El Año Pasado, al preparar caramelos para navidad, puse a hervir una mezcla de azúcar y manteca. Pensé que podía alterar la receta para hacerlos de chocolate, pero no tuve para nada en cuenta algunas de las leyes básicas de la física que me habían enseñado en la universidad; vertí una mezcla de chocolate y agua directamente sobre el azúcar hirviendo y provoqué una erupción dentro de la olla, como la de un volcán en miniatura.
El azúcar salpicó por encima de la olla, sobre la cocina y el piso y sobre una de mis manos. Grité de dolor, pero entonces me acordé que mi esposa había salido de compras y que me encontraba completamente solo en casa.
El día antes había estado preparando lecturas de la Biblia y de Ciencia y Salud para una actividad de la Iglesia, y parte de la siguiente declaración vino pronto a mi pensamiento: "Cuando la ilusión de enfermedad o de pecado os tiente, aferraos firmemente a Dios y Su idea. No permitáis que nada sino Su semejanza more en vuestro pensamiento. No consintáis que ni el temor ni la duda oscurezcan vuestro claro sentido y serena confianza, que el reconocimiento de la vida armoniosa — como lo es la Vida eternamente — puede destruir cualquier concepto doloroso o creencia acerca de lo que la Vida no es" (pág. 495).
Después de unos minutos de meditar acerca de estas órdenes y obedecerlas, el dolor desapareció completamente.
Después de limpiar todo el azúcar de mi mano, no encontré marca alguna de quemadura o enrojecimiento, y pude limpiar la cocina hasta el punto que cuando mi esposa volvió no hizo ningún comentario (esto es, hasta que mucho más tarde notó que el piso estaba pegajoso, ¡a pesar de mi intento de limpiarlo!).
Antes de haberme interesado en el estudio de la Ciencia Cristiana, cuando todavía era un activo muchacho de escuela, tuve que guardar cama durante tres meses. El diagnóstico decía que tenía fiebre reumática y ni siquiera me permitían sentarme en cama para leer.
Una muy buena amiga de la familia le habló a mi madre sobre la Ciencia Cristiana, y ella asistió a varias reuniones de testimonios. Al volver a casa me contaba los casos de curaciones que los miembros de la congregación compartían, curaciones que habían tenido lugar por medio de la oración. Estuve de acuerdo en que se llamara a una practicista de la Ciencia Cristiana para ayudarme, y al cabo de un mes pude levantarme de la cama sano.
Varios años después fui aceptado en la Real Fuerza Aérea, después de aprobar todos los exámenes médicos. Nunca tuve vestigio alguno de la condición física pronosticada, y pude tomar parte en varios deportes.
Desde entonces la Ciencia Cristiana ha sido mi forma de vida a través de los años y ha sido una ayuda muy eficaz para superar dolencias físicas con nuestros dos hijos, entre ellas fiebre glandular y sospecha de polio, enfermedades contagiosas, así como otras dificultades menos alarmantes.
Mi esposa ha sido mi amiga constante dándome apoyo por más de cincuenta años, y desde que tomamos instrucción en clase de la Ciencia Cristiana, ambos hemos orado con éxito para superar dificultades en nuestras finanzas. Mi gratitud es tan grande que va más allá de lo que las palabras pueden expresar.
Kidlington, Oxfordshire
Inglaterra
