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¿QUÉ ES LO QUE NO CAMBIA?

Del número de octubre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al Analizar lo que pasa en el mundo, uno podría fácilmente llegar a la conclusión de que la vida es sinónimo de cambios constantes y drásticos: inundaciones, terremotos y grandes incendios que obligan a la gente a dejar sus hogares; divorcios que dividen a las familias; pérdida de trabajo y problemas de salud amenazan nuestra tranquilidad.

Aun los cambios que se esperan tales como los cambios de estaciones, un nuevo trabajo, los hijos que crecen y se van del hogar, y la jubilación pueden traer grandes luchas emocionales. La Biblia nos enseña que Dios no cambia: “Yo Jehová no cambio”. Mal. 3:6. Y el Salmista se refiere a Dios como la “roca”; escribe: “Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré... ¿qué roca hay fuera de nuestro Dios?” Salmo 18:2, 31.

¿Quién no necesita sentir la presencia y el poder de Dios invariable como una roca? La Biblia nos asegura que esta presencia está en realidad con cada uno de nosotros aquí mismo y ahora. “¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?” Jer. 23:24. “No te desampararé, ni te dejaré”. Hebr. 13:5. ¡Qué consuelo y certeza es éste!

Dios no cambia, es una fuente constante de armonía, actividad, alegría, salud, pureza, belleza y amor. El bien de Dios nunca se acaba, ni se seca, ni se pierde. El hecho es que el hombre — la imagen de Dios — no solo tiene ese bien invariable, sino que en realidad es la expresión misma de ese bien invariable. El hombre es la expresión de la propia perfección de Dios. Dios y Su expresión existen simultáneamente como una causa y efecto inseparables. Y así como el sol tiene que tener simultáneamente el resplandor de sus rayos, también Dios se expresa de manera instantánea en el hombre.

En ningún momento Dios se reduce, deteriora, marchita o muere. Por lo tanto, ni un solo elemento del hombre puede presentar discordia, decadencia o desesperanza. Todo en el reino de Dios ya es completo y perfecto, y Su reino está en todas partes y es todo.

¿Qué sucede si nuestra situación actual no parece de ningún modo estar dentro del reino de Dios?

¿Qué sucede si nuestra situación actual no parece de ningún modo estar dentro del reino de Dios? En vez de tratar de cambiar la situación para que parezca que es parte del reino, lo que necesitamos es obtener un nuevo y distinto punto de vista de la situación, el hecho espiritual de la situación. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “No podemos sondear la naturaleza y cualidad de la creación de Dios sumergiéndonos en los bajíos de la creencia mortal. Tenemos que dar vuelta a nuestros débiles aleteos — nuestros esfuerzos por encontrar vida y verdad en la materia — y elevarnos por encima del testimonio de los sentidos materiales, por encima de lo mortal, hacia la idea inmortal de Dios. Esas vistas más claras y elevadas inspiran al hombre de cualidades divinas a alcanzar el centro y la circunferencia absolutos de su ser”.Ciencia y Salud, pág. 262.

Cuando empezamos a ver desde una verdadera perspectiva espiritual, y a vivir de acuerdo con lo que entendemos de la verdad del ser, nuestra experiencia se ajusta a esa verdad. Allí donde puede que veamos discordia, Dios está viendo Su propia armonía perfecta. Allí donde vemos envejecimiento, decadencia, desaliento, Dios está viendo Su constante desenvolvimiento de belleza y existencia radiantes. Allí donde vemos puertas cerradas y falta de oportunidades, Dios ve infinitas posibilidades, abundancia ilimitada. Allí donde vemos soledad o melancolía, Dios está viendo a Su entera creación abrazada en Su totalidad. Lo que Dios ve es la manera en que las cosas realmente son.

Para conocer constantemente nuestra identidad como la expresión invariable del bien de Dios, debemos vigilar cuidadosamente nuestros pensamientos. Irrumpen sugestiones, que niegan el bien invariable de la Vida y nos aplastan, si es que no las detectamos y refutamos. Cuando persistentemente rechazamos estas sugestiones agresivas, comienzan a disminuir y finalmente desaparecen de nuestra experiencia.

Allí donde vemos puertas cerradas y falta de oportunidades, Dios ve infinitas posibilidades, abundancia ilimitada.

Un otoño tuve la oportunidad de enfrentar una dolencia a veces asociada con los cambios de estación, y aprender lo importante que es estar alerta y cuidar el pensamiento. Empecé a tenerle miedo a la creciente oscuridad de los días otoñales y a pensar mucho en las limitaciones que los meses fríos del invierno traerían. Pronto comenzaron a invadirme pensamientos depresivos y una sensación de inutilidad y envejecimiento. Luego varias oportunidades de desarrollar una actividad, empezaron a desaparecer: algunos pequeños trabajos donde me necesitaban terminaron, una muy querida amiga se mudó lejos a un hogar de ancianos, mis hijas empezaron a necesitarme cada vez menos al ir creciendo. También mis oraciones y mi estudio espiritual comenzó a sentirse fatigado, pesado, sin inspiración. Finalmente un dolor en un pie me impidió correr, cosa que había estado disfrutando mucho, y al mismo tiempo mi caballo se lastimó una pata y me dijeron que debía descansar por tres meses.

De repente sentí que todo el bien en mi vida se había detenido. Me sentí con temor e indefensa. Llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara con la oración, y su firme posición a favor de la Verdad trajo resultados inmediatos. Antes de terminar la conversación mis pensamientos estaban más serenos, más claros y más espiritualizados.

Fue entonces que observé que había una maceta con zinnias de colores brillantes en un estante, enfrente del espejo cerca de donde yo estudiaba. Ahora, realmente las vi, y estaba maravillada con su belleza, sus vivos colores y su encantadora perfección. Difícilmente podría decir dónde terminaban las flores y dónde empezaba su reflejo en el espejo.

El reflejo era tan exacto, tan perfecto que en su conjunto era como un enorme y denso bouquet. El reflejo extendía y amplificaba el original. Debido a que no había ni un capullo marchito ni seco en la maceta original, no había ninguna evidencia de eso en el reflejo. Inmediatamente, pude ver cuán cierto era esto acerca de Dios y el hombre. El hombre solo puede manifestar la Vida perfecta, la cualidad misma de vida que Dios es, porque Dios es toda la vida que hay. La inspiración que me brindó la maceta de flores cambió mi punto de vista y me impulso a seguir adelante.

Desde ese momento, empecé a sentirme menos afectada por los ligeros cambios de las estaciones. El dolor del pie desapareció completamente en pocos días y pude seguir corriendo. Me dijeron que mi caballo no tenía la pata rota, como habían pensado, y que podía montarlo en poco tiempo. Estas dos actividades han continuado aumentando desde entonces. Ya no me siento “vieja” sino con mucha energía, naturalidad, lozanía y alegría. Casi nunca pienso acerca de mi edad y la de los demás y disfruto tanto de los bebés como de las abuelas.

Nada de lo bueno del hombre puede cambiar, porque nada acerca de Dios, su Creador, cambia. Ahora y siempre existimos para demostrar la perfección de Dios en maneras individuales e incontables. Nunca dejaremos de ser necesarios como la manifestación maravillosa de la totalidad de Dios, gloriosa, unificada y perfecta. ¡Estamos aquí para destellar y brillar cada día y por siempre!

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