Un Día En septiembre de 1992, la esposa de un primo vino corriendo a mi casa a pedir auxilio. Estaba con tanto miedo que no podía explicar lo que había sucedido.
Se calmó después que afirmé la verdad de que Dios está siempre en control del hombre y que es todo amor, y me dijo que su amiga se había tragado un veneno mortal. Luego de haberlo tomado huyó de la casa debido a una discusión doméstica que tuvo con su esposo.
No indagué más acerca de qué había causado la disputa, sino que traté de ver a donde se había ido la mujer. Después de una corta búsqueda, la encontré tambaleándose. Cuando le pregunté a donde iba, se cayó al suelo, al lado de mis pies, con la boca llena de espuma.
Después de un breve momento, varios vecinos del barrio se acercaron a nosotros. La creencia local era que una persona envenenada debe tomar leche fresca o huevos crudos. Pero esto no se podía hacer porque ella no podía tragar nada, ni siquiera respondernos.
Compartí con los vecinos el hecho de que solo Dios tiene el único poder sempiterno, y que Él era nuestro pronto auxilio en este momento de tribulación. Si creíamos sólo en Su poder, ella sanaría totalmente. El resto de ellos insistieron en llevarla al centro más cercano de salud pública que quedaba a unos cinco kilómetros de distancia. Trajeron una carretilla, como el único medio apropiado de transportación, ya que no había ningún vehículo en la vecindad y tampoco un camino cercano accesible.
Al llegar al centro de salud pública, nos dijeron que teníamos que llevar a la paciente inmediatamente al hospital localizado a unos 30 kilómetros de allí. Nos dijeron que ese centro no podía hacer nada para ayudarla.
Entretanto, continué orando el Padre Nuestro y "la declaración científica del ser", y esto sí ayudó. Pude apreciar especialmente las líneas que dicen: "Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo" y "Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual" (Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy, pág. 468). Mi esposa se unió a mí, y juntos, continuamos repitiendo estas palabras en voz alta hasta que nos sorprendió una palabra de la mujer pidiéndonos agua.
Después se recostó en la sombra y parecía estar bien, y los vecinos pudieron ver que ya no era necesario llevarla al hospital. Después de un largo descanso, emprendimos el camino de regreso a casa, ya que para entonces, era de noche.
En casa, me sorprendí cuando abrí, al azar, el libro Ciencia y Salud y leí las siguientes líneas que expresan la curación que ocurrió ese día: "Cuando lleguemos a tener más fe en la verdad del ser que en el error, más fe en el Espíritu que en la materia, más fe en vivir que en morir, más fe en Dios que en el hombre, entonces ninguna suposición material podrá impedir que sanemos a los enfermos y destruyamos al error" (pág. 368).
Al observar los resultados de la oración y comprender el poder que tiene nuestro Padre-Madre, Dios, los vecinos que vieron la curación de esta mujer, creyeron en la verdad que enseña la Ciencia Cristiana. ¿Por qué? Porque no se dio ninguna medicina, no se brindó ninguna atención médica, y obviamente, porque la que tenía que haber muerto, ¡vivió!
Suna-Migori, Kenia
Yo soy la mujer de quien se habla en el testimonio de curación que dio el Sr. Rodo. Sucedió tal cual relata el testimonio, y yo estoy muy agradecida por la curación que recibí por medio de sus oraciones, llenas de amor. Yo no soy Científica Cristiana, pero reconozco el poder sanador de la Ciencia Cristiana.
Rapogi-Sare, Kenya
