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Una introducción a la Biblia

Juan y el libro del Apocalipsis

Del número de octubre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Has tratado alguna vez de contar a tus amigos una experiencia magnífica que hayas tenido? Puede que sea difícil contarla de una manera que les haga sentir lo maravillosa que fue. A veces las palabras parecen no tener el poder o la amplitud necesarias para expresar algo así. Imagínate el desafío que enfrentó Juan, quien tuvo la gran visión espiritual de que el bien triunfa sobre el mal, además de la responsabilidad de compartir esta visión con el mundo.

El libro del Apocalipsis en la Biblia fue escrito por Juan, quien, según muchos creen, fue el apóstol amado de Jesús. Apocalipsis significa “revelación”. Proviene de la palabra griega apokalypsis. Un apocalipsis, o revelación, es poner al descubierto algo que estaba cubierto u oculto. Juan y algunos otros escritores de la Biblia por lo general describían visiones o sueños.

En sus últimos años, los enemigos de Juan lo enviaron a Patmos, una pequeña isla rocosa frente a la costa de Turquía. Allí Juan fue encarcelado por predicar la palabra de Cristo Jesús. En esa época aun admitir ser cristiano era muy peligroso. El Imperio Romano estaba en el apogeo de su gloria, y se suponía que la gente debía adorar al emperador y no a Dios. Sin embargo, en Patmos, Juan no estaba disgustado ni amargado. Por el contrario, allí creció su determinación de compartir con los demás el mensaje de Cristo Jesús.

En la prisión, Juan se ocupó de escribir a los leales seguidores de Jesús, alentándolos e instándolos a ir adelante. Probablemente, los cristianos a quienes escribió sentían que las exigencias de predicar y practicar las enseñanzas de Jesús eran un peso demasiado grande de sobrellevar, debido a que amigos y líderes habían sido asesinados por estas mismas cosas. El aliento que brindaba Juan era siempre afectuoso, aunque insistente, rogándoles que confiaran en las recompensas espirituales. Él era como un promotor espiritual, no el portavoz de un futuro fatal como algunos pueden pensar.

En el Apocalipsis, Juan deja por escrito las instrucciones específicas de Dios a las siete iglesias cristianas de Asia Menor (hoy Turquía). Cada carta era del Cristo resucitado y habla acerca de los problemas en particular que tenía cada iglesia. Aunque una sola de ellas pedía a la gente que cambiara su manera de vivir, las cartas de Juan daban a la gente esperanza, recordándoles las promesas de Dios. El aliento que Juan da a cada iglesia es como una lista para que nosotros veamos cómo poder ser cristianos más eficaces.

1. Éfeso (Apoc. 2:1–7): A esta iglesia, Juan escribió: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia... Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”. Aquí el mensaje destaca la importancia de renovar el gozo, el entusiasmo y nuestra dedicación llevando a cabo obras cristianas. Juan exige esto aun ante los extremos desafíos que enfrentaban los cristianos.

2. Esmirna (Apoc. 2:8–11): “No temas en nada lo que vas a padecer... Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”, es el fuerte aliento que Juan da a la gente de esta ciudad.

3. Pérgamo (Apoc. 2:12–17): “Tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación”. Aquí Juan alentaba a la gente a permanecer puros.

4. Tiatira (Apoc. 2:18–29): Él alabó a los cristianos de esta ciudad, diciendo: “Yo conozco tus obras y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras”. Pero también les advierte contra las malas influencias — “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos”.

5. Sardis (Apoc. 3:1–6): Alertó a esta iglesia para que no se durmieran respecto de las cosas del Espíritu. “Sé vigilante”, dice Juan.

6. Filadelfia (Apoc. 3:7–13): Este grupo de cristianos era pequeño pero leal. Juan se dio cuenta de que tenían una gran obra misionera por realizar. Escribió como si Cristo Jesús mismo hablara: “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”.

7. Laodicea (Apoc. 3:14–22: Esta iglesia recibió la reprensión más severa. Se había reducido en gran parte porque sus miembros se sentían cómodos con la riqueza material. Asimismo, había miembros que pensaban que sería posible adorar tanto a Dios como al emperador. Juan les dijo: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente: ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Juan les dice que son espiritualmente pobres y les pide que cambien, prometiéndoles que si obedecen encontrarán honor que es mucho más valioso que sus riquezas materiales.

La visión de Juan también contiene muchos símbolos. Un símbolo es algo que representa algo más. La mayoría de las cosas que leemos en el Apocalipsis son una descripción de un símbolo, no lo que el símbolo representa en realidad. Por ejemplo, describe al mal de muchas maneras: como un caballo amarillo, un dragón escarlata, un calor que quema, plagas, la picadura de un escorpión, los dientes de un león, y como una criatura en forma de animal con siete cabezas y diez cuernos, por mencionar unos pocos. Por otro lado, el bien y el reino de los cielos están representados por ángeles, luz, piedras preciosas, coronas de oro, amatista, oro puro, un río de agua pura, y muchas otras alegorías. Consulten el Apocalipsis capítulos 4–20, y encontrarán muchos otros símbolos y visiones.

No obstante, es la visión de la santa ciudad de Jerusalén la que supera las otras visiones y símbolos. Apoc. 21:1–22:21. La descripción comienza así: “Yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo... Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”.

El propósito de Juan no era simplemente relatar lo que ocurrirá en el futuro en la tierra, sino mostrar las verdades celestiales y una tierra y cielo nuevos. Quería que la gente supiera que Dios está en total control de todo el universo, y que la paz y la felicidad son un hecho y están al alcance de todos ahora mismo.

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