Moisés Tenía Mucha fe en Dios. Hablaba con Dios. Amaba a Dios. Seguía a Dios. Y puesto que obedecía a Dios, Moisés pudo ayudar a la gente de todos los tiempos.
Puedes leer sobre la vida de Moisés en Éxodo, el segundo libro de la Biblia. Éxodo significa salida. Moisés ayudó a su pueblo, los hebreos, a salir de la esclavitud y encontrar la Tierra Prometida, la tierra maravillosa que Dios había prometido que les daría.
El pueblo hebreo en esa época era esclavo en Egipto. Cuando Moisés era un bebé, su mamá quiso salvarlo de que los egipcios lo mataran (quienes no querían que aumentara la población judía), entonces lo puso en una pequeña canasta a orillas del río Nilo. La hija del rey de Egipto lo encontró y lo adoptó. Por lo cual, aunque Moisés no era egipcio, estuvo a salvo viviendo con ellos.
Moisés sabía que había sido afortunado, pero creció viendo que su pueblo sufría abusos, y esto realmente le molestaba mucho. Con el tiempo se dio cuenta de que tenía el poder para hacer algo al respecto. Él podría haber pensado únicamente en su propia felicidad, pero, por el contrario, pensó en su pueblo. Y Dios lo ayudó a ayudarlos.
En una ocasión, cuando Moisés estaba cuidando de las ovejas en el desierto, Dios le habló y le mostró un arbusto en llamas, pero el fuego no lo consumía. Entonces, Dios le dijo a Moisés que lo había elegido para que sacara a su pueblo de la esclavitud y lo guiara a la Tierra Prometida. Dios le dijo que fuera a hablar con el rey de Egipto, y Moisés prácticamente le dijo: “¿Quien?, ¿yo?” Moisés le preguntó a Dios cómo iba él a convencer al rey de Egipto para que liberara al pueblo hebreo. También se preguntaba cómo iba a captar la atención de los mismos hebreos.
Dios le mostró a Moisés de diferentes maneras que no existía ningún poder aparte de Su poder. Que la fuerte fe que Moisés tenía le permitiría hacer grandes cosas. Dios le prometió a Moisés que no estaría solo, diciendo: “Ciertamente, yo estaré contigo”.1
El caso es que Moisés pasó largo tiempo tratando de hacer lo que su fe en Dios le indicaba que hiciera. Tuvo que tener mucho valor para persuadir al pueblo hebreo de que Dios lo había designado su líder. Tuvo que tener aún más valor para visitar a Faraón, el rey de Egipto, y persuadirlo de que permitiera salir al pueblo hebreo. Tenía que hacer que el rey, quien no creía en Dios, viera que el Dios de Moisés era realmente el único y verdadero Dios, y que no había más grande poder que el poder de Dios.
Esto tomó mucho tiempo y no fue fácil. Pero Moisés tenía fe en Dios, y con Su ayuda pudo finalmente persuadir al rey para que liberara al pueblo hebreo.
Al fin llegó el momento de dejar Egipto. Dios guió a Moisés, y Moisés guió a miles de personas al desierto. Iban a la Tierra Prometida, llamada Canaán, la que según les habían dicho era un lugar tan rico y próspero que fluía “leche y miel”.2
Después de que los hebreos se fueron, Faraón comenzó a preguntarse porqué razón les había permitido irse. Por lo cual decidió enviar un ejército a perseguir a los hebreos y traerlos nuevamente a la esclavitud. Juntó un enorme número de carros y soldados, quienes persiguieron a Moisés y a los hebreos hasta el Mar Rojo. Éstos se vieron atrapados, tenían al mar delante de ellos y al ejército egipcio detrás. Y el mar era demasiado ancho como para cruzarlo a nado. ¿Qué hacer?
En ese momento, Moisés debe de haber sentido que su fe era puesta a prueba como nunca antes. Dijo al pueblo que Dios los salvaría aun en esa circunstancia.
Y Dios los salvó. Iluminó el camino para que los hebreos fueran hacia la playa en medio de la noche oscura. Le dijo a Moisés que extendiera su mano sobre el mar. Entonces vino un fuerte viento que sopló el agua y formó paredes a ambos lados, creando un lugar seco en el medio. El pueblo hebreo cruzó con seguridad por el lecho seco del Mar Rojo a la playa del otro lado. Cuando los soldados egipcios trataron de seguirlos, el mar se cerró de nuevo sobre ellos, y no pudieron salvarse.
Moisés lo había logrado. Había liberado al pueblo mediante su fe en el poder de Dios.