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"Instruye al niño"

Del número de febrero de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"¡ Padres! ¿Sabéis dónde están vuestros hijos?" Hace poco estaba manejando mi coche cuando esta pregunta, escrita en la parte trasera de un ómnibus, me llamó mucho la atención. Pensando al respecto, descubrí que aun cuando ésta es una buena pregunta, nos lleva a otra de igual importancia: ¿Saben ustedes qué están aprendiendo sus hijos?

Uno de mis versículos favoritos de la Biblia es: "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él". Prov. 22:60. Al criar a mis hijos, esa promesa sirvió a menudo para recordarme la obligación que tenemos como padres de guiar su pensamiento en la dirección correcta. Es creencia general que el saber académico se enseña en las escuelas porque éste es necesario para que uno pueda desempeñarse en el mundo moderno de hoy. Pero yo sentí que había algo mucho más importante para mis hijos: su educación espiritual. Seguía preguntándome: "¿Estoy haciendo todo lo posible para enseñarles buenas normas morales? ¿Estoy ayudándoles a crecer espiritualmente?" Para mí éstas eran preguntas muy importantes de considerar. Siendo Científica Cristiana, naturalmente me volví a la Biblia y al libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud de Mary Baker Eddy, en busca de guía.

La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: "¿No es acaso la propagación de la especie humana una responsabilidad mayor, un deber más solemne, que el cultivo de vuestro jardín o la cría de ganado para aumentar vuestros rebaños y manadas? Nada indigno de ser perpetuado debiera transmitirse a los hijos".Ciencia y Salud, pág. 61. Y poco después ella declara: "Toda la educación de los niños debiera tender a formar hábitos de obediencia a la ley moral y espiritual, con la cual el niño pueda enfrentar la creencia en las llamadas leyes físicas y vencerla, creencia que origina enfermedades".Ibid., pág. 62.

La palabra educar tiene su raíz latina en la palabra ducere, que significa "guiar". Cuán importante es entonces guiar a los niños a que piensen de una manera espiritual. Por ejemplo, leerles de la Biblia sobre Cristo Jesús y su trabajo de curación les ayuda a comprender la naturaleza verdadera e inmaculada del hombre como hijo de Dios, y les muestra que ellos pueden vivir esa verdad siguiendo el ejemplo del Maestro. A medida que enseñamos a nuestros hijos a pensar correctamente, a ellos les va a gustar obrar correctamente.

La Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana es una ayuda invaluable en este vital empeño. Allí a los niños no solo se les enseña a apreciar las historias de la Biblia, sino que aprenden los Diez Mandamientos, las Bienaventuranzas y el Padre Nuestro, fundamentos sólidos sobre los cuales basar el crecimiento espiritual. Ellos también aprenden que la opinión de que el hombre es un mortal que conoce el bien y el mal, tal como aparece a los sentidos materiales, es falsa porque la Biblia revela que el hombre es la imagen de Dios, la expresión espiritual de Dios, el bien. Entendiendo esto, un niño aprende a discernir por sí mismo la diferencia entre el bien y el mal y tiene confianza en su habilidad para hacer el bien.

Cuando inscribí a mis hijos en la Escuela Dominical a edad temprana, sentí que les estaba presentando la mejor educación espiritual que les podía ofrecer. Sabiendo que estaban aprendiendo a apartarse del mal y entender mejor el bien, Dios, su Principio divino, me dio un sentido de tranquilidad y de paz mental que no había hallado en otro lado. Me ayudó el reconocer que ellos podían confiar en su Padre-Madre Dios en busca de guía y protección. Esto por supuesto no me eximió de mis responsabilidades como madre, pero me ayudó a desprenderme del temor a las influencias adversas y a temer por su seguridad cuando no estaba yo con ellos.

Un estudio reciente patrocinado por la Asociación de Psicólogos de los Estados Unidos mostró que en promedio un niño ha estado expuesto a ocho mil asesinatos y más de cien mil otros actos de violencia — que aparecieron en las pantallas de televisión — mientras cursan sus estudios primarios. ¿Cuál es el efecto de todo esto en el niño que es curioso por naturaleza?

Simplemente, el punto de vista sensual y materialista educa al niño a creer que el mal es tan real como el bien (y a veces más irresistible), y que se puede tener placer al gratificar los sentidos. Pero la educación espiritual impedirá que los niños se dejen llevar por las corrientes de la creencia general. La promoción activa de cualidades morales tales como la inocencia, la pureza y la integridad pueden hacer que las inclinaciones materiales pierdan su influencia en la consciencia humana y, finalmente, desaparezcan.

La apropiada educación de los hijos con adecuados principios morales, y el supervisar los materiales televisivos y de lectura que tienden a confundir y equivocar el pensamiento del niño, ayudarán mucho a quitar de su pensamiento el crimen. Pero cuando un niño está progresando en su entendimiento de la ética moral y los valores espirituales, la mente carnal, que la Biblia describe como "enemistad contra Dios", Rom. 8:7. puede desafiar su progreso con la tentación de comportarse mal. Me he dado cuenta de que la oración eficaz consiste en rechazar mental y firmemente el mal como una sugestión agresiva e impersonal, así como reconocer que en su ser verdadero el niño siempre ha sido la imagen perfecta de Dios, y sólo responde al Alma impecable. Y a medida que los padres reflejen la ternura y la disciplina del Principio divino en su propia vida, sus hijos estarán agradecidos de ser corregidos.

Una vez alcancé a oír a una joven madre Científica Cristiana contarle a una amiga que en una ocasión ella se había enojado mucho con el comportamiento egoísta y destructivo del hijo de un vecino que venía a jugar con su propio hijito. Su hijo era usualmente muy obediente, pero esa compañía lo hacía portarse mal. Los regaños de nada servían. Un día la situación se volvió intolerable, y la madre con desesperación exclamó: "¡Padre amado, muéstrame cómo resolver esto!" La respuesta fue casi inmediata. Vino en la forma de la primera línea del Padre Nuestro: "Padre nuestro que estás en los cielos". Mateo 6:9.

Fue como si una luz se hubiese encendido en un cuarto oscuro. Ella vio su error. Había estado viendo a su propio hijo como hijo de Dios pero al hijo del vecino como a un mortal indócil. ¡Por supuesto, ella pensó, él también es hijo de Dios! También comprendió que ella había estado utilizando la voluntad humana para controlar la situación en vez de dejar que el Principio divino gobernara.

Estos errores le habían impedido ver el hecho de que todos los hijos están incluidos en el preciado amor de Dios y están bajo Su control. Un gran sentido de compasión y amor por ambos niños inundó su consciencia. Hubo una respuesta inmediata. De allí en más los niños jugaron alegremente juntos. Los niños responden naturalmente a la verdad y al amor, como una flor es atraída a la luz. Ninguna creencia de que el hombre es material en vez de espiritual puede cambiar este hecho.

El orar diariamente por nuestros hijos, y enseñarles a orar por ellos mismos, nos ayuda a cumplir con la obligación que tenemos con nuestros hijos así como con Dios. Enseñar a nuestros hijos las sencillas verdades acerca de Dios y del hombre es el tipo más elevado de educación que podemos darles. Entonces, cuando ellos han sido dulcemente guiados y preparados para amar a Dios, amar el bien, de adultos ellos pueden decir honestamente: "Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, y hasta ahora he manifestado tus maravillas. Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir". Salmo 71:17, 18.

Mientras tanto, todos los padres pueden saber dónde están sus hijos realmente: seguros en la presencia de Dios y bajo Su control.

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