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Cuando Encontré La Ciencia...

Del número de febrero de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Encontré La Ciencia Cristiana yo estaba en un estado emocional desesperante. Estaba envuelta en una relación sexual prematrimonial, fumaba y bebía, me sentía con mucha falta de dirección, triste, con miedo, ira y confusión.

Un día oré para poder salir de todo esto, y muy pronto después, una Científica Cristiana llegó a ser mi compañera de cuarto. Esta convivencia inmediatamente cambió el ambiente mental, y comencé a leer con determinación los Sentinels que llenaban los estantes de libros de nuestro departamento.

Decidí hablar con varios Científicos Cristianos sobre mis problemas, y recibí mucha ayuda. El primer cambio que noté fue mi resolución de terminar con la relación prematrimonial. Mi compañera me ayudó a comprender que la abstención sexual fuera del matrimonio, es una protección a la angustia física y mental; y que en este caso, yo me había hecho vulnerable emocionalmente por haberme involucrado en una relación sexual prematrimonial. El hombre con quien estaba saliendo me estaba lastimando terriblemente, pero mi error principal había sido la decisión poco sabia, de involucrarme con él. Cuando le comenté que había tomado la decisión de terminar mi relación con él, me sentí muy sola. Sin embargo, un practicista oró por mí para ayudarme a comprender que yo ya era completa; y que de ninguna manera me faltaba nada bueno. Comprendí que ninguna persona puede controlar mi mente, o mi cuerpo, y que las relaciones que tenemos con los demás, son felices únicamente cuando entendemos nuestra relación individual con Dios. Comprendí que cada uno de Sus hijos depende de Él; pero que no dependen unos de otros.

A los pocos meses, conocí a mi esposo de la manera más rápida y natural. Él valoraba la misma clase de vida familiar estable que yo deseaba. Ambos hemos encontrado mucha bendición en nuestra relación y continuamos creciendo. Desde entonces él se a hecho miembro de La Iglesia Madre.

Durante los años siguientes, me he dado cuenta de que la devoción a Dios me ha brindado mucho bienestar, mientras que el evitarlo a Él nos trae mucha oscuridad. Por medio de la oración, he podido superar el temor a manejar, destacarme en la universidad (después de varios años de ser clasificada oficialmente como "discapacitada para aprender"); encontrar la capacidad de permanecer en nuestro hermoso hogar y criar a nuestros hijos, y empezar nuevas amistades.

Cuando me hice miembro de La Iglesia Madre dejé de fumar y beber, y sentí una renovada pureza, claridad, estabilidad y propósito. Estas cualidades se han desarrollado aún más al haber tomado instrucción en clase Primaria, y por mi continuo crecimiento espiritual. También he aprendido que la desobediencia al Manual de La Iglesia Madre por Mary Baker Eddy — tal como no orar por uno mismo ni defenderse "de toda sugestión mental agresiva" (véase Art. VIII, Sec. 6)— entraña autodestrucción. Yo estoy muy agradecida por las lecciones que he aprendido.

Durante la etapa inicial de mi último embarazo, parecía que iba a perder el bebé, y estaba con mucho temor y me sentía aturdida porque había perdido un bebé algunos meses atrás. Comencé a orar. Inmediatamente encontré un practicista que me ayudara y llegamos a la raíz del problema.

Me di cuenta de que mi concepto de familia, y especialmente del matrimonio, debía ser espiritualizado para poder superar la situación. Durante los meses anteriores, había estado en desacuerdos con todos a quienes conocía dentro y fuera de la iglesia; y algunas relaciones humanas eran realmente horribles. Había permitido que mi pensamiento se desviara, y me sentía fuera de lugar con Dios, la Ciencia Cristiana, y con todo lo bueno de la vida. Entre otras cosas, decidí corregir mi pensamiento sobre mi esposo, afirmando el bien que expresa por ser el hombre de Dios. También enfrenté el temor de que mi cuerpo estaba obrando independiente del control de Dios. Comprendí entonces que Él controla cada detalle de mi existencia, y que el bebé no estaba dependiendo de la materia para vivir, sino de Dios exclusivamente.

Desde ese momento, el embarazo se desarrolló normalmente, y continué dialogando con el practicista. Todos los problemas de mis relaciones humanas, incluso las dificultades que mi esposo y yo estábamos teniendo en nuestro matrimonio, fueron sanados durante el embarazo.

Justo antes del nacimiento, otra complicación física surgió. Se me dió un límite de veinticuatro horas para iniciar el parto normalmente, si no lo inducirían con medicamentos. Una hora antes del tiempo límite, decidí no depender de nadie, de nada, excepto Dios. Mi resolución no trataba de evitar una intervención médica, sino de ver que yo no dependía de otros para mi bienestar general. Me di cuenta de que yo podía depender de Dios para satisfacer todas mis necesidades. (Anteriormente yo había estado algo preocupada por sentirme defraudada con los demás.) El parto comenzó y terminó a las pocas horas; el dar a luz fue natural y armonioso. Estoy agradecida porque el practicista estuvo conmigo en el hospital durante todo el parto.

Otro hijo fue sanado de alergias a ciertas comidas durante el tiempo de este embarazo. Yo atribuyo esto a mi decisión de reafirmar mi compromiso con la Ciencia Cristiana, y por haber orado diariamente. Especialmente, por saber que estas alergias no eran reales ni parte de él. Tal vez algunos piensen que los niños simplemente superan esos malestares con el tiempo. Sin embargo, durante este tiempo, nuestro hijo fue liberado de la sensibilidad a diferentes e innumerables comidas, en tan solo pocas semanas.

Me encanta estudiar y pensar sobre la Ciencia Cristiana tan solo por la inspiración que uno recibe de ella. Sin embargo, estoy muy agradecida por las transformaciones prácticas de la mente, el cuerpo y el diario vivir, que recibo a través de este estudio al comprender la omnipresencia y la guía de Dios.

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