Cuando George Glover, el hijo de Mary Baker Eddy, le escribió para comunicarle que iba a pasar el invierno de 1887—88 con ella en Boston, y que iba a llevar a su esposa y tres hijos, la noticia llegó en una época en que la Sra. Eddy estaba muy ocupada. Los días y las semanas estaban plenos de actividad, daba clases sobre Ciencia Cristiana, se reunía con la asociación de sus alumnos en la capilla de Tremont Temple, escribía con regularidad para The Christian Science Journal, mantenía correspondencia constante y cada vez más abundante con sus alumnos, y servía como Pastora de su Iglesia. No obstante, le dio la bienvenida a su hijo y su familia. La Sra. Eddy quería mucho a sus nietos y le daba mucho placer presentárselos a los miembros de su Iglesia.
Los niños siempre fueron motivo de alegría para la Sra. Eddy. Amaba su receptividad al bien y ellos a su vez retribuían ese amor. La alegría que le daban los niños y el amor que sentía por ellos, tenía sin duda un efecto sanador en los niños. La hija de una de las alumnas de la Sra. Eddy fue sanada rápidamente en dos ocasiones por ella. La primera fue una curación instantánea de una enfermedad pulmonar hereditaria y de tos crónica. La madre, Emma Thompson, estaba asistiendo a una de las clases de la Sra. Eddy en esos momentos. La segunda curación se llevó a cabo durante una visita posterior cuando la joven Abigail y su madre estaban en Boston. Posteriormente Abigail relató lo ocurrido:
...Una dolorosísima afección en la cadera me abatió repentinamente y tuve que guardar cama... Finalmente el dolor llegó a ser tan intenso que mi querida y valerosa madre se encontró abrumada por el desaliento y el temor,... a las cinco de la mañana se apresuró a ir a la casa de la Sra. Eddy. El Sr. Frye la recibió en la puerta... la Sra. Eddy los oyó hablar y... escuchó la conversación que tenía lugar en la planta baja...
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