Hace Un Tiempo, un sentimiento de profunda tristeza, impotencia y gran depresión me embargó cuando surgió una situación con algunos amigos que poco a poco me llevó a sentirme resentida. Este estado mental me fue minando físicamente, produciéndome trastornos bronquiales, al extremo que en las noches se me hacía difícil respirar.
Como estudiante de la Christian Science, me puse a orar para comprender mejor a Dios y mi relación espiritual con Él, como Su hija, pero a pesar de ello la situación no cedía. Los recuerdos de actitudes que esos amigos habían tenido hacia mí llevaban a perpetuar mi resentimiento. Tenía la sensación de que mis pensamientos no reflejaban a la Mente divina, que yo no abrigaba pensamientos de amor, armonía, salud ni comprensión. Sentía un gran vacío, y esto también me hacía sentir impotente.
Ante esta situación, con toda humildad me volví a Dios en oración. Leí de la Biblia lo siguiente: “Invoqué tu nombre, oh Jehová, desde la cárcel profunda. Oíste mi voz, no escondas tu oído al clamor de mis suspiros. Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: no temas” (Lam. 3:55-57). Y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy leí: “Cuando la última falta mortal sea destruida, entonces sonará la final trompeta la cual terminará la lucha de la Verdad con el error y la mortalidad” (pág. 292).
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