entonces reconocí con gran gozo que Dios, el Amor divino, había creado sólo el bien para todos Sus hijos, y debido a que Dios es infinito, no podía haber otro creador que hubiera creado tal cosa como el dolor. Por lo tanto, nadie, ni yo mismo, podía sentir dolor. De inmediato, el dolor desapareció por completo.

La Sra. Eddy responde a la pregunta: "¿Es erróneo orar por el restablecimiento de los enfermos?", de esta manera: "No lo es, si oramos conforme a las Escrituras, comprendiendo que Dios ha dado todas las cosas a aquellos que Le aman; mas el pedirle al Amor infinito que nos ame, o que restablezca la salud y la armonía, y luego admitir que la salud se ha perdido bajo Su gobierno, es la oración de duda y de la creencia mortal la cual resulta ineficaz en la Ciencia divina".Ibid., pág. 59.

Debido a que el argumento mental inspirado por Dios participa de la naturaleza de la Palabra de Dios, pone el pensamiento en armonía con la omnipotencia y la omnipresencia de Dios, el verdadero sanador. En el tratamiento, el argumento a menudo se pronuncia en silencio, y el espíritu de la Palabra de Dios llega a la consciencia del paciente y erradica el error con la verdad, lo cual resulta en curación. Sabiendo esto, podemos confiar en Dios cuando oramos, y resistir la tentación de intentar convencer al paciente, mediante un discurso, de que recupera la salud, acción que es en sí misma un aspecto de la voluntad humana.

Aunque puede ser sabio compartir con un paciente los hechos espirituales apropiados, una larga disertación puede provenir de una falta de confianza en la eficacia de la oración sincera y silenciosa. Asimismo un argumento audible muy extenso puede incitar inadvertidamente a un paciente que aún no está preparado para oír los hechos espirituales, a resistirse a la verdad y de este modo trabajar en contra de su propio bienestar. El sanador, que ama las verdades cristianamente científicas que él afirma, como las ha demostrado en su propia vida, está convencido de la validez de las mismas. Esta comprensión dota a su oración de autoridad divina.

Podríamos naturalmente preguntarnos: "¿Cómo sé yo en qué puntos espirituales debo basar mis argumentos?" Algunas veces el sanador conoce naturalmente el o los puntos metafísicos que son pertinentes a un caso en particular. Otras veces, el sanador llega a las verdades específicas que necesita emplear en su argumento al invertir las sugestiones erróneas específicas de la enfermedad, o cualquiera sea la discordancia. En otras ocasiones, él o ella se da cuenta de que al afirmar alguna verdad espiritual en particular, un sinónimo de Dios, una frase de la Biblia o de los escritos de la Sra. Eddy o una parte de un himno, el pensamiento será suavemente guiado hacia las ideas espirituales apropiadas. Esto, a su vez, pone el pensamiento en conformidad con el espíritu de Verdad y esto trae curación.

Nada podría producir mayor gozo que contemplar el bien que Dios ha creado y ver que las sugestiones malignas opuestas ¡no tienen validez en el caso! Puesto que Dios ya ha hecho que la verdad sea verdadera, el sanador puede reclamar su liberación de cualquier sentido de aflicción personal o de falsa responsabilidad. Como Dios es el Uno que ha hecho a Su hijo por siempre perfecto, siempre le damos a El la gloria por la curación.

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