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Hace Poco Tuve una experiencia...

Del número de marzo de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Poco Tuve una experiencia que ahora comprendo prueba la verdad de esta declaración: "Las pruebas son señales del cuidado de Dios" (Ciencia y Salud, pág. 66).

Tiempo atrás, mi esposo se enfermó y lo llevaron al hospital. Me quedé con él. Hice todo lo posible por seguir con mi estudio de la Ciencia Cristiana, reconociendo que Dios siempre me estaba protegiendo. Pero los días pasaban y la salud de mi esposo no mejoraba. Me di cuenta de que estaba algo confundida en mi pensamiento; mi esposo confiaba en la medicina para sanarse, mientras que yo confiaba en la oración y en el entendimiento espiritual para mis propias necesidades. Entonces, llamé a una practicista para que me ayudara.

Ella me recordó que el hombre refleja en todo momento a Dios, y que su verdadera individualidad es la expresión del ser de Dios, intocable por las leyes materiales y las sentencias; que en el universo de Dios no existen cosas llamadas "atmósfera médica" o "leyes médicas". También me recordó que los médicos y las enfermeras no son gente simplemente. Ellos también son hijos de Dios que moran en Su reino. Dios cuida de ellos y los ama. Me recordó que no tenía que aceptar las sentencias médicas ni para bien ni para mal, porque ambas están basadas en el concepto de que la salud del hombre y su seguridad están en duda y pueden cambiar. Las leyes infalibles de Dios están siempre en operación. Empecé a comprender que mi esposo también reflejaba a Dios todo el tiempo, y que Dios cuida de él sin tener en cuenta las circunstancias.

Cuando comprendemos que el hombre es espiritual. .. desaparece el falso sentido de nacimiento y muerte.

Una mañana su condición empeoró y sentí que lo iba a perder. Cuando estaba junto a su cama pensé: "¿Qué estoy perdiendo en realidad?" Me quedó claro que era sólo el sentido mortal de vida en la materia lo que podría perder. Primero creemos en un nacimiento material, y que el hombre nace en la carne. Seguidamente también creemos en la muerte. Pero cuando comprendemos que el hombre es espiritual y existe como el reflejo de Dios, la Vida divina, que es eterna, desaparece el falso sentido de nacimiento y muerte. Establecí otra vez en mi consciencia mi unidad con Dios, y también la de mi esposo.

Esa tarde falleció. Sin embargo, yo sabía que mi esposo no se había ido a un lugar desconocido, sino que seguía estando bajo el cuidado amoroso de Dios, resolviendo su salvación. Muchos amigos vinieron a verme al hospital para ayudarme a cumplir con las formalidades, antes de que me fuera a mi casa. Cuando nos íbamos, un médico amigo me recordó de una manera muy gentil, que si otros me veían llorando, no se podrían controlar. Ese comentario fue muy oportuno, y me hizo cobrar nuevas fuerzas. Tardamos una hora en llegar a casa y eso fue muy, pero muy importante para mí. Durante ese tiempo me refugié en una comprensión clara y consciente de lo que es el hombre, como idea de Dios, que refleja a Dios todo el tiempo. Esto me hizo comprender que no hay partida ni separación. Mi dolor y aflicción, debido a la separación física, sanó de manera instantánea, tan completamente que pude ayudar a otros a superar la de ellos. Está de más decir que el funeral, aunque solemne, brindó a todos los presentes una atmósfera de paz, armonía y tranquilidad. Esto fue así porque comprendí verdaderamente que en realidad no había perdido a mi marido.

Una alergia sanó. .. cuando comprendí que mi herencia divina es buena.

Al día siguiente cuando me levanté, me sentía débil físicamente. Pensé que mi rutina diaria había sido muy agitada. Pero, al día siguiente me sentí de la misma manera. Se me ocurrió que era una "consecuencia" del fallecimiento de mi esposo. Inmediatamente, comprendí que la única acción proviene de Dios. Esta acción es inmediata, rápida y perfecta. Por lo tanto, no puede haber una reacción adversa, demorada o lo que sea. Dios es toda acción, y no hay nada que se le oponga. A partir de ese momento, no volví a sentir la debilidad física o mental.

Con corazón agradecido deseo repetir la pregunta de la Biblia: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Corintios 15:55).

Conocí la Ciencia Cristiana en 1956 en un momento en que yo quería saber más acerca de Dios y de Su naturaleza. He tenido muchas curaciones como resultado de orar por mí misma. Entre ellas, una condición en la muñeca que fue muy dolorosa y que duró trece años, sanó cuando comprendí que Dios es todo bondad, y no conoce el mal. Una alergia que amenazaba con acompañarme toda la vida, sanó cuando comprendí que mi herencia divina es buena, y al saber que la comida no tiene poder para causar daño. Una gripe sanó en cuatro horas. Los dedos de las manos que me había quemado con aceite hirviendo, volvieron a su estado normal instantáneamente. Y muchas ampollas en los dedos de los pies que estaban en muy mal estado, desaparecieron en veinticuatro horas, cuando oré específicamente por ello. Esto ocurrió mientras me encontraba en un centro vacacional donde no había ayuda inmediata.

En estos años las dificultades que he tenido que enfrentar han sido de diferente naturaleza. Y la Ciencia Cristiana ha demostrado ser eficaz también en estos casos, trayendo armonía en las relaciones del hogar y en la iglesia. Me ha servido para encontrar consuelo y seguridad en lo que respecta a los ataques contra la Ciencia Cristiana y la Iglesia.


 

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