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El Espíritu Santo desvanece el cinismo, impulsa la alabanza

Del número de abril de 1995 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Un Momento de mi vida en que me sentía lejos de Dios, cuando en mi vida no había lugar para la devoción espiritual, sentí la necesidad de acercarme a la iglesia. Fui criada como Científica Cristiana, pero mientras cursaba mis estudios secundarios, me volví ambivalente en relación al estudio de las Lecciones Bíblicas y a asistir a la iglesia. A veces me expresaba con cinismo respecto a lo que yo veía como las artimañas de la religión organizada. Pero en este día en especial, en una ciudad y un país lejos de mi hogar, anhelé sentir la presencia de Dios.

Llegué a la iglesia justo cuando comenzaba el primer himno, y me llamó la atención un hombre que estaba en la misma fila que yo. Su canto expresaba tanta sincera alegría, gratitud y alabanza que no pude quedarme simplemente allí parada observándolo. Su modo de expresar alabanza y amor me llegó de una manera que pude entender, como algo que me incluía. No había nada ritualista ni sin vida en esta religión. El amor y el gozo que allí reinaban se podían percibir. Entonces, me di cuenta de que la comunión de este hombre con Dios no dependía de que estuviera en esa iglesia ni de que formara parte de esa congregación. El estaba plenamente consciente de la omnipresencia del amor de Dios. Su rostro reflejaba su comprensión de este hecho.

Ese día vislumbré algo que había anhelado mucho: el verdadero espíritu de la Iglesia, la presencia vital y viviente de Dios. Esto me permitió darme cuenta de la importancia de obedecer más plenamente mis anhelos y mi intuición espiritual. Me llevó a desear de todo corazón alejarme del cinismo que abrigaba respecto a la religión organizada. Comencé a ver que mi inspiración (en la iglesia o en mi vida cotidiana) dependía de mi comunión con Dios, y no de otras personas.

Durante el año siguiente, a medida que me esforzaba por profundizar mi estudio de la Biblia y de los escritos de Mary Baker Eddy, mi vida se transformó notablemente. Tuve curaciones de depresión, ansiedad y de falta de inspiración como escritora. Comencé a descubrir el gozo y la libertad que se manifiestan cuando se conoce a Dios.

Al recordar lo que sucedió, puedo ver que ese día no fui a la iglesia buscando encontrar algo que yo no tenía. Fui porque Dios y Su Consolador me estaban guiando a descubrir y comprender mi espiritualidad, mi libertad y el dominio inherentes que tengo por ser hija de Dios. La Biblia revela la naturaleza espiritual del hombre, quien en verdad es la semejanza misma de Dios. Y Cristo Jesús enseñó y demostró lo que significa ser el hijo de Dios. Leemos en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: "Jesús demostró al Cristo; probó que el Cristo es la divina idea de Dios — el Espíritu Santo o Consolador, que revela al Principio divino, el Amor, y conduce a toda la Verdad".Ciencia y Salud, pág. 332. Ciencia y Salud contiene la revelación completa de este Consolador. Este libro explica científicamente cómo las leyes de Dios, la actividad de Su Cristo y el poder del Espíritu Santo actúan en la experiencia humana. Nos muestra que para cada uno de nosotros es algo natural descubrir la bondad que Dios nos ha dado, y nos enseña cómo el comprender nuestra verdadera naturaleza nos eleva, nos sana, nos transforma.

En Ciencia y Salud la Sra. Eddy define al Espíritu Santo como: "La Ciencia divina; el desarrollo de la Vida, la Verdad y el Amor eternos".Ibid., pág. 588. La Biblia Contiene innumerables referencias al Espíritu Santo que ilustran el desarrollo y la elucidación de la verdad de Dios en la experiencia humana.

En el día de Pentecostés, los discípulos se reunieron, y compartieron los mismos sentimientos. Sus dudas sobre la misión de Jesús, así como su incertidumbre respecto al propósito de que ellos la continuaran, finalmente fueron silenciadas por la gloria de la resurrección y ascensión de Jesús. Su percepción fue más allá de su interpretación limitada de las palabras y obras de Jesús, hacia la revelación espiritual del poder y la bondad siempre presentes de Dios. Los discípulos "fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen". Hechos 2:4. Cada uno escuchó el mensaje en el lenguaje que podía comprender. Ese día fueron conmovidas y transformadas las vidas de alrededor de tres mil personas.

Este propósito fundamental nos sostiene, pero es lo que hacemos cada día, y a cada momento a través de nuestra comprensión de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, lo que hace la diferencia.

A menudo he pensado sobre el Espíritu Santo. La experiencia de los discípulos en el día de Pentecostés siempre me pareció muy extraordinaria, dramática y a la vez un poco lejana. Fue la visita a la iglesia que mencioné antes lo que me ayudó a reconocer más fácilmente cómo el Consolador de Dios nos está hablando a cada uno de nosotros en todo momento.

Los discípulos no hallaron al Espíritu Santo repentinamente y por casualidad. Los años que siguieron a Jesús fueron años de esfuerzo individual; tuvieron que aprender a través de su propia experiencia cómo demostrar lo que les había sido enseñado; tuvieron que aprender a estar más conscientes de la presencia del Cristo, para luego dejar que la espiritualidad se desarrollara naturalmente en su vida.

Y lo mismo me ocurrió a mí. Toda la ambivalencia y el cinismo que sentía hacia la religión organizada se desvaneció a medida que percibí mi propia relación individual con Dios. La esperanza que me dio la expresión sincera de adoración espiritual de un hombre, me ayudó a alejarme de la crítica hacia lo que yo veía como hipocresía e inactividad en las iglesias. Ahora deseaba conocer mejor a Dios; deseaba compartir con otras personas el gozo y el poder de mi creciente comprensión; y también deseaba dejar que mi vida brillara con la verdadera sustancia de Iglesia. Sólo de este modo podía esperar ver cambios y curación.

De modo que, a pesar de que ser miembro de la iglesia no ha dejado de tener sus desafíos, ha sido una oportunidad invalorable de progresar espiritualmente. Ser miembro de una iglesia no es lo que nos trae salvación. La Primera Iglesia de Cristo, Científico, existe para preservar la pureza de sus enseñanzas, y para promover e impulsar el progreso y la curación de toda la humanidad. Este propósito fundamental nos sostiene, pero es lo que hacemos cada día, y a cada momento a través de nuestra comprensión de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, lo que hace la diferencia.

Muy profundo en nuestro corazón anhelamos ser capaces de evitar caer en el cinismo y la desesperación. El hombre tiende, por su naturaleza, por ser la expresión incontenible e incorruptible de la bondad ilimitada de Dios, a tener esperanza, a esforzarse, a progresar. El Consolador nos impulsa a expresar la alegría, pureza, simpleza y amor constante que Dios nos dio. A medida que cada uno de nosotros responda a las demandas del Espíritu Santo, el Consolador, veremos florecer nuestra vida, nuestras iglesias resonarán con alabanzas a Dios, y nuestras comunidades experimentarán las bendiciones.

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