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Caminemos hacia la luz

Del número de marzo de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cada Uno De nosotros, tarde o temprano, probablemente se haya hecho preguntas como éstas: "¿Cómo será mi futuro en este país?" "¿Será necesario ir a otro país para mejorar mi situación?" "¿Cómo voy a progresar si en este país no hay campo para lo que estoy estudiando?" Uno podría continuar con una interminable lista de preguntas similares.

Como jóvenes que somos, nos preocupa nuestro futuro, y es normal que tengamos metas que nos gustaría alcanzar. Yo las tengo; todo el mundo las tiene. Si todo esto que queremos lograr es tan bueno, productivo y nos beneficia, estas metas deberían ser de gozo y alegría en nuestra vida. ¿Por qué es, entonces, que en los jóvenes se ve tanto desaliento y disconformidad con todo lo que hacen?

Evidentemente aquí hay algo que se está contradiciendo, porque el hacer algo bueno jamás puede producir resultados negativos. Quizás tengamos que ver cuales son nuestros motivos y preguntarnos en qué estamos confiando para lograr esos objetivos.

El error que muchas veces cometemos es que creemos que estamos solos, tratando de escalar una montaña que se nos hace muy difícil de subir llamada "desempleo", condiciones económicas", "competencia", "pocas oportunidades" o "inflación".

Pero en realidad, ¡tenemos ya una ayuda infinita a la mano! Nunca estamos solos O a la deriva. Solamente nos sentimos así cuando pretendemos conseguir las cosas por nuestros propios medios, descansando en un sentido de responsabilidad personal. Pero Dios está con cada uno de nosotros. Cristo Jesús dijo en el Evangelio según Juan: "No puede el Hijo hacer mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque to Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente'

Por lo tanto, lo bueno que nosotros deseamos lograr llegará a nosotros con un mejor entendimiento de Dios, nuestro Padre, y de que somos Sus hijos e hijas. Todo, absolutamente todo lo bueno que somos capaces de lograr descansa en el hecho de que somos el reflejo perfecto de Dios, un reflejo intacto, jamás golpeado por condiciones económicas, ni fracasado, ni desalentado ni desconforme; sino gozoso, alegre, esperanzado en Dios y dirigido por Dios.

Cada uno de nosotros es único para Dios. El conocer esto siempre me ha traído una gran calma y tranquilidad, y he podido dejar de preocuparme y de desesperarme por pensar qué será de mí en el futuro, qué oportunidades de empleo tendré en mi propio país. En lugar de esto, yo he pensado: "Dios ya tiene todo preparado para mí y estoy incluida en Su plan perfecto. Lo único que tengo que hacer es ser lo suficientemente humilde para escuchar Su voz y dejar que Su luz guíe mi camino".

Así como por ejemplo, el sol ilumina absolutamente todo, nada ni nadie puede quedar fuera de su luz, pero si me escondo bajo un puente, esa luz no llega a mí y siento frío. Eso no significa que la luz del sol no esté brillando para mí también; sino que fui yo la que decidió ocultarse de ella. Pero en el momento en que entendí este hecho y comprendí lo que estaba ocurriendo, pude salir de mi escondite e ir hacia la luz.

De la misma manera sucede con nuestra relación espiritual con Dios. Así de sencillo como ocurre con el sol. Dios jamás nos abandona ni se aleja de nosotros. Solo que a veces, en lugar de recurrir a ese preciado tesor, tratamos de confiar solamente en nuestro propio intelecto o habilidades y, por supuesto, esta tarea se vuelve demasiado pesada y difícil para nosotros.

En la Biblia, en el Evangelio según Mateo, Jesús nos dice: "Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.. . Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". Juan 5:19.

Me maravillo al pensar cuán importantes somos cada uno de nosotros para Dios, lo que significamos para Él. Es maravilloso pensar que somos "la luz del mundo". ¿Qué representa la luz para una ciudad? Pienso que es la esencia de la ciudad. Una ciudad sin luz no podría funcionar. Sería lúgubre, oscura, sin vida. La luz es lo que la hace estar en actividad. Entonces, ¿qué representamos nosotros para Dios? Somos luminares en el mundo, pero no con luz propia. Sino que reflejamos la luz de Dios. ¡Cuántas veces nos despreciamos y desalentamos pensando en que somos insignificantes! Sin embargo, Dios nos considera Sus luces.

La Sra. Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, algo similar a lo que habíamos estado diciendo sobre la luz. Hablando de la luz creada por Dios y que se describe en el primer capítulo del Génesis en la Biblia, ella dice: "Esa luz no proviene del sol ni de llamas volcánicas, sino que es la revelación de la Verdad y de las ideas espirituales". En la misma página la Sra. Eddy dice: "Eso demuestra también que no existe lugar en que la luz de Dios no se vea, puesto que la Verdad, la Vida y el Amor llenan la inmensidad y están siempre presentes". Mateo 5:14, 16.

Leer esto me hizo pensar en las ocasiones cuando consideramos irnos a otro país para progresar, ya que en el propio uno no encuentra el bienestar que ha estado buscando por tanto tiempo. Pero si en realidad no existe lugar donde Dios no esté, ya sea que vivamos en Uruguay o en Argentina, en los Estado Unidos o en el Japón, nuestro propósito prosperará cuando recurramos a Él en busca de guía. La comprensión de que somos Sus ideas espirituales e ilimitadas, nos hace ver que no hay que estar limitados por la inflación, el desempleo, la competencia o las fluctuaciones del mercado. Puesto que somos totalmente capaces de expresar Sus cualidades, podemos liberarnos de toda limitación.

Dondequiera que nos encontremos y sea lo que sea que estemos haciendo, nuestra luz está permanentemente brillando al aceptar lo espiritual en vez de lo material. No sólo nos ilumina y beneficia a nosotros, sino que al estar dispuestos a escuchar a Dios y cumplir Su voluntad, estamos beneficiando a los demás. La luz que nosotros expresamos brilla no sólo para nosotros sino también para bendecir a todos los que nos rodean.

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