Muchas Cosas han sucedido desde que se publicó mi último testimonio en un Sentinel de 1971. En 1989 mi hija me acompañó en un viaje a Nueva York, y pude participar de la reunión de la Asociación de estudiantes de Ciencia Cristiana. De Nueva York fuimos a Bal Harbour, Florida, para pasar diez días en un hotel en la playa. La tercera noche que estuvimos allí me desperté con mucha dificultad para respirar. Mis pulmones estaban muy congestionados.
Me desperté con mucha dificultad para respirar.
A las nueve de la mañana pude comunicarme por teléfono con mi maestro de Ciencia Cristiana, quien estuvo de acuerdo en darme tratamiento a través de la oración. Después de veinte minutos de tener dolores muy agudos lentamente fueron pasando, y nunca más volvieron. Mi maestro me hizo recurrir a este pasaje de Escritos Misceláneos: “Impersonalizar científicamente el sentido material de la existencia — en vez de aferrarse a la personalidad — es la lección de hoy” (pág. 310), y me dijo que no personalizara el error.
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