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Una doctrina sanadora: el Amor no puede sufrir privaciones

Del número de abril de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las Situaciones Dificiles pueden variar mucho en tipo y en severidad. Pero cualquiera sea el problema, a menudo se relaciona fundamentalmente con la creencia de que podemos sufrir de carencias. Pueden consistir tal vez en la imposibilidad de satisfacer necesidades básicas tales como alimento, ropa, vivienda, o seguridad en el vecindario o a nivel nacional. Pero aun cuando estas cosas esenciales están a nuestro alcance, puede haber otras razones para sentir privaciones: falta de relaciones satisfactorias, falta de éxito en el trabajo, preocupación por la falta de apoyo para causas consideradas vitales para el bienestar general, o debido a una salud precaria o inestable.

Hace unos años, una noche de invierno tuve una experiencia que, si bien podría considerarse de menor importancia, me enseñó algo útil acerca de cómo orar para vencer la carencia. Mi esposo y yo habíamos asistido a una reunión de testimonios de los miércoles en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico
Church of Christ, Scientist. Después de la reunión, al escuchar que un visitante comentaba lo escaso de la concurrencia, expresé algunos puntos de vista que podían justificarlo, uno de los cuales era las condiciones desfavorables del tiempo.

Más tarde, cuando volvíamos de la iglesia, comencé a sentirme decaída. Percibí que lo que sentía era que esa noche no había podido disfrutar de una experiencia satisfactoria. Me pregunté a mí misma: "¿Y qué pasó con Dios? Después de todo, la iglesia es en realidad un medio para que El sea reconocido y glorificado. ¿Acaso eso significa que Dios había sido desprovisto de algo?"

Vino a mi pensamiento parte de una declaración que hace Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "Esta es la doctrina de la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens): que el Amor divino no puede ser privado de su manifestación u objeto".Ciencia y Salud, pág. 304. También reflexioné acerca de la primera parte de la definición de Iglesia que está en el mismo libro: "La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él".Ibid., pág. 583. Comencé a razonar: La Iglesia verdadera es indestructible. Y su manifestación humana se relaciona con el amor a Dios y el hombre que emana de corazones sinceros. La Iglesia es la saludable actividad del Amor que impulsa a la oración. Comprendí que Dios no puede ser privado de esta actividad, como tampoco el hombre, puesto que Dios mantiene eternamente en Su linaje la pureza y el propósito desinteresados.

Me llegaron también otros pensamientos, entre ellos la convicción de que cuando permitimos que nuestra consciencia se vaya llenando de pensamientos que provienen de Dios, la Verdad, la situación humana cambia de una manera sanadora. Me invadió una sensación de gozo y a partir de esa noche nunca más volví a sentir esa falta de satisfacción respecto a mi iglesia, aun en momentos difíciles. Me resultó muy claro que ser miembro de una iglesia es, en realidad, una consecuencia de la relación que existe entre cada individuo y Dios, y de su deseo verdadero de servir a Dios y de dar testimonio de sus ilimitadas bendiciones.

¿Y qué decir respecto a las carencias? Tal vez nos preguntemos por qué sigue habiendo tanta carencia y tragedias en el mundo, a pesar de los grandes esfuerzos humanitarios y a pesar de las oraciones que millones de personas solidarias elevan diariamente? ¿Y cómo pudo Cristo Jesús actuar con tanta autoridad y eficacia ante situaciones de carencia humana?

Nuestro, Salvador dijo en cierta ocasión: "No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre". Juan 5:30. El hecho de que Jesús lograra sanar tantas y tan diferentes situaciones es prueba de que buscar y hacer la voluntad de Dios harán que Su habilidad de cuidar y proteger, de sanar y salvar, se manifiesten en los asuntos humanos. Es obvio que para Jesús la voluntad de Dios era el bien. En lugar de partir desde el punto de vista de la carencia, él comenzaba con la totalidad e infalible cuidado de Dios. Y mediante esta premisa probó que no es posible negar a Dios la evidencia de Su amor y Su poder sanador que lo abarca todo.

Para mucha gente la salud y la atención a la salud son temas que parecen ir unidos a la carencia. Sin embargo, el ser puro y eterno del hombre, que pertenece y está en Dios, el Espíritu, incluye una salud perfecta. La Ciencia Cristiana nos enseña las realidades espirituales de la salud, que reemplazan los puntos de vista humanos que aceptan limitaciones y carencias. Y esas realidades espirituales, cuando son comprendidas y uno se adhiere a ellas, traen curación.

Para el sentido humano, la salud depende de las condiciones de la materia. La salud es un pensamiento personal que debe dividirse entre su salud, mi salud y la salud de ella y que en algunos casos es excelente, pero en otras instancias deja mucho que desear. La salud es de Dios, la Mente divina, o el Espíritu, y, por lo tanto, es universal y única. Expresa la plenitud y perfección del ser de Dios. La Biblia nos dice que El creó al hombre a Su propia semejanza y, por lo tanto, el hombre da testimonio de la naturaleza impecable de Dios. El verdadero ser de cada uno de nosotros refleja las cualidades de Dios: integridad, alegría, gentileza, serenidad, pureza, orden, sabiduría, salud y otras semejantes. La acción de estas cualidades espirituales en la consciencia y en la vida de cada uno, muestra el bienestar que Dios nos ha otorgado. La comprensión de estas realidades nos permite apartar nuestra mirada de órganos y condiciones carnales como si fueran los elementos determinantes de la salud, y nos lleva a considerar que la salud es algo espiritual, que es otorgada y mantenida por Dios.

La salud es la acción incesante del conjunto de ideas saludables de Dios que están incluidas en, y actúan como, una consciencia individual. Podemos saber que Dios está impulsando esta acción del Cristo en nosotros y que nada puede impedir que Su voluntad y propósito se manifiesten. ¡Somos los testigos de Dios!

Cualquiera sea la forma de carencia, pérdida o tristeza que pretenda contrarrestar una existencia llena de satisfacciones o merecido progreso, debemos comenzar nuestro tratamiento a través de la oración no poniendo énfasis sobre la carencia sino con la convicción de la totalidad y la supremacía de Dios y Su imparcial y abundante amor y protección.

Si nos sentimos tentados a aceptar que cierta falta de armonía se ha convertido en un elemento irreversible en nuestra vida o en la vida de otros o aun en el mundo, podemos con firmeza percibir, a través de la oración, que Dios no puede estar sin Su manifestación. A El no se le puede negar que se exprese en mí, en cualquiera que yo vea o en quien piense, ni en el mundo. Dios provee las ideas que cada uno necesita, y, por lo tanto, lo que ocurre en realidad es que nuestros pensamientos coinciden con la continua armonía de Su ser como creador divino y con la armonía de Su entera creación espiritual, que está ante nosotros para que la descubramos y disfrutemos. En realidad, estamos todos incluidos en ella, como la "manifestación u objeto" del Amor divino. Por lo tanto, estamos eternamente excluidos de toda carencia. El hombre de Dios está satisfecho.

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