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En realidad, no hay allí noche

Del número de abril de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando las noches oscuras e interminables parecen,
En inquieto desvelo,
Abrumada por el temor y la preocupación mundana
Me vuelvo a Dios y un mensaje angelical oigo decir:
"Despierta, levántate, en guardia y oración".

El claro brillo de luz del Amor divino
Revela la ternura y poder de Dios.
Percibo la presencia del Amor en derredor
Siento que hija de Dios amada y protegida soy,
Nunca olvidada, jamás abandonada.

El terror de la oscuridad es ahora destruido;
Sé que a salvo estoy de todo mal.
Las tinieblas de la oscura desesperación ya disipadas;
De la opresión del pesar y del temor ya liberada;
El sueño mortal de la ausencia de Dios es del pasado.

Con gratitud afirmo el tierno cuidado del Amor
Y descubro que en realidad no hay allí noche,
Y en el amanecer del nuevo día, me levanto
En paz, inspirada, bendecida,
Renovada por el dulce descanso celestial del Amor.

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