La Gente Desea encontrarse a sí misma, saber qué es lo que los hace especiales e indispensables. ¿Acaso definen realmente nuestra individualidad las cosas que nos gustan y nos desagradan y aquellas características que llamamos personalidad? ¿La define nuestra manera de vestir o las personas con quienes elegimos estar?
Lo que somos tú y yo en realidad, lo que nos hace invalorables y únicos, es algo que ya poseemos. Nuestra individualidad está determinada por nuestro Hacedor; proviene de Dios. No es algo que compramos ni alguien que pretendemos ser. Descubrir nuestra verdadera individualidad está íntimamente relacionado con descubrir qué es Dios y, por lo tanto, con lo que Dios ha dado al hombre como Su imagen y semejanza. Dios es Vida y Amor. Él es Espíritu y absolutamente bueno. Es la Mente divina que es todo sabiduría. Dios hizo todo el universo, incluso al hombre, y todo lo que creó la Mente es maravilloso y diversamente idéntico al original y expresa su naturaleza. Todo lo que creó la Mente es espiritual, inteligente, amoroso y siempre está sirviendo un propósito útil y esencial.
El hombre de Dios refleja a su Creador en la expresión individual y espiritual de gracia, inteligencia, amor, color, belleza, salud, forma, pureza y poder. En su libro No y Sí, Mary Baker Eddy explica la individualidad del hombre, semejante a Dios, con estas palabras: “El ser individual del hombre debe reflejar al Ser supremo individual, para ser Su imagen y semejanza; y esta individualidad nunca tuvo su origen en la molécula, el corpúsculo, la materialidad o la mortalidad”.No y Sí, pág. 26.
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