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¿Pude acaso un diagnóstico revelar tu verdadera identidad?

Del número de octubre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“ Tal Vez Si Me Hacen un diagnóstico, puede que descubra que mi problema no es lo que pienso. Entonces no tendría tanto miedo, y lo podría solucionar con la oración”. Así pensaba una amiga mía una noche en que la despertó un dolor en un pecho, como muchas veces antes. No obstante, la sugestión mental agresiva de obtener un diagnóstico no le dijo también que el deseo mismo de escuchar una opinión médica podría confirmar sus temores y hacer que fuera más difícil borrarlos, debilitando su situación en lugar de fortalecerla.

Se negó a aceptar la sugestión de obtener un diagnóstico, no sólo porque su situación se hubiera debilitado, ni porque era una Científica Cristiana de toda la vida y pensaba que debía mantenerse firme en lo que creía. Tampoco era porque durante años había tenido muchas pruebas convincentes de curación mediante la oración. La razón fue que, en un momento decisivo, ella tuvo una vislumbre de la realidad absoluta, de su identidad espiritual. Percibió que ésta era la única identidad que realmente tenía. Ella pensó de la siguiente manera: “¿Cómo podría un diagnóstico de la materia decirme algo acerca de mi verdadero yo, de mi identidad espiritual, eterna y permanente? La persona que hiciera el diagnóstico no estaría viendo mi verdadero yo. A menos que me viera espiritualmente como Dios me conoce, esa persona no me estaría viendo a mí. No sabría nada sobre mí, quién soy, qué soy, ni siquiera dónde estoy”.

Comprendió que cuanto más buscara la opinión o pericia humana para que la ayudara, menos buscaría la respuesta en Dios. Asimismo, sabía que la sugestión de obtener un diagnóstico no provenía de la Mente divina y que para ella era imposible mezclar opuestos y alcanzar lo que ella consideraba una curación. En el momento que detectó esto y lo estableció en su pensamiento, percibió lo que significa tener certeza y dominio. A pesar del temor que sentía, pudo discernir la Verdad divina. Para ella, no había otra opción que vencer el miedo y resolver la situación orando a Dios.

Mediante la oración y el estudio de la Ciencia Cristiana percibió que si tuviera tan solo una delgada fibra de comprensión espiritual, se aferraría a ella porque era la única cosa que representaba la realidad o eternidad en su experiencia. También se dio cuenta de que la curación entrañaba mucho más que sentirse mejor. Comprender a Dios y su relación con Él era fundamental, y eso se transformó en lo más importante para ella. Por primera vez sintió dominio sobre la materia y sobre su problema. Comprendió mejor lo que significaba que Dios tuviera absoluta supremacía. Ya no estaba buscando sostener a la vida querida. Sabía que la Vida querida, Dios, la estaba sosteniendo a ella. Había alcanzado la convicción que necesitaba de la continuidad de la Vida, y esto precedió a su curación.

Esta señora sabía que tenía que obtener compresión espiritual. Ella no tenía ninguna duda sobre su decisión. Sabía que la curación final vendría únicamente mediante el reconocimiento espiritual de su identidad genuina como la idea perfecta de Dios, el hombre, que refleja únicamente cualidades saludables y armoniosas.

De pronto se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que ese problema no le molestaba.

Comprendió que lo que parecía ser dolor en el cuerpo, no estaba en el cuerpo. ¿Dónde estaba entonces? Reconoció que el dolor no era más que una sugestión mental agresiva que se presentaba a su consciencia para que ella la aceptara como algo real. Sabía que la podía rechazar como irreal porque no provenía de Dios, y ser así libre. Aunque la sugestión mental agresiva se presenta como nuestro propio pensamiento, mediante la Ciencia aprendemos a mantenerla alejada y reconocer que no es nuestro pensamiento.

En los meses siguientes fue cada vez más fácil para ella liberarse del dolor. ¿Por qué? Porque el dolor nunca estuvo en el cuerpo para luego ser eliminado del cuerpo.

Aunque ella cree que la curación ocurrió la noche que comprendió, hasta cierto punto, que no hay nada malo en la materia porque no hay, en verdad, ninguna materia, y ella tampoco era materia, hubo ocasiones en que tuvo que aclarar su pensamiento acerca su pensamiento acerca de la irrealidad de lo que se llama materia enferma. No obstante, cada vez que lo hacía, cuando nuevamente se manifestaban, los dolores eran menos fuertes y ocurrían con menos frecuencia. En esas ocasiones ella reconocía — como lo hizo posteriormente al resolver otras dificultades — que estaba pasando por una curación y no por una enfermedad.

Después de más de un año, de pronto se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que ese problema no le molestaba. No tuvo la menor idea cuándo se produjo la curación, pero recuerda vívamente la noche que tuvo una vislumbre de lo inapropiado que es un diagnóstico, por lo menos para ella. Percibió entonces la verdad de la declaración de Mary Baker Eddy: “El testimonio de los sentidos materiales no es ni absoluto ni divino”.Ciencia y Salud, pág. 269.

La complicación de tratar de sacar materia saludable de materia no saludable por medios materiales, lleva a que el pensamiento tenga temor de la materia. ¿Por qué hemos de preguntar a la materia qué va a hacer, como si la materia lo supiera todo, lo viera todo, lo hiciera todo? Solo la Mente divina lo sabe todo, ve todo y hace todo. La Mente no comparte su poder y presencia porque es la omnipotencia y la omnipresencia misma. Este bien maravilloso es para nosotros para siempre, nos ama, nos guarda, nos da todo lo que tiene para dar, entre ello salud y armonía. La salud es una cualidad, una cualidad espiritual que viene de Dios. No es algo que entra y sale de la materia, y tampoco la salud es determinada por la materia.

De modo que cuando enfrentamos una dificultad tenemos que dirigirnos al pensamiento. ¿Quiere decir esto que para corregir alguna alteración en el cuerpo debemos buscar en el pensamiento si tenemos alguna debilidad en nuestro carácter? ¡No! Sin embargo, mediante la oración y la comprensión de nuestra verdadera identidad, los pensamientos enfermizos se manifiestan y uno comprende que no provienen de la Mente divina ni del hombre, la imagen de la Mente. El pensamiento enfermo puede que sea tan solo temor, una imposición en la consciencia humana debida a las creencias de enfermedad que muchos sostienen.

La salud es lo normal. No es algo especial.

No importa cuáles son las circunstancias ni cuánta gente cree en la materia enfermiza, el Principio divino de la curación es por siempre el mismo, y hace ineficaces las leyes de la materia. El Principio, o Dios, es la causa, la única causa. Las ideas de Dios son el efecto de la causa precisa y perfecta, y están gobernadas por la ley divina.

Veamos algunas de las reglas que nos permiten demostrar el Principio de la curación, y que esta señora aplicó. Se encuentran en Ciencia y Salud.

Una regla es: “Sólo por medio de una confianza radical en la Verdad puede realizarse el poder científico de la curación”.Ibid., pág. 167.

Otra es: “Cuando la ilusión de enfermedad o pecado os tiente, aferraos firmemente a Dios y Su idea”.ibid., pág. 495. Nótese que la Sra. Eddy dice que la enfermedad y el pecado son ilusiones. Y esa pequeña palabra aferraos es muy significativa. Si estuviéramos colgando de la punta de los dedos en un precipicio a treinta metros de altura en una noche lluviosa, ¡sabríamos lo que quiere decir aferrarse!

Otra regla es: “Percibid la presencia de la salud y la realidad del ser armonioso, hasta que el cuerpo corresponda a las condiciones normales de la salud y armonía”.ibid., pág. 412. La Sra. Eddy no dice que oremos para hacer que la materia enferma sea materia saludable. Ella dice: “Percibid la presencia de la salud...” La salud tiene que estar presente porque proviene del único Dios omnipresente. La salud no es algo que la materia determina de un modo u otro, porque es una cualidad espiritual indestructible. La salud es lo normal. No es algo especial. La armonía es algo normal porque es una cualidad que proviene de Dios y es reflejada por el hombre.

Esta señora afirmó que la ley de salud creada por Dios era la única ley en operación. Tal oración de afirmación es un reconocimiento de lo que ya es verdad acerca de Dios y Su creación. En su oración, ella negó que hubiera una ley de enfermedad que pudiera estar operando, y basó esto en la totalidad — la universalidad — del Amor divino.

Denunció la sugestión de que hubiera una mente aparte de Dios que pudiera promover el temor a la enfermedad o que ella pudiera estar separada del amor que Dios siente por ella. Comprendió que el bien es por siempre verdadero para Dios y Su creación, en la cual ella estaba incluida. Reconoció que detrás de cada pensamiento cristianamente científico, está la ley de Dios, que nunca puede ser revertida, nunca puede ser anulada, y que es verdad para todos en todas partes, para todos los tiempos y la eternidad.

¿Qué aprendió ella finalmente? Conoció la alegría de saber mejor lo que es Dios y lo que ella es. Que la curación era en realidad una consecuencia del desarrollo gozoso en el carácter cristiano. Este crecimiento fue el factor más importante para ella, sin importar las dificultades que tuvo que enfrentar. El mejoramiento de su salud fue un beneficio extra, un efecto superficial del significado subyacente de la curación en la Ciencia Cristiana.

Es un hecho que todos queremos sentirnos bien, pero lo más valioso de la curación en la Ciencia Cristiana es el progreso espiritual. Cuando un Científico Cristiano recuerda una curación que tuvo, puede que no recuerde tanto la eliminación del dolor o el pesar, como la totalidad y certeza de haber sido compensado espiritualmente.

¿Requiere mucho de nosotros el obedecer las leyes y reglas espirituales? Muchas veces, por cierto que sí. Pero obviamente es más fácil que no hacerlo, y trae mucha alegría y dominio a nuestra vida. Por otro lado, no tenemos otra alternativa más que crecer espiritualmente. Cristo Jesús nos ha mostrado el camino a la vida eterna, y seguir su ejemplo de curación, por lo menos en cierto grado, es parte esencial de nuestra salvación. Él dijo: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también”. Juan 14:12. Por lo tanto, las obras sanadoras son parte esencial de nuestra confianza en él.

Toda curación que experimentamos — pequeña o grande — es un paso hacia la demostración de que la vida es espiritual e indestructible. Un diagnóstico físico, y todo lo que conlleva, no nos puede dar eso. ¿Acaso vale la pena hacer el esfuerzo de crecer espiritualmente? Por cierto que sí.

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