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El reflejo en la apacible piscina

Del número de febrero de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡A Mateo el lugar que más le gusta en el invierno es la piscina! Un hotel cerca de su casa permite a los vecinos usar su piscina cubierta. Tal vez afuera esté soplando un crudo viento frío, pero dentro donde está la piscina siempre hay un vapor caliente.

Un día cuando Mateo llegó a la piscina no había nadie excepto el bañero. No había voces ni ruidos de chapoteos en el agua haciendo eco en los ventanales. El agua estaba completamente quieta. Al llegar al borde de la piscina la mamá de Mateo suavemente lo detuvo. Le pidió que observara el agua y le dijera si veía algo.

— El agua parece un espejo — dijo Mateo. Y con una sonrisa señaló las numerosas sillas, mesas y sombrillas que se habían agregado al lugar. Lo que vio en el agua fue un reflejo. Siempre había habido allí mesas, sillas y grandes sombrillas abiertas a lo largo del borde de la piscina. Ahora, por causa del reflejo parecía haber el doble de ellas. Observando la quietud de la piscina, la mamá de Mateo se detuvo un instante para explicarle algo acerca de Dios y el hombre como Su imagen y semejanza.

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