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Disipa el humo

Del número de marzo de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Estuviste Alguna Vez en un lugar donde te sentías incómodo o que te producía temor y no podías encontrar una salida? A mí me ocurrió algo así cuando me fui de casa para ingresar en la universidad. Yo estaba muy entusiasmada con la idea de formar parte del equipo femenino de fútbol. Pero en un viaje que muy pronto hicimos a otro estado, se hizo evidente que mis nuevas compañeras del equipo, eran muy diferentes de mis amigas de la escuela secundaria. Estas compañeras habían traído una heladera portátil donde había cerveza y todas comenzaron a tomar, incluso la que conducía. Luego repartieron sobres con marihuana. Yo les dije: "No, gracias", ante el ofrecimiento de ambas cosas y me ofrecí para manejar, pero me respondieron que los alumnos de primer año no estaban autorizados a hacerlo.

Me sentía atrapada y hubiese querido estar en cualquier lugar, menos en ese auto. Cuánto más se esforzaban por hacerme participar de lo que ellas hacían, peor me sentía. Bajé la ventanilla en busca de un poco de aire fresco y cerré los ojos en un intento por desaparecer de allí. Entonces, me vino el pensamiento: "Puedes orar" y a continuación me vino otro pensamiento que me decía: "Sí, claro. Como si eso fuera a ayudar en algo". Llegué a la conclusión de que me había acercado a un grupo que no era el adecuado para mí, y decidí que, cuando estuviésemos de vuelta en la universidad, renunciaría a formar parte del equipo. Pero como iba a transcurrir cierto tiempo para eso, pensé: "Bueno, Dios, mientras tanto, ¿cómo salgo de ésta?"

Fue como si un ángel, un pensamiento de Dios, hubiera estado presente allí mismo, en espera de que yo estuviese dispuesta a escuchar, pues de inmediato me vinieron al pensamiento algunas palabras del himno 144 del Himnario de la Ciencia Cristiana, que decían: "Ambiente de divino Amor, respira nuestro ser..."

Yo había concurrido a la Escuela Dominical desde que era muy pequeña y los himnos siempre me habían reconfortado. En ese momento pensé: "¡Cómo desearía, realmente, estar en un ambiente de divino Amor, en lugar de estar en este auto lleno de humo y con esta gente!" Recordé que la letra del himno continuaba diciendo: "mas los sentidos en su error no nos lo dejan ver".

Había aprendido, tanto en mi casa como en la Escuela Dominical, a no confiar en la información de los sentidos materiales. La única información exacta, fidedigna acerca de mí, viene del Espíritu, Dios, por medio del sentido espiritual. Si Dios es Todo y está siempre presente, y Dios es Amor, entonces la atmósfera del Amor no podía ir y venir y yo no podía entrar y salir del abrazo del Amor. Aunque mi nariz y mis ojos trataban de decirme que Dios, el bien siempre presente puede estar ausente, percibí que en ese preciso instante yo estaba realmente en la atmósfera del Amor divino, junto con las ideas propias del Amor.

Entonces me di cuenta de que había dejado a todas las demás fuera de mi oración. Yo estaba tratando de escapar de mis compañeras del equipo, cuando en realidad, ellas eran tan hijas de Dios como lo era yo. De pronto, ya no sentí más temor por nuestra seguridad.

Me vino al pensamiento una frase de Ciencia y Salud: "No respiréis jamás una atmósfera inmoral, excepto al tratar de purificarla". Ciencia y Salud, pág. 452.

En estas circunstancias, yo no tenía, aparentemente, mucha alternativa. ¿Qué podía hacer para purificar esa atmósfera? Pude percibir que ya había comenzado a hacerlo, al mantenerme firme en lo que creía y no participar en esas actividades, y al reconocer que tanto yo como mis compañeras de viaje, fuimos creadas a imagen del Amor. Tenía cada vez más confianza en la protección del Amor. Aunque aparentemente, no había indicios de que las circunstancias fuesen a cambiar, ya no sentía autocompasión. En lugar de eso, me esforzaba por encontrar algo bueno en cada una de mis compañeras de equipo. Esto era un desafío, y a lo largo del viaje, me mantuve alerta, buscando la evidencia de la presencia eterna de Dios. Pude percibir alegría, amistad, lealtad, compasión, inteligencia y otras cualidades similares.

Más que aceptada, yo era respetada por ellas.

Cuando nos detuvimos, me dieron las llaves y me dijeron que yo siguiera manejando. Silenciosamente dije "¡Gracias, Padre!" y de un salto me senté detrás del volante y manejé durante muchas horas sin cansarme y sin necesidad de tomar café para mantenerme alerta, como me lo sugerían constantemente a mi alrededor. Les aseguré a mis pasajeras que continuaba estando alerta, mientras afirmaba para mí misma que la energía del Espíritu que jamás se agota, era constante y me sostenía en ese preciso momento.

Aunque llegamos de regreso sin ningún inconveniente, el viaje no había sido particularmente grato. Continuaba sintiéndome incómoda con ellas y no deseaba seguir en el equipo. En un momento en que estaba pensando en lo que iba a hacer, leí en la Biblia: "Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre". Salmo 121:8. Era un mensaje muy apropiado. Me gustaba el fútbol y sentí que nada me podía impedir que yo expresara, a través de ese medio, cualidades que provenían de Dios, tales como, creatividad, resistencia, agilidad, fuerza, control. Entonces decidí seguir en el equipo hasta el fin de la temporada.

¡Sucedió algo maravilloso! La curación de la situación fue progresando a lo largo de la temporada. Las integrantes del equipo se hicieron amigas mías y la presión para que participara en la bebida y en la droga, cesó por completo. Mas que aceptada, yo era respetada por ellas. Comprendí que no era mi responsabilidad producir un cambio en ellas o en su conducta, sino amarlas en ese mismo instante tal como eran en verdad — como ideas de Dios — y no algún día, en un futuro, cuando ya hubiesen dejado de lado las modalidades con las que yo no estaba de acuerdo. Pude ver que cada una de nosotras podía compartir muchas cosas buenas y que el mal no podía bloquear ese deseo de compartir, ni convencerme de que seguir a Dios no era lo correcto.

Cuando iba a cursar el tercer año, tres de esas compañeras del equipo, me pidieron que compartiera con ellas un departamento. El ofrecimiento llegó en un momento en que yo ya no podía contar con mi vivienda anterior. Acepté sin ninguna reserva y la convivencia resultó ser sumamente agradable, sin ninguno de los problemas de antes.

Cualquiera sea la situación que uno debe enfrentar, siempre hay una manera de salir airoso, cuando se está dispuesto a tomar partido por lo que es correcto. Recurriendo a Dios, el Espíritu, como siempre presente y todopoderoso, es posible vencer los aparentes obstáculos en contra de la paz y la armonía. Al decir "no" a la tentación de someterse o de darse por vencido ante una situación difícil, nos liberamos para alcanzar un mejor entendimiento del Amor siempre presente y para aprender a reconocer que la protección de Dios está a nuestro alcance. Aun en medio de circunstancias difíciles, se puede lograr la libertad de ser uno mismo, solo bajo la influencia de Dios. Por lo tanto, no nos apartemos sin antes escuchar a Dios. Él nos mostrará como obrar correctamente.

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