Al Principo lo único que conocía de la Ciencia Cristiana era que se suponía que sanaba. Debido a que tenía muchos dolores fui a ver a un especialista en medicina interna que conocía. Su diagnóstico fue que tenía inflamado el apéndice. Debido a que el remedio casero que me recomendó no funcionó y que además no quería dejar a mi familia sola justo antes de Navidad para operarme, recurrí a la primera persona que me había hablado de la Ciencia Cristiana. Le describí mi condición y le pregunté si podía ayudarme. Me vino a visitar un miércoles por la noche y me preguntó si estaba dispuesta a leer Ciencia y Salud, y le contesté: "Si es eso lo que tengo que hacer, lo haré". Leímos algo juntas y hablamos durante una hora y media, y luego ella oró por mí. Cuando la acompañé a la puerta, sentí mucho hambre y le pregunté si podía comer algo, y ella me dijo que podía comer lo que quisiera. Eso hice, por primera vez en muchos días, y los dolores desaparecieron de manera permanente.
Cuando unos años más tarde tuve que hacerme un examen físico, me reprocharon por no haber escrito en el cuestionario que había tenido una operación, porque el apéndice ya no estaba más allí. Pero debido a que no tenía ninguna cicatriz me tuvieron que creer que no fui operada quirúrgicamente. Esto me hizo comprender una vez más que maravillosa y eficaz había sido la oración, y lo agradecida que debía sentirme por ello. A partir de mi primer contacto con la Ciencia Cristiana, he leído el libro de texto diariamente, y las verdades espirituales que él contiene permanecen en mí.
¿Cómo podía mi cuerpo tener signos de parálisis si la materia no tiene vida. .. ?
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