La Alegría Que Brindan las competencias deportivas — ya sea que ganemos o perdamos — a menudo depende de lo bien que nos hayamos preparado o de la forma en que reaccionemos al hecho de competir. Las lesiones físicas dentro o fuera del campo de juego pueden amenazar los esfuerzos que se hacen para tener un desempeño perfecto. Pero hay una forma de protegerse contra el temor, las lesiones y otros elementos que pudieran amenazar el desempeño de alguien.
La Biblia pone bien en claro que Dios guía, protege, restaura y sana. Las obras de Cristo Jesús son el mejor ejemplo del poder divino para sanar. Algunos tal vez consideren que su habilidad para sanar fue el resultado de un poder personal, pero cuando lo analizamos con detenimiento comprobamos que fue uno de los resultados de la comprensión que Jesús tenía de Dios y el hombre.
Él sabía que el hombre es espiritual, perfecto y eternamente uno con su Padre-Madre Dios. El Cristo sanador que Jesús vivió tan plenamente está siempre con nosotros, transformándonos. Como dijo Pablo: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas". 2 Cor. 5:17.
La Ciencia Cristiana revela la salud desde un punto de vista espiritualmente mental. Nos permite ser "hechos nuevos". A medida que vamos comprendiendo que Dios, el Espíritu, es la única Mente, comprendemos que es imposible que la materia sea inteligente o que la salud sea una condición de la materia.
Aunque parecemos estar hechos y mantenidos por la materia, esto es una contrahechura del hombre de Dios. Cuando sanó al hombre tullido y resucitó a los muertos, Cristo Jesús probó que el hombre está siempre bajo el cuidado de Dios. Estos no fueron milagros en la materia. Los mismos revelaron la naturaleza espiritual y armoniosa del hombre.
Podemos superar el temor a lesionarnos y sanar las propias lesiones, comprendiendo la verdadera naturaleza del hombre. Estas palabras de Salmos son muy alentadoras: "En Dios he confiado; no temeré; ¿qué me puede hacer el hombre?" Salmo 56:4. Y con la misma determinación de un atleta olímpico, sino más, Pablo declara: "Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús". Filip. 3:14.
Un amigo mío se encontró en una situación muy difícil donde tuvo que proseguir "a la meta". Él era miembro del equipo de béisbol de la escuela. A su equipo le iba realmente bien. Un día mi amigo estaba en la posición de lanzador cuando de pronto se llenaron todas las bases, y él sintió como si le hubieran puesto quinientos kilos sobre los hombros. Para colmo, le empezó a doler el brazo. Empezó a caminar alrededor de su posición reflexionando sobre la "declaración científica del ser", que se encuentra en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Comienza así: "No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo".Ciencia y Salud, pág. 468. Concluye unas lineas después: "Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual".
La expresión espiritual de Dios, el Espíritu, no incluye nada que pueda limitar ni hacer daño.
Mi amigo sintió que desaparecía el peso de sus hombros. Siguió adelante y terminó esa entrada sin permitir que se concretara ninguna carrera contra su equipo. Durante esa entrada se aferró a la verdad de que Dios, la Mente, estaba allí guiándolo. Él estaba allí expresando a la Mente, no para impresionar a los demás. Y el dolor del brazo desapareció durante esa entrada.
El apoyarse en el poder mental o físico de una persona, niega la identidad del hombre como idea de la Mente omnipotente. Retarda y restringe el conocimiento que uno puede alcanzar de la fuente de toda salud: Dios. El concentrarse en las partes del cuerpo o en el temor a sufrir torceduras, estirones o quebraduras, aparta el pensamiento de Dios, quien origina y mantiene toda actividad, y de la consciencia espiritual de sustancia que nunca se acaba, que nunca puede ser fragmentada. Nada puede lesionar la utilidad que el hombre tiene para Dios. La expresión espiritual de Dios, el Espíritu, no incluye nada que pueda limitar ni hacer daño. En realidad, todos somos el hombre de Dios, quien expresa la sanidad y las capacidades infinitas de la Mente.
En otra ocasión cuando mi amigo estaba lanzando, agarró con la mano sin guante una pelota que habían bateado muy fuerte en línea recta hacia él. Al día siguiente uno de los entrenadores notó que su mano estaba inflamada y que no podía tomar la pelota. Le tomaron una radiografía en la que aparecía que tenía una fisura. Mi amigo tenía que lanzar nuevamente en cuatro días, y estaba ansioso de jugar. Pero también quería sanar, y él sabía por las experiencias anteriores que había tenido, que la respuesta era apoyarse en la Ciencia Cristiana que es la ley de Dios.
Después del partido mi amigo manejó siete horas hasta la cabaña de una amiga. Oró durante todo el camino, y mientras lo hacía le embargó la firme convicción y certeza de que había sanado. Después de llegar, comprobó la curación por la libertad de movimiento que tenía. Nadó, salió a pescar y jugó a luchar con los hermanos de su amiga. Cuatro días después, cuando actuó de lanzador durante el partido, derrotó a siete de los ocho bateadores que enfrentó. La mano había sanado definitivamente.
Todos podemos percibir la perfección espiritual del ser a través de la oración y al permitir que la Mente nos guíe. El hombre es la idea más valiente de la Mente, no un mortal expuesto a las circunstancias. "No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio". 2 Tim. 1:7.
Ya sea que miremos o participemos en los Juegos Olímpicos, con este punto de vista espiritual vemos más allá de la creencia de vida y salud basadas en la materia, y comprendemos al hombre y al universo incorpóreos y espirituales: la gloria de Dios expresada. Y en la gloria de Dios no hay lugar para lesiones ni para el temor a tener una.
