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"¿Ha Caído El Hombre de...

Del número de julio de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"¿Ha Caído El Hombre de su estado de perfección? Bueno, ¿ha caído o no...?" Me hicieron estas preguntas recientemente cuando estaba enfermo. Es la misma pregunta que aparece en Escritos Misceláneos por la Sra. Eddy (pág. 78).

Yo había gozado de buena salud por muchos años, pero una noche me desperté repentinamente como paralizado y con dificultades para darme vuelta en la cama. La mañana siguiente continué con mi rutina diaria, pero realmente no me sentía totalmente bien.

Al comenzar a darme un tratamiento por medio de la oración, lo cual hago normalmente con éxito, reconocí que como hijo amado de Dios tengo una rica herencia de armonía, que incluye la buena salud. Yo sabía que el padre divino, Dios, no trae a sus hijos nada que sea inoportuno. Él mantiene la verdadera identidad del hombre, Su reflejo espiritual. De hecho, como estudiante de la Ciencia Cristiana yo había sido testigo de numerosas curaciones que se efectuaron por medio de la oración y de una confianza radical en Dios.

Transcurrió otro día sin que ocurriera la curación rápida que yo anticipaba. Tomé de nuevo el libro de texto de la Ciencia Cristiana y encontré lo siguiente: "Si los estudiantes no se sanan prontamente por sí solos, no debieran demorar en acudir a un Científico Cristiano experimentado para que les ayude" (Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág. 420). Sin embargo, yo razoné desde un principio en forma equivocada: "Yo tengo experiencia. ¿Acaso no he practicado la Ciencia Cristiana por casi veinte años?" Con humildad leí esa cita varias veces. Fue entonces que me di cuenta de que la primera frase no contenía una palabra calificativa, no hacía mención a un "neófito" ni a un "estudiante experimentado".

Entonces obedientemente llamé a un "Científico Cristiano experimentado", un practicista, y le pedí que me ayudara por medio de la oración. Fue en ese momento que me hicieron la pregunta con que inicié este testimonio. Los dos párrafos que le siguen tienen la respuesta de la Sra. Eddy a esa pregunta y constituyen un verdadero tónico para cualquiera que necesite sanar físicamente. En particular me impresionó profundamente la afirmación: "Si Dios es el Principio del hombre (y lo es), el hombre es la idea de Dios; y así como la bondad no puede dejar de expresar la cualidad del bien, esta idea no puede dejar de expresar la naturaleza exacta de su Principio" (Esc. Mis., pág. 78). ¡Qué razonamiento tan lógico! Verdaderamente concuerda con el sentimiento bíblico expresado en los Salmos: "Jehová cumplirá su propósito en mí" (138:8). A eso tengo que añadirle esta inspiradora oración de la página 79: "Estando en Él el origen y la existencia del hombre, éste es el súmmum de la perfección, y de ningún modo el medio de la imperfección". ¡Qué consuelo para una persona que está buscando curación!

Unos momentos después de la conversación telefónica con el practicista sentí la influencia del Cristo sanador. ¡Estaba libre! No necesitaba dar vueltas dentro de la casa en mi bata de baño. El trabajo sanador requerido se había efectuado instantáneamente a través de una oración devota y confiable.

¿Estaba la dolencia en mi corazón, en los músculos o en los pulmones? Me di cuenta de que no necesitaba especular sobre cuál había sido la enfermedad. Aquí de nuevo tenía yo prueba de que el hombre siempre expresa la naturaleza de su Padre divino.

Estar consciente diariamente de que curaciones como ésta están ocurriendo en todo el mundo, me trae gran regocijo y satisfacción. Ofrezco este testimonio con infinita gratitud.



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