Al Analizar lo que pasa en el mundo, uno podría fácilmente llegar a la conclusión de que la vida es sinónimo de cambios constantes y drásticos: inundaciones, terremotos y grandes incendios que obligan a la gente a dejar sus hogares; divorcios que dividen a las familias; pérdida de trabajo y problemas de salud amenazan nuestra tranquilidad.
Aun los cambios que se esperan tales como los cambios de estaciones, un nuevo trabajo, los hijos que crecen y se van del hogar, y la jubilación pueden traer grandes luchas emocionales. La Biblia nos enseña que Dios no cambia: “Yo Jehová no cambio”. Mal. 3:6. Y el Salmista se refiere a Dios como la “roca”; escribe: “Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré... ¿qué roca hay fuera de nuestro Dios?” Salmo 18:2, 31.
¿Quién no necesita sentir la presencia y el poder de Dios invariable como una roca? La Biblia nos asegura que esta presencia está en realidad con cada uno de nosotros aquí mismo y ahora. “¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?” Jer. 23:24. “No te desampararé, ni te dejaré”. Hebr. 13:5. ¡Qué consuelo y certeza es éste!
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