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El compañerismo: un hecho espiritual

Del número de marzo de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un Primer Matrimonio infeliz terminó en divorcio, y me quedé sola con un niño por criar. Después del divorcio y de varias relaciones fallidas, me parecía que nunca encontraría a la persona "correcta". Pasé varios años anhelando tener un marido y tratando de convencerme a mí misma de que no necesitaba un compañero. Demás está decir que ninguna de las posturas me daba alegría o un sentimiento de satisfacción.

Poco a poco empecé a comprender que ciertas creencias falsas estaban dominando mi pensamiento. Comprendí que las relaciones basadas en la atracción física, no funcionan. Se originan en la creencia de que el hombre es un ser biológico, gobernado por impulsos físicos que están en directa oposición a las leyes morales que enseñaron Cristo Jesús y Moisés en los Diez Mandamientos.

También pensaba constantemente que yo estaba dentro de un grupo de personas destinadas a no casarse de acuerdo con las estadísticas. Simplemente, ¡no había suficientes hombres! Aun así, comencé a ver que el punto de vista de que Dios y Su creación no están en equilibrio y son limitados, era una equivocación.

Además estaba muy preocupada por mi hijo, que estaba creciendo sin un padre. Este concepto sobre la paternidad separaría a Dios de Su descendencia, el hombre. Pondría a los padres humanos y a la paternidad antes en importancia que a nuestro Padre-Madre Dios, que sabe y satisface todas nuestras necesidades. Es un concepto que nos aleja de la mano del Amor divino que nos consuela y guía, y abre la puerta a la falsa responsabilidad y a la falta de potencial.

No quedaba nada en que apoyarme. . .

También había estado más preocupada en recibir que en dar. Deseosa de tener una compañía, me concentré en satisfacer mis propias necesidades emocionales casi exclusivamente. La mayoría del tiempo no me sentía completa y rara vez oraba por la situación, excepto cuando regañaba a Dios. No obstante, la Biblia testifica del amor de Dios: "Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros". 1 Pedro 5:6, 7.

Finalmente comprendí que los caminos y medios humanos nunca podían garantizar la felicidad. No quedaba nada en que apoyarme, excepto el hecho de que podía orar con humildad y mansedumbre. Años de poner voluntad humana para dirigir mi vida esperando percibir mi sentido material de realización y compañerismo, lentamente fueron desapareciendo. Se nos asegura en Ciencia y Salud: "La circunstancia misma que tu sentido sufriente considera enojosa y aflictiva, puede convertirla el Amor en un ángel que hospedas sin saberlo. Entonces susurra suavemente el pensamiento: '¡Ven acá! Levántate de tu consciencia falsa al concepto verdadero del Amor y mira la esposa del Cordero — el Amor desposado con su propia idea espiritual'. Entonces viene la fiesta nupcial, porque esa revelación destruirá para siempre las plagas físicas impuestas por el sentido material".Ciencia y Salud, págs. 574-575.

Empecé a orar y a negar específicamente los argumentos que habían llenado mi pensamiento. Acepté el hecho espiritual de que el hombre está gobernado exclusivamente por Dios, no por un modelo material de la vida. Cedí en cierto modo, a la verdad de que mi sustancia — que constituye mi ser — es completamente espiritual.

El amor y el compañerismo humanos no son la respuesta.

La oración me ayudó a comprender que el hombre de Dios expresa sin límites al ser. Lo falso, el punto de vista opuesto — de limitación — encerraría a la humanidad con una coraza impenetrable de necesidades y soledad. Cristo, la Verdad, penetra esta farsa e ilumina el pensamiento para ver el amor y la abundancia de Dios en todas partes, expresadas de una manera que satisface nuestras necesidades. Cristo Jesús nos dijo: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia". Juan 10:10.

Al continuar estudiando la Biblia y Ciencia y Salud, pude aceptar el hecho de que Dios era mi Padre y el de mi hijo. Razoné que si somos los hijos de Dios, somos Su más querida descendencia, Él sabe de nuestra necesidad y siempre la satisface. Él nunca retendría ni un ápice del bien para Sus hijos. Dios, el Amor nunca permite que suframos.

Lo mejor de todo es que aprendí, que el amor y el compañerismo humanos no son la respuesta. La única solución para satisfacer el profundo anhelo de realización que tiene la humanidad es reconocer y vivir nuestra unidad con Dios, el Amor divino. Al hablar sobre el matrimonio, la Sra. Eddy escribe en Escritos Misceláneos: "Esperamos que las generaciones futuras sabrán atenerse a la Ciencia absoluta, cuando se percibirá que el matrimonio es la unidad del hombre con Dios — la unidad del Amor eterno".Esc. Mis., pág. 286. Esta gran verdad encuentra a menudo resistencia de la mente carnal, que insiste en que nos concentremos en las soluciones materiales a nuestras necesidades.

Al orar y aceptar las respuestas espirituales, la mente mortal y carnal se destruye poco a poco. Sabiendo que su único reclamo de la realidad es mantener el pensamiento y el deseo concentrados en la materia y alejarnos de Dios, oré para renunciar a esos fuertes y persistentes sentimientos de soledad y de escasez, y reemplazarlos con una humilde confianza en el plan de Dios.

Un día me di cuenta de que había sanado. No puedo recordar cual fue la última vez que me sentí sola, sin compañía. Sentí el amor siempre presente de Dios y Su gentil paternidad sobre mí y mi hijo. Confié totalmente en Su guía. De hecho, estaba segura de que si le cedía el paso a Dios y le seguía, estaría haciendo exactamente lo correcto para ser más feliz. Me sentí completa y con una profunda paz.

Resultó que no mucho después conocí y me casé con mi marido. Debido a que nuestra relación se basa en un fundamento espiritual de amor y obediencia a la ley de Dios, ha probado ser una magnífica bendición tanto para nosotros como para nuestros hijos.

Espiritualizar la idea que uno tiene de compañerismo es la exigencia de Dios. En la medida que aceptemos y nos aferremos a esta regla, sentiremos el tierno cuidado y la omnipotencia de Dios, y nos sentiremos realizados.

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