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Esta serie de entregas presenta los informes del Movimiento leídos por varios miembros de La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en la Asambea Anual celebrada el 2 de junio de 1997 en Boston, Massachusetts, E.U.A.

Informes del Movimiento

Segunda Parte

Del número de octubre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Como Miembro de la organización de la Ciencia Cristiana en la Universidad de Stanford, es un honor para mí poder relatar la experiencia que tuvimos este año al presentar una conferencia sobre la curación espiritual en la Facultad de Medicina de Stanford. Fue este un período que trajo gran alegría y crecimiento espiritual a nuestra organización y donde fuimos testigos de lo que la Sra. Eddy llama la fermentación de “toda la masa del pensamiento humano”.

En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “Millones de mentes sin prejuicios — sencillos buscadores de la Verdad, fatigados peregrinos, sedientos en el desierto — esperan con anhelo descanso y refrigerio. Dadles un vaso de agua fría en nombre de Cristo y jamás temáis las consecuencias”. Las verdades de este pasaje fueron la base de nuestro trabajo metafísico al prepararnos para compartir el mensaje sanador del Cristo con la comunidad médica de Stanford. Este pasaje nos planteó tres puntos importantes:

• que el pensamiento humano es receptivo a la Verdad,

• que es nuestro deber como Científicos Cristianos compartir esta Verdad con el mundo, y

• que cuando lo compartimos en el nombre de Cristo — cuando se hace con humildad y por amor — no puede dañar a nadie.

Muchos se sorprendieron y se sentían algo escépticos al pensar en auspiciar una conferencia sobre la curación espiritual en una comunidad dedicada a la curación mediante la medicina convencional.

La labor de planear y celebrar la conferencia nos trajo mucha alegría. No obstante al principio parecía que la Facultad de Medicina no quería cooperar. Llevó varias semanas reservar un salón para la conferencia, y una semana antes de presentarla nos informaron que le habían dado el salón a otro grupo. Nos dieron el auditorio principal de la Facultad de Medicina donde entraban varios cientos de personas. Al principio, cuando nos enteramos de esto nos sentimos muy descorazonados y pensamos: “¿Cómo vamos a llenar un auditorio tan grande?” Era terrible imaginarme a un pequeño grupo en un auditorio tan enorme, pero muy pronto corregí ese pensamiento y todos continuamos orando para saber que Dios gobernaba, y no un grupo de mentes mortales. Un miembro de la Organización de la Ciencia Cristiana dijo llena de confianza que esto resultaría en una gran bendición, que sería tanta la concurrencia que el salón original hubiera sido demasiado pequeño. Bueno, estuvo en lo cierto. Concurrieron 200 personas, una cantidad mucho mayor que la que hubiera cabido en el salón original.

A medida que se acercaba la fecha, vimos que había una gran receptividad por nuestra labor. Pasamos horas colocando volantes en la Facultad de Medicina y el hospital de Stanford. En todo momento la gente fue muy atenta y se interesó en lo que hacíamos. Cuando dejamos volantes en la Clínica para Niños del hospital, a la señora que nos atendió le gustó mucho que la invitáramos. Dijo que eso se necesitaba desesperadamente en la comunidad, y que iba a insistir para que todo el personal fuera y escuchara lo que teníamos que decir sobre la curación. Fue maravilloso tener esta respuesta de alguien a cargo del cuidado de niños enfermos.

El día de la conferencia la atmósfera estaba llena de sinceridad y buena voluntad. El público estuvo muy atento al escuchar al conferenciante explicar cómo Ciencia y Salud puede sanar toda situación. También dio ejemplos de cómo los Científicos Cristianos demuestran esto diariamente. Después de la conferencia, me sorprendió muchísimo el respeto que se manifestó en las preguntas que se hicieron. Los médicos preguntaron cómo podían usar la Ciencia Cristiana en su práctica. Hubo claramente un deseo genuino de traer una nueva dimensión de espiritualidad a la comunidad médica. Después del período de preguntas los médicos se acercaron al conferenciante y le agradecieron por hacerles ver el papel que la espiritualidad puede y debería tener en la curación. Una doctora hasta le dio un fuerte abrazo y le dijo que la conferencia no sólo la había ayudado a ver cómo mejorar la vida de sus pacientes, sino que también le había ayudado con un problema con el que había estado luchando por años.

Distribuimos muchos ejemplares de Ciencia y Salud, la Biblia, y números del Christian Science Sentinel dedicados a la curación espiritual. Estoy muy agradecida por ser parte de una experiencia que está compartiendo las verdades sanadoras de estas obras con tanta gente. Quisiera agregar que la conferencia no sólo benefició a los que concurrieron de la comunidad médica, sino que fue también una gran bendición para la Organización. Todos recibimos una lección sobre receptividad. Primero, debemos ser receptivos a la idea de compartir la Ciencia Cristiana, y segundo, que mucha gente en el mundo está esperando recibir esta idea. También, como resultado de la conferencia, se amplió nuestro sentido de la comunidad de la Organización de la Ciencia Cristiana: no somos solo estudiantes que se reúnen para apoyarse mutuamente en sus esfuerzos por sanar. Nuestra comunidad es la comunidad de Stanford, y podemos hacer mucho bien aquí.

La conferencia me hizo apreciar más la universalidad de Ciencia y Salud. Al prepararme para la conferencia, encontré una línea en el capítulo “La fisiología” donde la Sra. Eddy habla de “la importancia de que los médicos sean Científicos Cristianos”. Imagínense: médicos que sean Científicos Cristianos. Como dijo el conferenciante, imagínense el bien que les haría a los pacientes si los médicos les dijeran que en realidad están sanos ahora y para siempre. Antes de la conferencia, nunca habría pensado en esto, pero ahora me doy cuenta de que, de todos los campos donde la Ciencia Cristiana debería tener una fuerte presencia, la comunidad médica es uno de los más importantes. Deberíamos compartir activamente las verdades sanadoras de Ciencia y Salud, y colaborar con los médicos para mejorar la salud de toda la humanidad.

Hace 25 Años, antes de oír sobre la Ciencia Cristiana, trabajaba como enfermera en el hospital de una ciudad, y ocurrió un incidente que se transformó en uno de los grandes misterios de mi vida. La policía nos trajo un paciente con el que obviamente habían tenido una confrontación. Era un hombre temible, violento y estaba furioso; se colgaba de las lámparas para poder escapar. Lo miré y no vi maldad alguna en él; sólo terror. Si no lo parábamos iba a lastimarse a sí mismo y a los demás.

Como siempre he hablado con Dios, pensé en Él y dije: “Padre, no podemos permitir que esto ocurra”. De pronto, se hizo un silencio en la sala y pude acercarme a la cama. Nadie me detuvo, y no había temor en mí. El hombre se echó en mis brazos y lloró. Se volvió racional y dejó que lo ayudáramos. Durante años me pregunté qué ocurrió esa noche. Pareció un milagro.

En 1993 me encontraba en circunstancias muy difíciles. Estaba muy deprimida, con un difícil problema de relaciones, muy enferma, y tomaba muchos medicamentos. Como enfermera con 20 años de experiencia en la sala de emergencias, 3 en cuidado intensivo, y 5 como supervisora, recurrí a lo único que sabía que me ayudaría: más medicamentos. La cantidad era alarmante. No tenía esperanza ni ilusiones. La vida estaba oscurecida por el dolor y el temor. “¿Qué voy a hacer?”, me decía. El mundo material no tenía respuesta alguna.

Pronto vi que la respuesta era la Ciencia del Cristo. Lo que di en llamar mi experiencia de la “zarza encendida” sacudió las bases de mi mundo médico. Ocurrió que mi novio, que era Científico Cristiano, estaba enfermo con gripe. Tenía alta temperatura y estaba semicomatoso. Quise llevarlo al hospital, pero se negó y me pidió que llamara a un practicista de la Ciencia Cristiana. A regañadientes accedí, y a los 15 minutos estaba completamente bien. La temperatura bajó, sus ojos se aclararon, se sentó y me dijo: “!Qué bien me siento! ¿Te gustaría ir al cine?”

¡¿Ir al cine?! Había sido testigo del poder y la presencia de Dios, y si Dios tiene este poder para sanar, ¡¿qué había estado yo esperando estos 30 años?! Ahora estaba segura de que tenía que saber más de esta Ciencia.

Saqué del estante el ejemplar de Ciencia y Salud que me habían regalado hacía años, y comencé a leer. Todo comenzó de nuevo, fue como un rayo de esperanza, una promesa de salud y de felicidad. ¡Este libro tenía sentido para mí! Sólo quería leerlo una y otra vez. No quería salir, ni ir a trabajar, ni siquiera dormir. Además de Ciencia y Salud, leí la Biblia y las biografías de la Sra. Eddy. Quería conocer quién había descubierto estas verdades sanadoras. Quería saber acerca de su Iglesia y su misión sanadora.

Ahora creía que podía sanar la depresión, pero pensaba que nunca iba a poder dejar esas píldoras que creía que me mantenían viva. Seis semanas después la depresión desapareció, y me sentí contenta por primera vez. En 6 meses, con la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana, dejé sin riesgos todas las medicinas.

Durante estos últimos cuatro años, he sanado de un sinnúmero de problemas. Entre ellos, una arritmia cardíaca que amenazaba mi vida, un grave problema que causaba la pérdida de minerales vitales del cuerpo, dolor de espalda crónico, artritis, un ligamento dañado de la rodilla, y un doloroso tumor en la cadera. Y como tenía una pierna más corta que la otra necesitaba usar un zapato especial. Hace un año me deshice de esos zapatos pues ahora mis piernas son iguales. Y desde que mi novio y yo pusimos a Dios primero, esa relación que a veces se ponía difícil, floreció en un matrimonio lleno de amor. “¿Puede Dios poner mesa en el desierto? ¿Qué no puede hacer Dios?”

A menudo pienso en el maravilloso conjunto de herramientas y el sistema de curación que la Sra. Eddy estableció en el Manual de la Iglesia. Instrumentos de curación, regeneración, evangelismo; herramientas para restablecer el “cristianismo primitivo y su perdido elemento de curación”.

• Las publicaciones periódicas que me inspiraron.

• La instrucción en clase que me enseñó la Ciencia de la Curación.

• El practicista tan bondadoso que me dirigió a través de difíciles desafíos.

• Las enfermeras de la Ciencia Cristiana que me cuidaron en épocas de necesidad.

• La iglesia filial que me recibió, me expresó afecto y me apoyó.

• Pero, lo más importante, Ciencia y Salud, el Consolador, la Palabra de Dios, que constantemente enseña, inspira y sana.

Hace poco, fui testigo en una librería de cómo Ciencia y Salud habla a esta era. Estaba hablando con el gerente en mi calidad de representante de la Editora de los Escritos de Mary Baker Eddy, cuando una señora se acercó y preguntó si podía unirse a nosotros. En la mesa estaba Ciencia y Salud, y dijo que le había atraído el título. Cuando el gerente se fue, le conté algunas de mis curaciones y ella escuchó atentamente. Me dijo que era una enfermera recién retirada, y que en tres semanas la iban a operar de un tumor canceroso del cuello. Sentí el impulso de darle mi propio ejemplar de Ciencia y Salud. Lo hice con mucho amor, y sé que ella así lo sintió porque me miró y me dijo: “Usted me acaba de poner la piel de gallina; sé que me ha dado algo muy especial”. Me abrazó e intercambiamos nuestros números de teléfono.

Tres semanas después me llamó para invitarme a almorzar junto con una amiga de ella que, me dijo, necesitaba lo que yo tenía. Luego me preguntó: “¿Adivine dónde estuve hoy? En una camilla en la sala de operaciones”. Cuando le dije que se la oía muy alegre me contestó: “¡Es porque el médico descubrió que el tumor se ha reducido a la mitad!” El médico le dijo que podía vestirse e irse a su casa porque no era necesario operarla. Luego ella dijo: “¡Estoy segura de que su libro tiene algo que ver con todo esto!” Le sugerí que leyera el capítulo sobra la “La oración”, y que esperara una total recuperación. Varias semanas después, al encontrarnos para almorzar, me dijo que el tumor había desaparecido casi por completo. Y su amiga había comprado Ciencia y Salud y lo estaban leyendo juntas.

¿Recuerdan al comienzo que mencioné la historia del hombre demente en la sala de emergencias del hospital? La curación que presencié hace 25 años ya no es un misterio ni un milagro para mí. La explica la Ciencia que contiene Ciencia y Salud. Yo había recurrido al gran corazón del Amor, y el Amor sanó al hombre. El gran Médico, el Cristo sanador, llegó a él del mismo modo que a la señora en la librería y a mí misma.

Gracias a la Ciencia Cristiana, a la Iglesia, a su misión y a las actividades basadas en el Manual, sané de la depresión y me llené de alegría; salí de la soledad y el temor y recibí amor; salí de la enfermedad y recibí salud; y salí de la medicina para dedicarme por completo a la práctica de la curación en la Ciencia Cristiana. Así, como los hijos de Israel se liberaron de la esclavitud, fui guiada del desierto a una libertad verdadera y permanente.

La Ciencia del Cristo verdaderamente ha transformado mi vida, y mi deuda de gratitud es inmensa. Es mi deseo pasar el resto de mi vida pagando esta deuda, no como si fuera un deber, sino por el amor que siento; amor por Dios, por la Ciencia y por la humanidad. La Sra. Eddy nos dice en Ciencia y Salud: “Es tarea del explorador tenaz derribar el alto roble y cortar el tosco granito. Las generaciones futuras tendrán que declarar lo que ha logrado el explorador” (pág. vii).

Así que ya ven, ¡depende de nosotros!

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