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Acontecimientos inesperados y descubrimiento espiritual

Del número de febrero de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Muchos Nos Encontramos, en determinado momento, en una jornada de descubrimiento. A veces, parece como si fuera una jornada a solas. Circunstancias y acontecimientos inesperados, quizás, hasta parezcan forzarnos despiadadamente por caminos desconocidos. Pero la Ciencia Cristiana enseña que la liberación divina está siempre a mano.

Por medio del estudio de esta Ciencia, aprendemos que los "milagros" bíblicos no pertenecían solamente a la era cristiana primitiva, sino que estaban basados en un Principio divino y eterno al que todavía se puede recurrir. Es nuestra tarea, como exploradores espirituales, aprender de este Principio y poner nuestra comprensión de él en práctica. A medida que hacemos esto, encontramos una clara dirección y liberación. Esto no es milagroso. Es el resultado natural de un entendimiento creciente y de una práctica conforme con las reglas que están establecidas en nuestra importante guía de viajero: la Biblia. Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras de Mary Baker Eddy revela las instrucciones prácticas de la Biblia.

La Sra. Eddy una vez escribió: "Vivimos en una era en que la divina aventura del Amor es Todo-en-todo".The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 158. ¡Qué pensamiento tan liberador! Más allá de la noción de que somos personas desplazadas en busca de un lugar, se halla la realidad del gobierno omnipresente y perfecto del Amor divino. Y es el impulso irresistible y divino del Amor mismo que nos lanza en el camino del descubrimiento espiritual. Tarde o temprano todos somos guiados a descubrir que Dios es el Todo-en-todo de la existencia.

El estudio consagrado de la Biblia y de Ciencia y Salud, combinado con nuestra propia oración y el escuchar con humildad, nos permite enfrentar con seguridad los desafíos y cambios. Cuando estamos llenos de dudas, estos libros fortalecen nuestra confianza en Dios y nuestra esperanza en el bien. Nos ayudan a calmar el temor. Abren nuestro pensamiento a la inspiración divina. Nos ayudan a que tomemos conciencia de nuestra naturaleza e identidad espirituales como hijos e hijas de Dios, libres de las limitaciones de la mortalidad. Ganamos un sentido del amor y presencia constantes de Dios. Poco a poco se hace más fácil reconocer y seguir obedientemente Su dirección. Y descubrimos que el plan del Amor siempre es justo y misericordioso para todos.

El plan del Amor siempre es justo y misericordioso para todos.

Una de las primeras aventuras en mi descubrimiento de la totalidad del Amor ocurrió cuando con mi esposo nos dispusimos a cruzar el país en un autobús escolar reacondicionado. Habíamos remodelado totalmente su interior y lo habíamos equipado para llevar mercadería. Nos ubicamos en un estado del sur y rentamos un local en una galería comercial. Íbamos a comenzar con nuestro cargamento de mercadería. Pero, después de pagar los gastos iniciales, nos quedamos sin dinero para alquilar un apartamento.

El invierno se aproximaba rápidamente. Estaba haciendo demasiado frío como para vivir en el autobús. Nuestra cuenta bancaria se había agotado, e iba a transcurrir algún tiempo antes de que tuviéramos una entrada. No había ningún familiar cercano que nos pudiera ayudar. No conocíamos a nadie en esta nueva localidad, y ni siquiera podíamos recurrir a los avisos clasificados, porque los propietarios solicitaban un depósito como garantía y una fuente de ingresos segura. No teníamos ninguno de los dos. Comenzamos a orar, pensando que un Padre-Madre del todo amoroso no podía olvidarse de Sus hijos. También decidimos no limitar nuestra expectativa del bien, porque al negar la presencia del bien en cualquier forma, estaríamos negando la presencia de Dios. Afirmamos que nuestro hogar en el Amor divino no dependía de un lugar, de una cuenta bancaria, ni de la economía local. También afirmamos que nunca podíamos alejarnos del cuidado del Amor.

Al estudiar la Biblia, nos sentimos más confiados en que ya estábamos "en casa" en el amor de Dios. Jamás nos habíamos ido. "¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás". Salmo 139:7, 8. Oramos con estas palabras del salmista. También hallamos gran consuelo en la promesa que Cristo Jesús hizo a sus discípulos: "En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros". Juan 14:2.

Jesús estaba tan seguro del amor del Padre que, a pesar de no tener un hogar permanente y una fuente de ingresos tradicional, siempre tenía lo que necesitaba. Y sus enseñanzas nos aseguran que tenemos el mismo Padre, y que mientras lo pongamos a Él primero en nuestra vida, vamos a tener todo lo necesario. Con mi esposo nos dimos cuenta de que podíamos tener la esperanza de ver esto mientras permaneciéramos conscientes de Su presencia. Esa noche nos fuimos a dormir en paz.

Al día siguiente recibimos una llamada telefónica de una amiga que vivía en un pueblo a unos ochenta kilómetros. Se había enterado de que nos habíamos mudado a esa zona. Y tenía un amigo que necesitaba ayuda. Éste había heredado una amplia casa histórica en el centro de nuestro pueblo y necesitaba que alguien la cuidara hasta que se terminaran los trámites de sucesión. Nos preguntó si podíamos ayudarlo y si queríamos mudarnos a esa casa.

¡Imagínense nuestra respuesta! Y lo sorprendidos que estábamos al ver que nuestra oración había sido respondida tan literalmente en forma de una amplia "morada", totalmente amueblada y hermosamente equipada. El Amor ciertamente había provisto todo; no se había olvidado de ningún detalle. Vivimos allí muy contentos y agradecidos hasta que nuestro negocio comenzó a generar ingresos. El haber estado temporariamente "sin hogar" nos había forzado a aprender una lección inolvidable en lo que se refiere a tener confianza. También nos había enseñado la naturaleza verdadera y espiritual del hogar.

Vivir en una era "de la divina aventura del Amor" no significa que sea necesario que nos mudemos constantemente de un lugar a otro. A veces descubrimos, cuando nos enfrentamos a circunstancias cambiantes, que la respuesta está en permanecer valientemente allí mismo donde estamos. De hecho, una conmoción del estado de cosas a menudo nos impulsa a orar con mayor profundidad y a estar más firmemente motivados para descubrir la bendición del Amor que ya está al alcance para todos los vinculados con la situación.

A medida que aprendemos a discernir la dirección de Dios y a apoyarnos en ella, la cambiante escena humana deja de paralizarnos. En cambio, aprendemos a dominar los cuadros y predicciones atemorizantes con una convicción creciente de que el amor de Dios es real, inmutable y siempre accesible. Descubrimos la permanencia de Su cuidado constante y experimentamos las bendiciones que lo acompañan. Y nuestro peregrinaje espiritual ayuda a iluminar el camino a los demás.

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