Cuando Un Evento cambia literalmente el curso de la historia, merece ser examinado una y otra vez para cosechar abundantemente sus enseñanzas en el presente. El período de la Pascua conmemora un evento así de decisivo. El mundo jamás sería el mismo después de que Cristo Jesús venciera a la muerte.
Después de casi dos mil años, la humanidad todavía observa, reflexiona y siente los efectos de la triple evidencia que el Maestro nos diera del poder de Dios a través de la crucifixión, la resurrección, la ascensión. Y la humanidad tiene una gran necesidad de aprender lo que realmente significa que la muerte haya cedido a la vida. El mensaje de la Pascua nos habla hoy con profundidad y poder, revelándonos el amor de Dios.
El ministerio de Jesús expresó su profunda compasión y afecto del Cristo, su inalterable sentido de consideración. De camino hacia la crucifixión, esas cualidades continuaron emergiendo en forma inolvidable. Por ejemplo, cuando los soldados llegaron al huerto de Getsemaní para arrestarle, Malco, el siervo del sumo sacerdote, se adelantó para llevar preso a Jesús. En su defensa, Pedro sacó la espada e hirió al siervo cortándole la oreja derecha. Solo el poder de un Amor verdaderamente divino pudo haber impulsado la respuesta de Jesús. Con este poder sanador que sobrepasa la cirugía moderna, la oreja sanó en ese instante.
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