Los Lectores De La Biblia con frecuencia aprenden a respetar las pequeñas cosas. Aprenden que las cosas pequeñas y humildes — cuando tienen el respaldo del Espíritu divino — son mucho más poderosas que las grandes cosas que hacen estruendo y amenazan y a las que se les atribuye más importancia de la que en realidad tienen.
Los lectores del Antiguo Testamento aprenden, por ejemplo, cómo un joven pastor llamado David, que temía a Dios, y que sólo contaba con una honda y unas pocas piedras pequeñas para defenderse, mata a un gigante de tres metros de alto llamado Goliat. Véase 1 Sam. 17:23–50. Aprenden cómo Dios habla a un profeta llamado Elías, no en el tumulto del viento ni en el terremoto, ni en el fuego, sino con una "voz callada y suave" que lo guía con suavidad. 1 Reyes 19:11, 12 (Versión Moderna). Y leen que un Mesías establecerá algún día un reino de paz, en el cual "un niño los pastoreará". Véase Isa. 11:1–6.
Luego, en el Nuevo Testamento, llega ese Mesías a través de la maravillosa carrera de enseñanzas y curaciones de Cristo Jesús. Y Jesús también habla acerca del poder de las pequeñas cosas, las cosas modestas, las cosas espirituales. Él enseña a sus seguidores a ser humildes, porque aquellos que son "como niños" a sus propios ojos son "el mayor en el reino de los cielos". Véase Mateo 18:2–6.
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