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La gloria olímpica

Del número de julio de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Alegría Que Brindan las competencias deportivas — ya sea que ganemos o perdamos — a menudo depende de lo bien que nos hayamos preparado o de la forma en que reaccionemos al hecho de competir. Las lesiones físicas dentro o fuera del campo de juego pueden amenazar los esfuerzos que se hacen para tener un desempeño perfecto. Pero hay una forma de protegerse contra el temor, las lesiones y otros elementos que pudieran amenazar el desempeño de alguien.

La Biblia pone bien en claro que Dios guía, protege, restaura y sana. Las obras de Cristo Jesús son el mejor ejemplo del poder divino para sanar. Algunos tal vez consideren que su habilidad para sanar fue el resultado de un poder personal, pero cuando lo analizamos con detenimiento comprobamos que fue uno de los resultados de la comprensión que Jesús tenía de Dios y el hombre.

Él sabía que el hombre es espiritual, perfecto y eternamente uno con su Padre-Madre Dios. El Cristo sanador que Jesús vivió tan plenamente está siempre con nosotros, transformándonos. Como dijo Pablo: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas". 2 Cor. 5:17.

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