¿nos Trae Algún Beneficio perdonar a nuestros semejantes? Después de todo Jesús siempre perdonó, inclusive en sus últimas horas en la cruz, pero eso no pareció protegerlo contra la traición, la burla y la crucifixión. Sin embargo, ese perdón le sirvió a Jesús para preparar el camino de su victoria final sobre el mal y la materia, la ascensión.
¿Qué capacitó a Jesús para perdonar la traición y el odio, para efectuar curaciones en el mismo momento de su arresto en el jardín de Getsemaní, y hasta en su momento de mayor sufrimiento en la cruz? Él comprendía claramente que el perdón está basado en la ley divina, que es una exigencia imperiosa de Dios, el Amor. Él sabía que la obediencia a las leyes de Dios trae paz, armonía y protección. Lo demostró cuando calmó el viento y las olas, y cuando escapó ileso de la violencia de las multitudes. Las armas del mundo —la envidia, el odio y hasta el asesinato— no podían penetrar su armadura de protección divina, su entendimiento de que ningún acto material de odio o envidia podía tocar jamás su verdadero ser, el hombre espiritual creado por Dios a Su imagen.
El perdón cristiano se basa en este entendimiento de la verdadera naturaleza del hombre. Silencia el sentido material de la vida y nos da una vislumbre de nuestra verdadera identidad como hijos del Amor divino, puros y perfectos, intocables por cualquier ataque que el pensamiento mundano, o la mente mortal, lance contra nosotros.
Es fácil hablar del concepto del perdón, pero ¿cómo podemos perdonar si es perpetrada una maldad contra nosotros o contra una persona amada? ¿Cómo podemos ver más allá del agresivo cuadro material y encontrar una forma práctica y demostrable de perdonar? En la cruz Jesús oró diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Lucas 23:34. Hasta en medio de lo que parecía ser su destrucción física, Jesús persistió en poner de lado el cuadro material, rehusando prescindir de la protección que trae el perdón que se basa en el entendimiento espiritual del ser.
Él sabía que la verdadera identidad del hombre no incluye el odio, los celos, los instintos dañinos o asesinos. Es más, él sabía que lo opuesto era cierto, que el hombre refleja sólo a Dios, el bien. Las cualidades como el amor, la bondad, la pureza y la inteligencia son inherentes al hombre que Cristo Jesús vio, a pesar del testimonio de los sentidos físicos. El hombre real tampoco es víctima del odio y el mal. Por el contrario, como manifestación del bien infinito y omnipotente, es invulnerable a la creencia en el mal y sus supuestos resultados.
Cuando tengamos que enfrentar el odio o el mal dirigidos en contra nuestra, ya sea que parezca originarse en un individuo, un gobierno o una ley injusta, nosotros, al igual que Jesús, debemos elevar nuestra perspectiva a la verdad espiritual, y declarar su poder sobre las apariencias materiales. El recordar constantemente el mal perpetrado en nuestra contra no lo hará desaparecer, y no nos ayudará a perdonar, como tampoco nos ayudará el sentirnos heridos o con deseos de venganza. Lo único que hace es mantener nuestro pensamiento en el testimonio material, pero es esencial ver la falsedad de ese testimonio porque no sólo proclama que se han cometido maldades contra nosotros, sino que fomenta la enfermedad y la muerte.
Perdón: Poderosa protección e impulso para la curación.
Quizá parezca difícil aceptar la ley del perdón de Dios. Pero podemos con persistencia ejercer nuestro derecho a perdonar. Podemos insistir en la habilidad natural de perdonar que Dios nos ha concedido. El verdadero perdón, basado en el reconocimiento de la realidad de la armonía y la paz, nos bendice y nos brinda progreso espiritual.
Una lección útil
En una ocasión le presté una cantidad considerable de dinero a una amiga. Después de algún tiempo tuve la sospecha de que ella no usó el dinero para el propósito que me lo pidió. Y después de varios años llegué a la conclusión de que no me lo iba a devolver. Esto causó serias tensiones en mi amistad con esta persona, especialmente porque en ese entonces yo necesitaba realmente ese dinero.
Durante varios meses sentí indignación, dolor y rabia, hasta que finalmente recurrí a Dios para que me guiara. Quería sentirme libre de todos esos sentimientos negativos. También me imaginé que la oración de alguna manera haría que esa persona me pagara el préstamo. Pero mientras pensaba cómo Jesús perdonó, me di cuenta de que tenía que abandonar el concepto de que tanto mi amiga como yo éramos seres materiales y perdonarla.
Acepté que sin importar si ella me devolvía o no el dinero, necesitaba desechar la creencia de que yo podía ser afectada o perjudicada de alguna manera o que alguien pudiera hacerlo. Mis oraciones me guiaron a escribirle a mi amiga diciéndole que le obsequiaba el dinero que me había pedido prestado, y a pedirle que por favor no permitiera que esto afectara nuestra amistad. Inicialmente ésta pareció ser la solución correcta. Finalmente me liberé de la ira y el dolor, y mi situación económica se estabilizó. Sin embargo, al poco tiempo mi amiga me indicó claramente que nuestra amistad había terminado. Una vez más parecía que me iba a hundir en la ira y el pesar, pero continué esforzándome por entender lo engañosa que puede ser la mente mortal y por establecer más claramente en mi consciencia que por haber perdonado a mi amiga gozaba de la protección del perdón. No era necesario pasar los meses pensando una y otra vez en el mal. Nada podía impedir que se vieran satisfechas todas mis necesidades, entre ellas la de tener amistades o provisión, porque no se originan en un mortal, sino en el Amor divino. Recuperé mi tranquilidad y llegué a sentir un amor genuino por esta amiga, a pesar de que ya no tenemos comunicación alguna.
Si no estamos tratando activamente de practicar el perdón nos estamos alejando de nuestro Padre y resistiendo Su impulso divino hacia el progreso espiritual. Esta resistencia es la mente mortal, un sentido personal de vida e inteligencia separadas de Dios. En este sentido falso se originan el pecado, el odio, la enfermedad y la muerte. Para abandonar el sentido material y adoptar el entendimiento espiritual se requiere de una consagración sincera y una persistencia disciplinada. Pero en la medida que lo hacemos gozamos de la armonía que Dios por siempre nos ha dado.
En su Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1902, Mary Baker Eddy escribe: “Él Científico Cristiano no abriga resentimiento alguno; sabe que esto lo perjudicaría más que toda la malicia de sus enemigos. Hermanos, así como perdonó Jesús, perdonad vosotros”.Mensaje para 1902, pág. 19. Si comprendemos que el perdón es una protección poderosa y un fuerte impulso para la curación, nos será más fácil practicarlo en forma eficaz. Perdonar es natural, y el hacerlo nos facilita ver más allá del ser material, y encontrar nuestra verdadera identidad como la imagen perfecta de Dios, la cual no necesita perdonar ni ser perdonada.