Todo Empezó Con Una Pregunta Simple, aunque mucha gente la consideraría demasiado personal. Una compañera de trabajo me preguntó: “¿Cuántos años tienes?”
A pesar de que fue una pregunta común, no fue algo que pude contestar fácilmente. Hace un tiempo, una amiga mía me dijo que dejara de llevar la cuenta de los años; en esa ocasión la manera en que me lo explicó me pareció me pareció muy lógica. Dijo que el estudio de la Ciencia Cristiana era el estudio de un Dios infinito, el bien, y Su creación perfecta, el hombre. Si yo estaba esforzándome por probar esto, sería natural para mí abandonar el pensamiento limitado. “Llevar la cuenta de nuestra edad limita nuestro pensamiento”, me dijo. Tengo que reconocer que la afirmación tan categórica de la Sra. Eddy: “Jamás registréis edades”,Ciencia y Salud, pág. 246. confirmó las palabras de mi amiga y no dejó lugar a dudas.
Pensé que ella había expresado su punto de vista y más tarde yo decidiría que haría, pero mi amiga permaneció muy seria y continuó. Dijo que aunque podía no parecer tan importante hacer esto porque yo era lo que el mundo rotula “joven”, obedecer a esto ahora me ayudaría a superar los reclamos de la edad más tarde.
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