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Tenemos mucho en común

Del número de abril de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Recuerdo Como Me sentí cuando una chica de mi clase de secundaria tomó la parte posterior del cuello de mi camisa, lo dio vuelta para leer la etiqueta y se fue riendo tontamente con sus amigas. Yo no estaba usando una marca considerada "en onda". Las marcas se habían convertido, y eso sucede aún con frecuencia, en una forma rápida de determinar con quién deseaban relacionarse los jóvenes. A medida que la gente madura, es muy probable que vean cuán superficiales son estos modelos. Pero, aunque no nos damos cuenta, muchos de nosotros hacemos, en otros sentidos, el mismo tipo de "discriminación por la apariencia".

Si bien no me preocupa la marca de la ropa que usa la gente, muchas veces he permitido que cosas como el estilo de la ropa, el acento, el peinado, la edad y el nivel social influyeran en mi pensamiento para determinar si yo tendría algo en común con otras personas. Se ha vuelto cada vez más obvio para mí que al hacer esto privo, no a los demás, sino a mí misma de tener relaciones beneficiosas. Lo que se necesita es el entendimiento espiritual de lo que es real e importante en nuestra identidad.

La Biblia revela que Dios es Espíritu y el hombre es Su semejanza; por lo tanto, tenemos autoridad para afirmar que la identidad es espiritual. Puede que nos cueste algún esfuerzo comprender esto, porque estamos acostumbrados a ser impresionados por la apariencia material. Pero la verdad de la naturaleza completa y espiritual del hombre debe aceptarse antes que podamos elevarnos aún más en el entendimiento de la verdadera identidad. A medida que la naturaleza del hombre como reflejo de Dios se vuelve más clara para nosotros, vemos que es necesario comprenderlo más para saber qué es verdadero acerca de Su imagen. A través de la oración, de un estudio de la Biblia junto con Ciencia y Salud de la Sra. Eddy, así como del esfuerzo diario por vivir lo que aprendemos, podemos ampliar nuestro entendimiento acerca de Dios, de Su sabiduría, amor, pureza y perfección. Nos regocijamos al reclamar estas cualidades como nuestras porque somos realmente la expresión de Dios, demostrando Su naturaleza, glorificándolo.

Pero algo se pierde si no incluimos a nuestros hermanos y hermanas en este cuadro. Después de todo, la creación de Dios es completa y lo incluye todo. Aunque por el momento la perfección del hombre no sea evidente para nosotros, necesitamos reconocer que esa elevada condición es real porque está a la altura de la perfección de Dios. Para cultivar un entendimiento constante acerca de la idea completa de todo lo que Dios crea, se requiere humildad y consagración. La oración diligente y sincera nos permite reconocer la certeza de lo que Dios revela acerca de la naturaleza del hombre. Esta oración necesita ser acompañada de mansedumbre: una buena disposición para renunciar a los conceptos pecaminosos y desagradables del hombre. Poco a poco, un punto de vista más hermoso reemplazará la perspectiva crítica que vuelve trivial la identidad del prójimo, y estaremos cada vez más conscientes de las cualidades divinas en nosotros mismos y en todos aquellos que conocemos.

He aquí una prueba que considero útil para determinar la legitimidad de mis pensamientos acerca de los demás. Cualquier pensamiento destructivo que comience con: "Cualquiera que ...", debería ser eliminado inmediatamente. Todos hemos tenido este tipo de pensamientos, en algún momento. Suenan algo así como: "Yo no tendría nada en común con alguien que se pusiera esa ropa, votara a ese candidato, se casara con tal persona, manejara ese auto, fuera a esa iglesia". Algunas veces nuestro rechazo mental de otra persona se produce tan rápidamente que no nos damos cuenta de qué pensamiento lo provocó. Pero como cristianos, nos enseñan a mirar esto con mayor profundidad. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy explora lo que descubrió sobre la Ciencia del cristianismo que Jesús enseñó. Ella desafía a sus lectores diciendo: "Debemos examinar profundamente la realidad en vez de aceptar sólo el significado exterior de las cosas".Ciencia y Salud, pág. 129.

El trabajo sanador de Cristo Jesús documenta el efecto poderoso de mirar más allá de la apariencia superficial para ver la realidad espiritual. Su comprensión de que el hombre es la semejanza propia de Dios era la base de sus enseñanzas acerca de la inseparabilidad del hombre con Dios y de la armonía y el amor que nos vinculan los unos a los otros en la familia de Dios. Jesús nos dejó el modelo para practicar nuestra hermandad con toda la humanidad. Aunque fue impulsado a elegir para su círculo más cercano de discípulos a aquellos que eran espiritualmente receptivos, vio la pureza y la perfección de todo lo que Dios crea, y trabajó para ayudar aun a aquellos que se habían alejado mucho de su verdadera naturaleza para que reconocieran su integridad espiritual. La Biblia menciona, entre aquellos que rodeó con su amor, a gente de otras religiones, nacionalidades y estratos sociales. Nos instó a amar como él lo hizo; a amar a nuestro prójimo, así como a aquellos que consideramos nuestros enemigos.

No tenemos autoridad para tener opiniones falsas que nos dividan de nuestros hermanos y hermanas, y podemos reconocer que lo que tenemos en común es nuestra semejanza con Dios, nuestra verdadera naturaleza como el reflejo del Amor divino. El buscar constantemente la evidencia de esta naturaleza espiritual en los demás nos ayuda a ir más allá de la apariencia superficial para identificarlos con mucha más exactitud. No podemos permitir que las apariencias nos impidan alcanzar el entendimiento ordenado por Dios acerca de la verdadera masculinidad y femineidad, que nos llevan a tener relaciones que bendicen a los demás y a nosotros mismos.

Un ejemplo de la bendición que viene cuando estamos dispuestos a aceptar la manera en que Dios identifica al hombre, se encuentra en el Nuevo Testamento. En el libro de Hechos encontramos la historia de la conversión de Cornelio. El era un hombre "piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre". Hechos 10:2. Pero era un centurión romano. El hecho de que Pedro viniera a enseñarle es de lo más conmovedor, porque Pedro inicialmente tenía muy en cuenta las prohibiciones judías respecto a las relaciones con los gentiles. Pero mientras los hombres de Cornelio estaban viajando para ver a Pedro y pedirle que viniera a ellos, Pedro subió a la azotea para orar. Allí Pedro tuvo una visión que lo preparó para recibir a los hombres de Cornelio, a pesar de las diferencias culturales. Después de viajar para ver al centurión, Pedro le dijo: "Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo". Hechos 10:28. A pesar de que Pedro no fue apoyado inmediatamente en esta acción por los otros discípulos, fue humildemente obediente a esta condición de igualdad superior. El impacto de esta obediencia fue grandioso, ya que ayudó a encontrar el camino para la apertura del cristianismo a los gentiles.

Nosotros también podemos orar para ser receptivos a la revelación de Dios de la verdadera identidad. A medida que lo hagamos, las apariencias humanas perderán su capacidad de atraernos o hacernos rechazar a los demás, y podremos cumplir cada vez más con el mandato de Jesús de: "No juzguéis según las apariencias sino juzgad con justo juicio". Juan 7:24. Al aprender a identificar y apreciar las cualidades de Dios en cada persona que conocemos, nos regocijaremos con las variadas e infinitas expresiones de Su bondad que hay alrededor nuestro.

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