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Hace Dos Años cuando...

Del número de julio de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Dos Años cuando iba a buscar a mi nietita a la clase de gimnasia, me atropelló una moto que circulaba a mucha velocidad. Instintivamente recurrí a Dios.

En seguida me llevaron al Centro Médico de la Sociedad de Gimnasia, y luego me trasladaron en una ambulancia a la Sala de Emergencias de un hospital. Yo estaba en estado de shock y tenía heridas graves. Entonces me hicieron muchos exámenes médicos como nunca hubiera imaginado.

A la noche, yo ya me sentía más consciente y me pusieron en una habitación donde en una de sus paredes había un cuadro de Nuestro Señor Jesucristo. Mirando el cuadro le pedí a mis familiares que salieran de la habitación. Yo recordaba que Jesús sanaba porque él ejemplificaba al Cristo. Luego a solas, yo sentí la dulce presencia de Dios. "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32). A pesar de los fuertes dolores y de las dificultades que tenía para moverme, yo oraba como había aprendido en la Ciencia Cristiana, afirmando las verdades sobre el ser espiritual y perfecto, sobre el hombre a imagen y semejanza de Dios. En mi interior yo tenía aquella confianza irrevocable en el Amor divino siempre presente.

Fue así que en la madrugada, logré ir al baño sin la ayuda de nadie. Luego por la mañana, para sorpresa de todos, pedí que me dejaran ir a mi casa, pero los médicos no estuvieron de acuerdo, porque yo tenía heridas graves en la cabeza. En ese momento, mi querida hija me trajo mis libros de estudio de la Ciencia Cristiana, la Biblia y Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Al abrir este libro en la página 424 mis ojos se fijaron en esta declaración: "En la práctica médica se objetaría si un médico administrara un medicamento para contrarrestar los efectos de un remedio recetado por otro médico. Es igualmente importante en la práctica metafísica que las mentes que rodeen a vuestro paciente no actúen en contra de vuestra influencia expresando continuamente opiniones que pudieran alarmar o desalentar, ya sea dando consejos antagónicos o por medio de pensamientos inexpresados que reposen sobre vuestro paciente. Si bien es cierto que la Mente divina puede quitar todo obstáculo, necesitáis, no obstante, el oído de quien os escucha. No es más difícil que se os oiga mentalmente mientras otras personas están pensando en vuestros pacientes o conversando con ellos, si comprendéis Ciencia Cristiana — la unidad y la totalidad del Amor divino; pero es conveniente estar a solas con Dios y los enfermos cuando tratáis la enfermedad".

En la Biblia yo leí: "Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí. En verdad que me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma" (Salmo 131:1, 2).

Finalmente, conseguí que me dieran de alta y le entregaron a mi esposo un documento que enumeraba diversas consecuencias posteriores y secuelas que podrían producirse debido a las heridas y por mi edad; al llegar a mi casa rompí ese papel, pues me sentía segura por las muchas curaciones que ya había tenido por medio de la Ciencia Cristiana. Nada podría impedirme tener una demostración y sanar una vez más.

Tuve que comprobar aquello en lo que yo creía, que el Amor divino sostiene al hombre. Yo sabía que, estudiando la Ciencia Cristiana y practicándola a diario, se manifiesta la curación. Oré afirmando el poder de Dios y la perfección del hombre, y apoyé mi oración con la lectura de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, y estudié la Lección Bíblica de la semana. Éstos fueron algunos de los pasos más importantes que tomé para orar por mí misma.

Ahora bien, yo tenía que volver a la clínica para que me quitaran los puntos, las vendas y me sacaran otras radiografías. De modo que, fue constatada por todos la curación que obtuve a través de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Todos pudieron ver que yo estaba completamente recuperada. No me fue fácil, pero la persistencia y el valor me ayudaron a mantener en alto la bandera de la curación cristiana.

Debo añadir que la Ciencia Cristiana participa de todas las actividades de mi vida, y que aprendí como dice Pablo en una de sus Epístolas: "El [hombre] interior no obstante se renueva de día en día" (2 Cor. 4:16).

Sincera y humildemente agradecida por el privilegio de vivir la Ciencia del Cristo, termino este testimonio con las palabras de nuestro gran Maestro: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28).


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