¿TRABAJA USTED
en una empresa
importante en
constante crecimiento?
¿O trabaja por su
cuenta en su propio
negocio, o se está
ocupando en los
quehaceres de su
casa, o tal vez esté
estudiando?
Sea cual fuere su ocupación, y que sea un principiante o el jefe, la práctica de normas éticas es fundamental para alcanzar un éxito estable. Es evidente que estas normas están profundamente ligadas a la manera en que uno se siente con respecto a sí mismo y a la satisfacción que depara el trabajo que uno realiza.
Aunque uno trabaje en una empresa de crecimiento continuo, hay períodos durante los cuales la merma, la suspensión o eliminación de trabajo en un área específica de la empresa, se convierte en algo inevitable debido a la evolución del mercado. Otras veces, la solidez o continuidad del trabajo aparenta estar unido a las políticas de la empresa. La gente que lo rodea, compañeros de trabajo, directivos, competidores, clientes, pueden tomar decisiones o tener incluso criterios carentes de ética e injustos, que ponen aparentemente en peligro la posición que uno ocupa.
¿Sería demasiado radical permitir que Dios, únicamente, guíe nuestra carrera y nos proporcione la estabilidad que merecemos? Esta decisión cuando es adoptada con obediencia, puede beneficiarnos tanto a nosotros como a los que nos rodean. Dios es Espíritu y Dios es el bien infinito. Dios expresa a través de nosotros la bondad y no existe razón alguna para que Dios retenga algo para Sí. Puesto que Dios es el bien infinito, hay suficiente cantidad para todos. No estamos buscando desesperadamente ni compitiendo por una cantidad limitada del amor de Dios y de lo que ese amor finalmente provee.
Nunca puede ser suficiente nuestro reconocimiento de que Dios es el bien infinito. Esto significa que Dios nunca elige bendecir a uno de Sus hijos y ser injusto con otro. Debido a que Dios es eternamente infinito, Él nunca discrimina. Todos tienen la misma oportunidad para expresar el Espíritu, sean cuales fueren las circunstancias o las condiciones. Hay una historia sobre una araña que quedó atrapada dentro de un reloj de péndulo. Allí, por supuesto, no había nada para comer, de modo que la araña lo único que podía hacer era sentarse en un rincón y esperar la muerte. En lugar de eso, la araña decidió hacer lo que constituye la especialidad de su género, a pesar del vacío que la rodeaba, tejió la telaraña más hermosa que había hecho hasta entonces. ¿Y le sirvió para algo? Una vez que la telaraña estuvo terminada, comenzó a interferir en la marcha del reloj y cuando alguien abrió la puerta para ajustarlo, la araña escapó.
Así como la araña hizo aquello que las arañas saben realmente hacer, no existe ninguna circunstancia que nos pueda impedir que hagamos aquello que el hombre, la amada creación espiritual de Dios, hace de un modo natural. O sea, expresar a Dios, el bien. El hombre expresa alegría, intuición, sensibilidad y honestidad. El reflejo de Dios siente afecto y compasión por los demás y es obediente, porque sabe que su creador, Dios, es su Vida.
En una época, trabajé como vendedor en una empresa pequeña, y el dueño me ofreció un aumento significativo en mi comisión por cada nueva venta que hiciera. Empecé a trabajar en un proyecto muy importante que iba a proporcionar a nuestra empresa más del doble del total de sus ventas. El dueño de la empresa me ayudó en todos los aspectos financieros, tales como, costos, precios de venta, ganancias, depreciación, etc. Nos llevó ocho meses tener listos los contratos, pero finalmente ese día feliz llegó, entré a la oficina del dueño (me hubiese gustado en ese momento tener papel picado), le entregué los documentos y le dije: “Buenas noticias: hemos conseguido precios de venta mucho mejores de los que en un comienzo habíamos planeado para los diferentes artículos que vamos a producir”.
Y entonces el mundo se desplomó, o mejor dicho, fue lo que yo sentí. Mi jefe hizo algo totalmente falto de ética, algo que, tal como me enteré tiempo después, solía hacer. A pesar de que el margen de nuestras ganancias superaba lo esperado, me dijo que no me pagaría la comisión que me había ofrecido. Teníamos que despachar la mercadería pocos días después y él sabía que yo no iba a encontrar otra firma capaz de producir tan rápido esos artículos. De modo que, a pesar de que me había estado engañando, no tenía otra alternativa que utilizar los productos de su compañía.
No sé si dormí algo las siguientes diez noches, lo único que hacía era mantener conversaciones en mi cabeza. Conversaba con mi jefe, con un consejero legal, con mi esposa, con mis clientes. Y a medida que iban pasando los días y las noches estaba cada vez más enojado. Aparentemente, la ética y el comportamiento de ese hombre determinaban mis entradas, al igual que la satisfacción que me proporcionaba mi trabajo, mi futuro y hasta mi alegría. Además de pensar constantemente de esta manera, oraba lo mejor que podía. Yo sabía que no debía ser la causa del fracaso de ese proyecto; mis clientes dependían de mí para obtener algo que era parte de sus operaciones comerciales.
Finalmente, tomé una importante decisión, la más importante de las que había adoptado desde que comencé a trabajar para esa empresa. Decidí reconocer a Dios como la única autoridad de mi vida. ¡Y no sólo lo decidí, sino que así lo hice! En realidad, Dios ya era el único poder que controlaba mi vida, pero debía reconocerlo de un modo radical para dejar de sufrir de esa manera.
Me sentí muy aliviado y tal como hizo la araña que mencioné antes, me dediqué a hacer lo que yo, como reflejo de Dios, hago de manera natural, o sea, expresar en todo momento las cualidades de Dios. Unos días después, el dueño de la empresa y yo negociamos un arreglo que me permitiría recibir una parte sustancial de la suma acordada anteriormente en concepto de comisiones, y fui relevado de toda obligación de continuar trabajando para su empresa. Esto me liberó totalmente para dedicarme a otra tarea.
Esta experiencia fue muy reconfortante, aunque no se compara de ningún modo con las respuestas que dio Cristo Jesús a las autoridades de su época. En el relato que vino a mi pensamiento no se hablaba de dinero ni de tener un trabajo seguro; era un asunto de vida o muerte. La Biblia describe la manera injusta en que Jesús fue juzgado por la gente y conducido ante Poncio Pilato, el gobernador de Judea. Cuando Pilato le preguntó por última vez qué tenía que alegar en su defensa, Jesús no le respondió. Entonces Pilato le dijo que él tenía el poder suficiente para condenarlo a muerte o para absolverlo. Jesús le respondió lo que para mí constituye una de las citas más hermosas que registra la Biblia: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba”. Juan 19: 11. Los sucesos que tuvieron lugar durante los días siguientes, probaron cuanta verdad había en sus palabras.
Esta idea “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba” se aplica a cada uno de nosotros, sin excepción. Y cada vez que un individuo apela a esta verdad, se beneficia todo el mundo. A veces la gente afirma, sin pensarlo, que “la vida no es justa". Los acontecimientos humanos, sin duda, no siempre parecen justos, pero la Vida divina, Dios, es justa. La Vida divina siempre es justa, porque Dios es Amor; nadie necesita competir cuando la provisión es infinita. Nuestra tarea consiste en expresar Vida y es una tarea permanente. Jesús aconsejaba: “Regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. Lucas 10:20. Tanto en nuestra vida como en nuestros pensamientos, debemos estar siempre alertas al hecho de que la Vida divina es el único poder que tiene control sobre todo.
“Dios, sin Su propia imagen y semejanza, no tendría entidad, sería una Mente inexpresada. No tendría testigo o prueba de Su naturaleza. El hombre espiritual es la imagen o idea de Dios, una idea que no puede perderse ni separarse de su Principio divino”.Ciencia y Salud, pág. 303. ¿Acaso la práctica permanente de la ética, la satisfacción, la estabilidad, el crecimiento y en especial la alegría, no constituyen una consecuencia normal de que nuestro trabajo debe ser “testigo o prueba de la naturaleza propia de Dios” y expresar la Vida divina como nuestro trabajo fundamental?