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¿Qué nos ocupa?

Del número de abril de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Silueta Gris De Las Montañas se elevaba ante nuestro nuevo hogar en el desierto, y mientras una polvareda de arena cercaba el lugar, yo pensaba en qué iba a plantar para arraigar y embellecer la tierra. Un vivero cercano ofrecía un arbusto gratis con cada compra que excediera una determinada cantidad, pero después que compré más plantas para obtener esa oferta, el dueño dijo: “Esa oferta ya no es válida”. De nada sirvió apelar a su ética comercial, y me fui enojada, ignorando el hecho de que yo también tenía mi ocupación, la de expresar a nuestro creador, el Dios infinito, o la Mente, como la fuente de la inteligencia.

Durante los meses siguientes, sin embargo, comencé a ver que aun en las menudencias de la vida cotidiana, la oración y la persistente vigilancia del pensamiento son vitales. Esto asegura justicia y honestidad, lo que contribuye al éxito, Si bien puede no parecer necesario tener un profundo pensamiento espiritual para comprar verduras para la comida o hacer compras para la casa o el trabajo, esta forma de encarar la situación por medio de la oración fomentará motivos y acciones puras.

Nuestras oraciones tienen este efecto porque toda ocupación correcta descansa en la ley divina que viene del Principio, Dios. “No tendrás otros dioses delante de mi” Éx. 20:3. es el primer mandamiento que Moisés recibió en el Monte Sinaí, y esta ley forma la base de toda ley y es la base de la ciencia de la economía. El obedecer primero a Dios, la Mente, hace que nuestros negocios sean honestos y justos. Dios es todo el bien, y esta ley de la bondad tiene un efecto directo en nuestras vidas. Mary Baker Eddy, en un pasaje que podemos aplicar a nuestras transacciones de negocios, escribe en Ciencia y Salud: “En la transmisión figurativa del pensamiento divino al humano, la diligencia, prontitud y perseverancia son comparadas con 'los ganados que pacen sobre mil colinas’. Traen el bagaje de la firme resolución y llevan el paso con los más altos propósitos”.Ciencia y Salud, pág. 514.

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