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La espiritualidad y los deportes

Del número de julio de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


No Hay Nada que se compare con la felicidad que se siente cuando se acaba con las limitaciones o, en el caso de los Juegos Olímpicos que se celebran este mes en Atlanta, ver a otros mejorar las marcas que establecieron en años anteriores. Da mucha satisfacción descubrir en uno mismo o en los demás que se han alcanzado nuevos logros.

¿Te acuerdas cómo te sentiste en tus mejores momentos, cuando las cosas te salieron muy bien? Ya sea que hayas llegado al hoyo 18 con toda facilidad, terminado una carrera con mayor energía que cuando empezaste, hayas gambeteado la pelota de fútbol entre los contrarios de tu equipo y metido un gol, o ejecutado un revés justo al rincón opuesto de la cancha con potencia y gracia, hay algo en todo esto que es común a la excelencia en el desempeño.

Por lo general, después de haber jugado mejor que nunca, la gente dice que está muy sorprendida de que en esos momentos de grandes logros, actuaron con toda naturalidad y sin esfuerzo. En esas ocasiones, los atletas a menudo olvidan totalmente el ser mortal y físico. Esos momentos pueden hacer mucho para ayudar a una persona a sentir su verdadera identidad espiritual como expresión de Dios. La fuente de la verdadera identidad es la Mente divina, o Dios, y esto se puede probar tanto en el lanzamiento de la pelota al jugar cricket, como en la cancha de fútbol, como en el lugar de trabajo o en la habitación de un enfermo. La Mente divina se expresa en ideas, ideas espirituales. Del mismo modo que Dios no está limitado por lo físico, tampoco lo está Su idea, el hombre.

"La Mente insondable está expresada. La profundidad, anchura, altura, poder, majestad y gloria del Amor infinito llenan todo el espacio. ¡Eso es suficiente! El lenguaje humano puede repetir sólo una parte infinitesimal de lo que existe", declara la Sra. Eddy en Ciencia y Salud. Ciencia y Salud, pág. 520. Unas páginas antes de esa declaración ella afirma: "La Mente, gozosa en fortaleza, mora en el reino de la Mente. Las ideas infinitas de la Mente corren y se recrean. En humildad ascienden las alturas de la santidad".lbid., pág. 514.

La verdadera humildad admite que Dios, no los cuerpos mortales y la voluntad humana, es Vida. La generosidad y la humildad son los medios por los cuales conocemos y demostramos nuestra verdadera identidad, que no está limitada por lo físico, sino que es "gozosa en fortaleza", revelando así la infinitud de Dios. La humildad, entre otras cualidades espirituales, nos brinda el valor moral que necesitamos para elevarnos por encima de lo físico a la libertad de ser el hombre de Dios, que expresa con toda seguridad la gloria de la Vida y la Mente.

Para liberarnos de la limitación física, sanar las lesiones y superar las marcas del pasado, no podemos permitir que nada nos impida comprender a Dios, la Vida y Mente divinas, y la unidad que tenemos con la Vida por ser su expresión espiritual.

A la larga, el valor animal — el tipo de pensamiento que vive obsesionado con el tamaño de los músculos o la fortaleza de la voluntad humana — nos aparta de la identidad espiritual y nos confina a lo físico. A menudo prepara el escenario para el fracaso y a veces hasta para que se produzcan lesiones. En el reino de la voluntad humana y los músculos, es muy fácil que la envidia y el odio se transformen en factores determinantes. Aun así, saber que el hombre, como la expresión misma de la Mente divina, nunca incluye valor animal ni nada físico, nos eleva por encima del aguijón de la envidia y el odio. Cuando contemplamos la vida de Cristo Jesús — cuando sanó y alimentó a las multitudes, calmó las tormentas, el maravilloso y regenerador discernimiento espiritual y el consolador amor que expresó— uno puede preguntarse ¿pudieron haber sido acaso algunas de estas obras el resultado del valor animal y de la tensión? Tampoco estuvieron influidas por la envidia y la animosidad de otros. Él dijo a la gente: "No puedo yo hacer nada por mí mismo". Juan 5:30.

Participar del deporte como espectador también requiere que se cuide bien del pensamiento.

Si Jesús probó que el camino a la libertad es alcanzar profunda espiritualidad, ¿acaso podemos pensar que es posible alcanzar nuestro camino por medio de algo que no sea el anhelo profundo de conocer y expresar al Espíritu divino? Los deportes, en su forma más elevada, son tan solo uno de los muchos caminos que podemos tomar para demostrar que el hombre es la expresión de Dios. Cuando oramos con humildad se vuelve obvio que nadie necesita adoptar el modelo de "valor animal" de un atleta, y no hay necesidad de estar expuesto a lesiones ni al deterioro asociados con el deporte mortal. La lesión nunca forma parte de lo que el Espíritu divino está expresando en alguien. La expresión del Espíritu está libre de trabas. Comprender este hecho nos da más libertad para tener un buen desempeño, que el entrenamiento deportivo más riguroso, porque cuando el pensamiento está libre — y mora en Dios, el Espíritu — todo se eleva a un plano de acción más alto.

Participar del deporte como espectador también requiere que se cuide bien del pensamiento. Me encanta escuchar a periodistas como Chris Berman en el programa Sports Center de la cadena ESPN, cuando describe lo más destacado de los deportes del día. También es lindo ver torneos, partidos y juegos transmitidos en directo. En cada encuentro siempre hay evidencia de que se están expresando cualidades espirituales y valor moral. Se puede encontrar espiritualidad en casi todas partes, hasta en medio de lo que a veces parece ser una fijación en el ego, los músculos y el sueldo. Esa es la atmósfera, de hecho, en la cual la espiritualidad del participante puede inspirar y transformar más.

No obstante, como espectadores es importante que no nos dejemos impresionar por las lesiones. Esas imágenes no son la verdad de lo que Dios está haciendo, y tampoco son verdad acerca de Su expresión. Dios, la Vida divina, se expresa a Sí mismo libre y espiritualmente en el hombre. El orar desde este punto de vista proporciona una atmósfera mental que ayuda a evitar que haya lesiones porque se concentra en algo más elevado que la materialidad y la fuerza bruta. Las descripciones de sufrimiento puede que sean apremiantes, pero nunca han sido un hecho para el hombre espiritual de Dios. Hay curación cuando reconocemos, con gran amor en nuestro corazón, que hasta en el peor de los casos la verdad es que el hombre es el hijo espiritual y perfecto de Dios por siempre. Nunca tememos que Dios pueda ser lesionado. Y el hombre de Dios también está siempre a salvo. La humildad que admite — y comprende — que cada uno de nosotros es la expresión de Dios, no un mortal lleno de músculos, es un gran paso para terminar con las lesiones y sus efectos.

Ya sea como participante o como espectador, tú puedes explorar por ti mismo la verdad de que Dios es omniactivo, el Espíritu divino, y que el hombre de Dios refleja únicamente la naturaleza y la acción divina. Los deportes serán aún más divertidos, darán mayor recompensa — y serán más seguros — cuando recurramos a Dios y a lo que Él está expresando como nuestro modelo.

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